Hace 14 meses la COVID-19 se revelaba como un acelerador del acento en lo social dentro de las empresas. Reflexionar e identificar las claves de la reconstrucción es el primer paso para mirar hacia un nuevo mañana, que exigirá, sin lugar a duda, una gestión responsable, actuación con un propósito y compromiso empresarial claro y conectado con los retos sociales.
Los desafíos que habrá que afrontar no son pocos y están relacionados con las personas, con todos nuestros grupos de interés, con la tecnología que ha permitido nuevos modelos ágiles de trabajo pero que ha evidenciado también brechas de pobreza. Afrontar estos retos exigirá una empresa capaz de adaptarse a nuevas circunstancias en esta reconstrucción, así como líderes responsables, más necesarios que nunca, capaces de evitar inercias y marcar el paso con valentía hacia una empresa con propósito.
La última década ya había dejado patente que las organizaciones estaban poniendo el acento en su compromiso con la sociedad sin olvidar la dimensión social, seguramente la más exigente dentro de las empresas. El acuerdo de la Business Roundtable de 2019, en el que las grandes empresas se habían comprometido a velar por los intereses de la sociedad como parte de su nuevo propósito, o la celebración de la Cumbre del Clima – COP25-, entre otras acciones, dejaban patente el impulso que ya se estaba acometiendo en las cuestiones relativas a los asuntos ESG (por sus siglas en inglés: medioambiental, social y de gobernanza) antes de la pandemia.
Precisamente, si pensamos en los criterios ESG y cómo han pasado a formar parte del día a día del área de la relación con inversores y también de manera transversal con muchas otras áreas de actividad y negocio cabría resumirlo de una manera muy general como que se centraba en el qué y ha tenido que pasar a valorar también el cómo.
La cifra histórica de 2 billones de euros, que suman el presupuesto de la Unión Europea de largo plazo, 2021-2027 (1,2 billones €) junto al programa Next Generation EU (0,8 billones €) es la destinada a la recuperación e impulso europeo post pandemia. Esta cifra ayudará a paliar los daños sociales y económicos que está dejando la COVID-19 y apoyar la transición hacia una Europa más moderna y sostenible.
Un reto mayúsculo, teniendo en cuenta que nunca se había establecido una política de inversiones y subvenciones de tal calibre y en un espacio temporal tan corto. En otras palabras, el desafío será doble: recuperar y a la vez transformar.
Llega el momento de plantearse cuál va a ser el papel de todos y cada uno de los agentes de cambio
Con la transición hacia una economía verde, la igualdad de género, la cohesión territorial y social y, especialmente, la digitalización como ejes transversales del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia elaborado por el Gobierno, llega el momento de plantearse cuál va a ser el papel de todos y cada uno de los agentes de cambio y cómo se va a tejer el plan de trabajo conjunto que permita la colaboración público-privada para canalizar los fondos de los diferentes programas de reconstrucción hacia una economía digital, sostenible y resiliente.
Ofrecer una respuesta a la altura de este desafío pasa por evaluar el valor adicional de los criterios ESG en las inversiones en los fondos de recuperación. En términos organizacionales, no cabe la menor duda de que la aspiración y previsión que existe sobre la inversión sostenible sigue creciendo exponencialmente.
Las compañías con mejor desempeño ESG han mostrado un mejor desarrollo en momentos de incertidumbre, tal y como afirma un informe reciente de BlackRock. Dentro de esos riesgos ESG, preocupan cada vez más aquellos de corte social en el ámbito de las organizaciones. Tienen su origen en una pérdida de confianza de los grupos de interés y en buscar una reconstrucción sin dejar a nadie atrás.
Lo social se enfrenta a barreras como la falta de estandarización o la dificultad a asociarlo al campo económico. Todos estos factores seguramente han permitido mayores avances a asuntos medioambientales en detrimento de las implicaciones más sociales, con un calado muy profundo en la sociedad, en la empresa y, en definitiva, en el progreso económico y social. La transformación y la recuperación que todos esperamos debe tener en cuenta los tres factores ESG.
En los asuntos ESG cada vez la S adquiere más peso, en el centro las personas. Una construcción de empresas más humanas, en las que el peso de los intangibles determinará más su sostenibilidad en el tiempo, su predilección por parte de los consumidores o inversores, pero sobre todo que en plena 4ª revolución industrial no dejará a nadie atrás.
Una cuadratura del círculo con beneficios tangibles. Con esta misma rotundidad se afirmaba este año en el foro de Davos que estamos en un año crucial para reconstruir la confianza. De la misma manera, remachaba esta idea el propio Foro Económico Mundial con algunas conclusiones de su decimosexta edición del informe de Riesgos globales, que incluía los riesgos sociales como las brechas de desigualdad entre los cinco primeros puestos de su ranking de riesgos probables y con alto impacto.
Hay que insistir en que el potencial transformador de las compañías que apuestan por un modelo responsable
La taxonomía en la que está trabajando la UE será un gran impulso para la implementación de estándares en la S. Y nuestra ambición y trabajo es precisamente poder aportar claridad y rigor a la medición del impacto de los retos sociales. En cualquier caso, hay que insistir en que el potencial transformador de las compañías que apuestan por un modelo responsable, generador de valor para todos – sociedad y empresa- viene asociado a la integración en su estrategia.
Esto exige una mirada global, con distintos niveles de intensidad pero que debe poner atención en todas las cuestiones de progreso social en las que podemos intervenir. No un foco vertical en solo alguna de ellas. En España cada vez hay más compañías que quieren dar ese paso. Hemos introducido algunos conceptos, que marcan una gran diferencia: el interés social y el de crear valor para la sociedad y para la empresa (valor compartido).
Asuntos que ponen a la persona en el centro como el empleo, la digitalización inclusiva, la cohesión territorial, los derechos humanos, la diversidad e inclusión son temas que están conectados con la innovación y la competitividad. Nos obsesiona defender el valor compartido como elemento estratégico indispensable en las organizaciones y creemos en la creación de valor compartido, para transformar la realidad empresarial y conseguir una sociedad mejor. Los problemas sociales a los que nos enfrentamos exigen la intervención de todos y las organizaciones han demostrado que son parte de la solución.
Una especie de conexión entre progreso social y económico: valor compartido como suma de valor social y valor empresarial. Es un concepto imparable al que nadie da la espalda. Es importante generar impacto social positivo al mismo tiempo que produces impacto económico. Esto, además de hacer sostenible el compromiso social de las empresas, tiene una consecuencia directa en la generación de alianzas, de cadenas de valor hibrido y, en definitiva, de otro concepto que es muy relevante para la competitividad de la empresa: la colaboración.
En el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia aprobado por el Gobierno de España y los Fondos Next Generation, tenemos que ser capaces de medir y tangibilizar el valor adicional de la S (de lo social) y la construcción de un liderazgo y negocio responsable para todas las empresas independientemente de su tamaño. Un sector privado responsable aporta crecimiento, productividad, innovación y creación de empleo, todos ellos generadores de desarrollo y oportunidades.
La pandemia, primero y la crisis económica derivada de ella, después, han evidenciado aún más la necesidad de aplicar una visión a largo plazo
La pandemia, primero y la crisis económica derivada de ella, después, han evidenciado aún más la necesidad de aplicar una visión a largo plazo, un liderazgo responsable y entenderlo como factores estratégicos en las compañías. Estamos hablando de que llegó el momento de las compañías socialmente comprometidas. Una transformación silenciosa hacia una sociedad más sana con empresas más fuertes en cooperación con los demás agentes.
Potenciar el papel del sector privado como parte integrante de la solución y facilitar su protagonismo en el reparto de los fondos, se vislumbra como una de las claves para que nuestro país regrese a la senda de la competitividad, reduzca la brecha con las economías más avanzadas de la Unión y aproveche la oportunidad histórica que significa la respuesta europea a la mayor crisis de la historia reciente.
Obviamente, sin olvidar cómo dotar a las iniciativas y al tejido empresarial de esa conexión con lo social, que se hace indispensable en un contexto de nuevas brechas y colectivos desfavorecidos. Un nuevo mañana que exigirá, sin lugar a duda, poner el acento en la S, apostar por una gestión responsable, favorecer la actuación con un propósito y compromiso empresarial claro y conectado con los retos sociales.
Ana Sainz Martín, directora general de la Fundación SERES.