Hemos llegado al ecuador de uno de los cursos más complicados que se recuerdan en el sistema educativo español. Un año marcado por la semipresencialidad forzada por las medidas contra la Covid-19 y en el que se ha aprobado la nueva ley educativa, la Ley Celaá, que se pondrá en marcha el próximo curso.
Un texto que ha dividido a la comunidad educativa, que ahora ve cómo se ha puesto en marcha también un nuevo Real Decreto de Universidades para regular la actividad de estos centros. Modificaciones que mantienen en alerta al sector, que se muestra preocupado por cómo quedarán configurados los centros universitarios en los próximos años.
Una candente actualidad que repasamos con el presidente de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera, quien nos atiende de forma telemática para mantener las medidas de prevención contra la Covid-19.
¿Qué balance hacemos de este primer curso marcado por los protocolos para evitar el contagio de la Covid-19 y con modelos semipresenciales en las aulas?
La verdad es que el ámbito educativo está resultando muy seguro. Se han implantado medidas de seguridad muy elevadas con distancias interpersonales, grupos burbuja, higienización, ventanas abiertas, etc. Además, aquellos alumnos que no pueden acudir tienen la facilidad de seguir la clase con sistemas que permiten interactuar con el aula como si se estuviera presente.
En cualquier caso, en este tiempo hay una cosa que se ha visto clara: que el alumno quiere acudir a clase. No es lo mismo estar en remoto que compartir la clase con el profesor, los alumnos, etc. A la gente lo que le gusta es la enseñanza presencial.
¿Este modelo híbrido que tenemos en marcha este año se va a mantener en el futuro?
Se mantendrán sus ventajas. Ahora un especialista interviene en clase de una forma muy sencilla. Además, cuando un alumno esté enfermo podrá seguir la clase. Hay cosas muy buenas que deben continuar, pero la presencialidad para mantener el contacto con el profesor y el resto de alumnos debe primar.
Las ventajas del modelo semipresencial se van a mantener en el futuro, aunque a los alumnos prefieren el modelo presencial.
Lo que hemos visto es que los centros pudieron reaccionar muy rápido cuando llegó el confinamiento. Se han adaptado muy rápido al modelo semipresencial. ¿Está también adaptándose con la celeridad que se requiere a las demandas de las empresas?
Para nosotros fue una sorpresa ver que la adaptación a la semipresencialidad fue más rápida y mejor de lo que pensábamos. Como institución teníamos todos los elementos pero casi no los habíamos usado. No hay nada como la necesidad para aprender y vimos que en 48 horas estuvimos adaptados. Además, vimos que la gente lo veía como un reto y así se pone más interés en las cosas.
Los resultados académicos fueron, incluso, mejores que en la enseñanza presencial y sin que a nadie se le regalara nada. El alumno en esta nueva realidad tuvo un buen resultado académico que demostró la fortaleza de la institución y el trabajo de alumnos y profesores para dar respuesta.
Esa versatilidad que se necesita lo da también el tipo de persona que existe actualmente. Hemos sufrido cambios y el mundo va rápido y se responde rápido.
¿La Administración responde con la misma rapidez a los nuevos planteamientos?
Conociendo su interés en que todo se haga de la mejor manera posible, la Administración es demasiado normativista y burocrática. Los profesores de universidad teníamos dos funciones: docencia e investigación, que son compatibles. En los últimos tiempos desde la creación y el desarrollo de la ANECA el profesor es un burócrata.
Ahora lo que interesa es el tipo de alumno que se produce y documentar el proceso: escanear los exámenes, guardar las notas, controlar la asistencia, etc. Buena parte del tiempo se dedica a temas burocráticos. Pero la universidad es un centro de creación de pensamiento, de innovación, de creación y la burocracia te aleja de ello.
La universidad es un centro de creación, pensamiento e innovación y la burocracia te aleja de ello.
La ANECA en su momento pedía reflexionar sobre cómo era la universidad, desde que se pasó de aconsejar a tener capacidad real de decisión se ha convertido en un corsé. Tanto que hay veces en las que echas de menos los tiempos en los que el Estado te daba un plan de estudios concreto.
Ahora se supone que tienes libertad para que el plan de estudios sea el que tú quieras, pero luego la ANECA te dice lo que considera que debe tener y lo que no. Además, para cada universidad te dice una cosa. Es un normativismo excesivo.
¿Qué le parece el real decreto de creación, reconocimiento, autorización y acreditación de universidades y centros universitarios que prepara el Ministerio de Universidades?
El decreto establece un tipo de universidad con el que no tenemos demasiados problemas. Ahora bien, establece que cada centro debe tener un número determinado de grados correspondientes a determinadas áreas de conocimiento. Todas excepto las politécnicas. ¡Oiga! ¿Por qué no se puede hacer una universidad solo de Humanidades?
¿Todas las universidades deben ser iguales? El sistema americano tiene las mejores universidades del mundo y las peores. Cada centro puede tener su vocación, la nuestra es la excelencia, la formación técnica y humanística del alumno.
No veo que el Estado tenga que decir cómo normativizar las cosas. La intervención excesiva del Estado en los ámbitos educativos anula la creatividad y la posibilidad de crear modelos diversos. Cada persona debe elegir el tipo de universidad al que quiere acudir. Hay una normativa que entiendo que busca salvaguardar la Educación, pero a veces es excesiva.
Estoy a favor de que haya un sistema en que las universidades puedan implantar sus grados y sus contenidos, si es que es real. Ahora está lleno de trabas. Lo mismo con el tipo de universidad. Sin embargo, con el sistema que propone el ministerio solo puedes convertirte en politécnico.
¿Por qué no puede haber una universidad sólo dedicada a las Humanidades?
Sin embargo, el otro día se publicaba un estudio en el que buena parte de las universidades privadas suspendían en investigación y las públicas en temas de personal. Eso provocaba que buena parte de los centros privados quedaran fuera del texto legal que prepara el Ejecutivo.
No sé la fiabilidad de los datos utilizados. De hecho, hubo una nota de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE) muy crítica con el estudio al que se refiere. De hecho, nosotros damos mucha importancia a la investigación. En la San Pablo este año hemos destinado siete millones de euros a 68 proyectos de investigación.
También ha sido la primera universidad privada en firmar un convenio con la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (CENAI) para la evaluación de la actividad investigadora de su Personal Docente e Investigador. Es decir, que hacemos una fuerte inversión en esta materia.
Consideramos que la investigación es algo propio de la universidad, pero también entendemos lo que planteaba Ortega. La formación del alumno es tan importante que si hacemos que los profesores se centren en investigación y olviden al alumno corremos el riesgo de dejar a un lado la formación de los alumnos.
Han desarrollado ustedes acuerdos con grandes empresas como Microsoft, Amazon o SAS dentro de la iniciativa CEU Digital Tech. ¿Puede darnos algún detalle de cómo va a evolucionar?
La parte más tecnológica es algo en lo que nosotros incidimos, pero no de forma exclusiva. Nuestras universidades tienen como objetivo fundamental formar personas. En ese sentido, nosotros hacemos una apuesta fuerte por las Humanidades, ya que todos los alumnos de nuestras universidades tienen asignaturas específicas.
Los convenios con las grandes empresas son una de las cosas que tiene que hacer la universidad. Porque tenemos que estar en el mundo. En un momento de máximo desarrollo tecnológico, lo que queremos es que nuestros alumnos tengan contacto con las empresas más destacadas.
Por ejemplo, hay un programa de Amazon que recibió el año pasado un premio, por el que nuestros alumnos pueden usar la app del CEU en Alexa y obtener la información de la universidad.
Queremos que todos nuestros alumnos tengan contacto con las empresas más destacadas en el ámbito tecnológico.
¿Qué planes tienen de cara al próximo curso?
Seguiremos insistiendo en cómo plantear los planes nuevos que podemos implantar con acuerdos para desarrollar la investigación. Además tenemos una gran disposición a ser permeables a todo lo que llegue de la sociedad para implementar al máximo todo aquello que resulte de utilidad a los alumnos. De hecho, creo que todavía hay una cosa que la Universidad le falta y es llegar a ser motor del desarrollo de su entorno.
¿Cuándo volverá la movilidad internacional?
Este año hemos tenido alguna presencia de alumnos internacionales. Más de 200 recibidos y hemos enviado unos 170. Son cifras inferiores a las de otros años, pero ha habido movilidad internacional. Creo que a partir de septiembre u octubre se podría normalizar la situación si la vacunación va según lo previsto.
¿La Ley Celaá tiene vuelta atrás?
Por desgracia tiene una vuelta atrás clarísima, el momento en el que haya un nuevo Gobierno. Algo que también ocurrió con la Ley Wert. Esto es una tónica en los últimos años.
Mi abuelo era diputado conservador en las Cortes en 1912. En una intervención del 20 de noviembre dijo que el problema del mundo educativo es que la ley de educación cambiaba en función del capricho del ministro y que lo que había que hacer era llegar a un acuerdo global. De ese modo, el ministro podría cambiar lo justo en función de su personalidad.
En aquel entonces hubo 20 ministros en 12 años. Cada ministro tenía sus propios intereses y hacía su propio intento para desarrollar el sistema educativo.
Ahora pasa lo mismo. Cuando unas formaciones u otras plantean las leyes de educación, se echa en falta una mayor interlocución con los profesionales. Es verdad que no siempre se coincide, pero hay consensos amplios en una serie de temas que sería bueno tener en cuenta. Mientras no haya una apuesta de verdad en interesarnos por la formación del alumno será muy difícil hacer leyes sólidas.
El problema es que hablamos de una Ley que va a marcar el futuro de las nuevas generaciones y que debería ser un proyecto de país.
Para mí el principal problema es que la Ley promueva la cantinela de que lo importante es que el alumno promocione. Entiendo que hay un problema de fracaso escolar, pero dar el mensaje de que el esfuerzo no importa es un mal mensaje. Por tanto, hay que dejar en manos de los profesores el cómo pueden ayudar a sus alumnos y no plantear que por orden ministerial pueden acabar promocionando.
El fracaso escolar debe resolverse en los centros y con el trabajo de los profesores de forma individual con cada alumno. Hay que dejar que los profesores tengan una amplia capacidad de actuación.