Son muchos los monumentos romanos que aún se conservan en España y que son un fascinante testimonio del legado del Imperio romano. Sin embargo, de entre todas estas construcciones, cabe señalar una que destaca probablemente por ser conocida por toda la sociedad española. Nos referimos al Acueducto de Segovia.
¿Por qué construyeron los romanos acueductos?
Los acueductos romanos eran impresionantes obras de ingeniería que reflejaban la habilidad técnica y el conocimiento hidráulico de los romanos. Aquí hay algunos aspectos clave sobre los acueductos romanos:
Se trata de estructuras diseñadas para transportar agua desde fuentes naturales, como manantiales o ríos, hasta las ciudades y otros lugares donde se necesitaba. Estaban construidos con una combinación de arcos, canales y tuberías subterráneas, dependiendo de la topografía del terreno que atravesaban.
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Los arcos eran una característica distintiva de muchos acueductos romanos. Utilizaban una serie de arcos para soportar el canal por el cual fluía el agua. Los romanos perfeccionaron las técnicas de construcción de estas estructuras, lo que les permitió erigir acueductos que atravesaban valles y terrenos montañosos.
Los materiales utilizados en la construcción de los acueductos variaban dependiendo de la disponibilidad local. En general, se usaba una combinación de piedra, ladrillo y hormigón, con tuberías de plomo utilizadas para transportar el agua en ciertos tramos.
Los acueductos romanos se diseñaban con un ligero gradiente o pendiente descendente para permitir que el agua fluyera por gravedad desde la fuente hasta el destino final. Este diseño ingenioso evitaba la necesidad de bombas u otras tecnologías para impulsar el agua a lo largo de largas distancias.
Los romanos también desarrollaron técnicas avanzadas para el mantenimiento de los acueductos, como la limpieza regular de los canales y la reparación de cualquier daño estructural. Además, se construyeron inspección y acceso puntos a lo largo de los acueductos para facilitar la inspección y el mantenimiento.
En resumen, los acueductos romanos eran obras maestras de la ingeniería civil que proporcionaban un suministro confiable de agua a las ciudades y regiones bajo dominio de la Urbs, contribuyendo significativamente al desarrollo y la prosperidad de la civilización romana.
El Acueducto de Segovia
Como ya se mencionaba anteriormente, los acueductos fueron de gran importancia en época romana, así como posteriormente. Su nombre procede de la unión de dos palabras latinas: aqua (agua) y ducere (conducir).
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El Acueducto de Segovia no es ni mucho menos el primer monumento romano construido en Hispania, pero sí que puede ser el que más ha trascendido. Se trata de una construcción de época romana que llevó agua a la ciudad de Segovia hasta 1973.
La fecha de su construcción es dudosa, en tanto que algunos estudiosos apuntan que fue hacia finales del siglo I d.C., y otros recientemente han indicado que más probablemente sea de principios del siglo II d.C., en tiempos del emperador Trajano.
También cabe destacar que no debió ser una obra fácil de construir, teniendo en cuenta los estudios previos que se tuvieron que desarrollar. Además, se calcula que se tardaron unos veinte años en acabarlo.
La parte más visible, y por lo tanto famosa, es la arquería que cruza la plaza del Azoguejo. Son muchos otros los datos curiosos que existen en torno al acueducto de Segovia: en primer lugar, cuenta con 167 arcos. También cabe mencionar que tiene casi 30 metros de altura, así como en su momento fue una herramienta que servía para transportar el agua a lo largo de 16.222 metros.
También llama la atención el hecho de que parece que el acueducto de Segovia divide la ciudad en dos, con la Plaza del Azoguejo a la izquierda y la Plaza de la Artillería a la derecha.
Su espectacularidad, así como su perfecta conservación, lo convierten en un símbolo de la época de esplendor que vivió el Imperio romano, teniendo en cuenta que es un perfecto ejemplo de las grandes dotes de ingeniería que desarrollaron los romanos.