Con una o dos legiones y al menos 5.000 hombres a su mando, el cónsul romano Quinto Cecilio Metelo desembarcó en el año 123 a.C. en Mallorca. La premisa oficial de la operación militar radicaba en eliminar la amenaza de los piratas en las islas Baleares, pero tuvo como resultado la conquista de todo el archipiélago. Fue un conflicto de pequeños enfrentamientos y escaramuzas entre la fuerza invasora y la población local, que al principio ofreció una cierta resistencia. A lo largo de la campaña el ejército romano tuvo que dispersarse para apagar los focos rebeldes y construyó campamentos y fuertes en los que guarecer temporalmente a la tropa.
Uno de esos castellum de campaña se construyó en la moderna localidad de Ses Salines. El sitio se conoce desde los años 80, durante la urbanización de la zona, gracias a una serie de hallazgos casuales de varios silos, una espada de la Edad del Bronce, fragmentos cerámicos indígenas y romanos y un peso. Sin embargo, el elemento más singular era un foso de sección triangular con una profundidad y una anchura que rondaban los tres metros y que iba saliendo a la luz a medida que se erigían nuevas casas.
Desde 2014, un proyecto arqueológico liderado por investigadores de las universidades de las Islas Baleares, Rovira i Virgili y de Barcelona ha realizado tres campañas de excavación en el yacimiento para desentrañar sus interrogantes. Los trabajos se han centrado en la prospección del foso defensivo y en la revisión planimétrica del sitio. Los resultados, publicados ahora en un estudio en la revista Gladius, indican que se trata de un fuerte militar relacionado con el bellum Baliaricum y que pudo haber alojado a una cohorte romana.
El recinto militar no se levantó en terreno virgen, sino sobre otra estructura defensiva que existía desde época postalayótica (550/500-123 a.C.). La guarnición romana reutilizó este espacio, que ocupa un área de 6.950 metros cuadrados, y lo circunvaló con un foso de planta irregular redondeada. Según los arqueólogos, se trata de una estructura negativa excavada en la roca madre, una arenisca blanca conocida como marès, y cuya sección triangular permite identificarla como una fossa fastigata. Tiene una anchura de unos 3-3,55 m, aunque en algunos puntos parece estrecharse hasta los 2,55 m, y una profundidad que va de los 2,6 a los 3 m.
Tras su breve uso, el castellum fue desmantelado: el muro se derribó y sus restos colmataron el foso. Las dataciones de la cerámica y de los restos de fauna hallados por la cerámica indican que se registró hacia 120-100 a.C., lo que permite relacionar el recinto con la conquista romana de Mallorca. Bartomeu Vallori, Silvia Alcaide, Jaume Servera y Alejandro Valenzuela, los firmantes del artículo, explican además que se ha documentado una serie de estructuras posteriores con una pavimentación precaria, derrumbadas en el segundo o tercer cuarto del siglo I d.C. En el yacimiento se han recuperado evidencias que apuntan una ocupación hasta el siglo V.
El papel del fuerte
La horquilla temporal arrojada por las dataciones ceramológicas y de radiocarbono descartan la vinculación del recinto con las guerras púnicas, con la guerra de Sertorio (82-72 a.C.), durante la cual el archipiélago cambió de bando varias veces, con la lucha antipirática de Pompeyo (67 a.C.) o con la contienda civil de este general con Julio César, que también vio cómo los habitantes de las islas apoyaban a un contendiente o a otro en función del momento y de sus intereses.
"Las eventuales tropas destinadas a las Baleares durante estos conflictos habrían tenido como función principal el apoyo a la flota y el control de la costa, y no del territorio", explican los investigadores. "El fuerte de Ses Salines, con una visibilidad muy limitada del mar [se ubica a 4,5 kilómetros de la costa], no parece una ubicación adecuada en ese contexto. Además, en caso de formar parte de una red de fuertes que conectasen el interior con la costa, se trataría de una dispersión de recursos y un debilitamiento de fuerzas, poco común en la estrategia romana tal".
Según sus hipótesis, las características y su datación encuentran una mejor explicación en la operación militar liderada por Quinto Cecilio Metelo. Se trataría de un castellum secundario de apoyo logístico al grueso del ejército del cónsul romano —los ocho silos documentados se pudieron haber utilizado para almacenar grano— donde tal vez se alojó una cohorte, una unidad con variaciones en su número pero que a finales del siglo II a.C. estaba formada por unos 480 hombres.
Los arqueólogos destacan que la fase del fuerte romano es "un evento disruptivo" en la extensa ocupación del sitio y que su estudio es "fundamental" para ahondar en el conocimiento de las estrategias de control del territorio y del abastecimiento del ejército romano republicano en campaña.