Situado a casi más de 3.100 metros de altura, rozando las nubes andinas, se levanta una extraña plaza donde durante milenios se realizaban ofrendas a deidades ya olvidadas. Enormes bloques megalíticos formaron dos círculos concéntricos de 18 metros de diámetro dando forma a una plaza ceremonial que guarda silencio sobre los cientos de secretos que esconde de los tiempos en los que los cazadores-recolectores americanos del actual Perú comenzaron a organizarse en sociedades mucho más complejas.
El yacimiento arqueológico de Callacpuma se localiza en la cuenca del río Cajamarca, al norte de los Andes peruanos, y es conocido desde hace 60 años gracias a sus más de cien pinturas rupestres que incluyen desde figuras geométricas hasta representaciones de la naturaleza. El viejo lugar asfixiado por la calzada inca que discurre a su alrededor ocupa una extensión de 250 hectáreas donde se acumulan, muy separadas entre sí, terrazas agrícolas y algunas construcciones domésticas junto a un complejo sistema de cuevas.
En 2015 empezó su estudio sistemático y poco después se documentó la extraña plaza circular que recientemente ha podido ser datada mediante análisis de carbono en hace más de 4.700 años. En Oriente ya existían construcciones similares, pero, en perspectiva, Stonehenge tuvo que esperar casi dos milenios hasta poder embrujar a las primitivas sociedades de la actual Inglaterra. "Las múltiples evidencias recogidas sugieren que la plaza circular de Callacpuma es una de las construcciones monumentales megalíticas más tempranas que se conocen al norte de los Andes", explica Jason L. Toohey, antropólogo de la Universidad de Wyoming y principal autor de un artículo publicado en la revista Science Advances.
Este centro ritual se enmarca en el precerámico tardío, un periodo crítico de transición en Sudamérica. En la costa, los pueblos pesqueros comenzaron a intercambiar productos con los incipientes agricultores de la sierra. "La plaza de piedra megalítica de Callacpuma es un ejemplo de arquitectura monumental construida por personas antes de la adopción completa de la agricultura y la vida sedentaria", explica el antropólogo a este periódico.
En la excavación se encontraron dos entradas a la plaza. Desde la puerta sur, un inmenso bloque de piedra perteneciente al segundo círculo bloqueaba la visión de lo que ocurría en su interior, obligando al visitante a desplazarse hacia alguno de sus lados que debían estar controlados. Antes de levantar estas ciclópeas paredes sin ayuda de mortero, los albañiles removieron el suelo y prepararon una capa de arcilla, tierra, grava y carbón. Las muestras datadas provienen de los restos de madera carbonizada de este lecho fundacional.
Ignotos rituales
En un tiempo de sociedades realtivamente pequeñas y móviles, los antropólogos siguen abordando numerosos interrogantes. "¿Qué llevaría a la gente a dedicar tanto tiempo y energía a construir estructuras tan grandes? ¿Cómo podrían haber funcionado plazas como ésta? Éstas son preguntas que han guiado nuestro trabajo, me fascinan y las seguimos investigando", detalla Toohey.
En el lugar existieron dos o tres pequeñas dependencias ya desaparecidas en las que se encontraron numerosos fragmentos de copas y boles de cerámica más tardíos, al menos diez cristales de cuarzo y restos de una gema de lapislázuli sin trabajar. A pesar de que se construyó tres milenios y medio antes de que las poblaciones locales conocieran la cerámica, parece que esta se convirtió en una ofrenda común una vez se dominó la técnica.
Las piezas más recientes, elaboradas con blanda arcilla caolín, se perdieron en la plaza en algún punto del conocido como periodo Layzón, entre los años 500 y 200 a.C. Según el estudio, la zona fue visitada de manera periódica hasta que, por razones que se desconocen, fue sellada de manera ritual en algún momento del mismo periodo.
En esta transición global hacia el Neolítico existen ejemplos de más construcciones rituales realizadas por pueblos no del todo sedentarizados como es el caso de las personas de la antigua Anatolia que levantaron el complejo de Gobleki Tepe hace unos 9.000 años. Esta clase de construcciones podría evidenciar "un cambio de sistemas de creencias relacionados con grupos pequeños y acciones colectivas e incluso regionales", concluye el estudio.
[Giro en la evolución humana: el 'Homo sapiens' conquistó Europa mucho antes de lo que se creía]
Ante los resultados de Callacpuma obtenidos por los antropólogos Melissa S. Murphy y Sarah G. Stagg (Universidad de Wyoming); Patricia Chirinos Ogata (Universidad de California) y Alex García-Putnam (Universidad de New Hampshire), liderados por el citado Jason L. Toohey, el siguiente paso requerirá el uso de radares de penetración terrestre y captura de imágenes infrarrojas desde drones para desvelar los cientos de misterios que entierra la plaza de Callacpuma.