Hace algo más de 5.000 años, durante el Neolítico, un hombre adulto sufrió una muerte violenta en una ciénaga ubicada cerca del moderno pueblo de Vittrup, en el norte de Dinamarca: su cabeza fue aplastada a porrazos, probablemente como parte de un sacrificio ritual, una práctica común en la región en ese momento. Los fragmentos partidos del cráneo, junto a un garrote de madera, un recipiente cerámico y huesos de un bóvido, salieron a la luz en 1915 durante unos trabajos en la turbera.
Una nueva sorpresa se registró en 2014 al analizar en el laboratorio el ADN de los restos humanos, expuestos actualmente en el Museo Histórico de Vendsyssel: el individuo masculino, de unos 30-40 años, murió a cientos de kilómetros de su lugar de origen —algún punto de la costa de la península Escandinava—. Sus genes eran diferentes a los de otros esqueletos asociados a la cultura de los vasos de embudo, que se desarrolló aproximadamente entre los años 3900-2800 a.C. en el actual territorio de Dinamarca.
¿Fue el hombre de Vittrup la víctima de una disputa o de un asesinato? ¿Era un comerciante cuya empresa acabó de forma trágica o el miembro de una comunidad rival capturado y ejecutado? Para tratar de resolver estos interrogantes, un equipo de investigadores liderado por Anders Fischer, de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), ha realizado un estudio multidisciplinar —análisis arqueológicos, antropológicos, genéticos y de isótopos— de los restos humanos para reconstruir su "vida accidentada", que finalizó abruptamente en algún momento comprendido entre 3300-3100 a.C. Los resultados se han publicado este miércoles en la revista científica PLOS ONE.
Los isótopos de estroncio, carbono y oxígeno analizados en el esmalte dental de este individuo revelan que nació en Suecia o Noruega y pasó su infancia en la costa de la península Escandinava, formando parte de una comunidad mesolítica de cazadores-recolectores. Los análisis proteómicos, por otro lado, muestran que el hombre en sus primeros años de vida consumió recursos marinos, como mamíferos (focas y ballenas) y peces, pero que en el salto a la edad adulta cambió su dieta hacia alimentos agrícolas, incluidas ovejas o cabras.
"Comenzó como pescador-cazador-recolector en una región costera del norte de Escandinavia que, como posibilidad extrema, podría estar a lo largo de la costa noruega, cerca del Círculo Polar Ártico. Luego se produjo un cambio en la dieta hacia otra dominada por recursos de contextos terrestres y/o de agua dulce", resumen los investigadores. "Antes de cumplir los 18-19 años, acabó entre agricultores, posiblemente dentro del entorno de la cultura de los vasos de embudo en el extremo noroeste de Dinamarca, donde su vida se terminó varios años después". No obstante, reconocen que es imposible determinar el porqué de la migración de este individuo.
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Ruta marítima
Los autores de la investigación manejan dos hipótesis: que este individuo participase en el intercambio comercial de hachas de pedernal entre las comunidades del norte de Jutlandia y Noruega/Suecia, estableciéndose en algún momento en el noroeste de Dinamarca e integrándose como un miembro más de la cultura local; o que se trate de un prisionero capturado que fue utilizado como mano de obra. En cualquier caso, descartan que fuese la víctima de una disputa o un asesinato.
"Las miles de deposiciones contemporáneas de animales, humanos y objetos preciosos en entornos ambientales similares en Dinamarca y el sur de Suecia hacen más probable que fuera sacrificado", sugieren en el estudio. "En esa época, era una práctica común en la moderna Dinamarca sacrificar humanos en ciénagas, y esos actos a menudo se hacían de formas violentas. Evidentemente, tan dudoso honor también se brindaba a personas de procedencia no local".
El viaje del hombre de Vittrup revela además la existencia de una ruta marítima prehistórica entre Escandinavia y la moderna Dinamarca. De haber zarpado desde la costa occidental de Suecia, completó un trayecto de más de 75 kilómetros por mar abierto, sin ver tierra durante buena parte del mismo. Desde Noruega, la navegación habría superado los 100 km. "En la mayoría de las condiciones climáticas, un viaje seguro a través de estas aguas requeriría un barco genuinamente apto para navegar y un astuto conocimiento náutico", valoran los investigadores.
Aunque todavía quedan numerosos enigmas que desentrañar sobre la historia del hombre de Vittrup, los científicos destacan que es la primera vez que se logra reconstruir la biografía de un habitante prehistórico del norte de Europa con tal grado de detalle. También aseguran que los datos obtenidos gracias a este esqueleto proporcionan nuevos conocimientos sobre las interacciones entre las sociedades mesolíticas y neolíticas.