Europa era hace 30.000 años un mosaico de culturas: lo que revelan las joyas del 'Homo sapiens'
Un estudio científico amplía a nueve el abanico de comunidades culturales durante el Gravetiense. De algunas de ellas apenas se tienen datos genéticos.
29 enero, 2024 17:00Hace unos 34.000 años, en el Paleolítico Superior, una nueva cultura que fabricaba puntas de muesca comenzó a expandirse por toda Europa, desde la actual Rusia hasta la Península Ibérica. Si bien la industria lítica presentaba ligeras variaciones en función de la región geográfica, se llevaron a cabo otras importantes innovaciones, como la elaboración de figuras antropomorfas femeninas, las famosas Venus paleolíticas, o la aparición de los primeros enterramientos con ajuares. El Gravetiense fue la primera cultura paneuropea del Homo sapiens, desarrollada aproximadamente hasta hace unos 24.000 años, hasta la época de frío extremo del Último Máximo Glacial.
En este periodo, enmarcado entre el Auriñaciense (hace 41.500 y 30.000 años) y el Solutrense (24.000-19.000), se registró también una producción sistemática de adornos personales, recuperados por los arqueólogos tanto en contextos funerarios como en yacimientos relacionados con la vida diaria de estas comunidades de cazadores-recolectores. Estos individuos hicieron collares con cuentas de materiales muy diferentes: marfil, conchas, huesos y dientes de animales (osos, caballos o conejos), piedras, ámbar, azabache...
Un estudio publicado el año pasado desveló que los individuos del Gravetiense del centro y sur de Europa eran genéticamente diferentes a los del oeste: es decir, había dos grupos principales que usaban la misma tecnología, compartían cultura arqueológica y producían arte similar que, sin embargo, tenían una ancestralidad diferente. Pero una nueva investigación científica, centrada en el análisis de los adornos personales elaborados en este periodo, ha desvelado ahora un paisaje todavía más complejo, con nueve grupos culturales distintos —de tres de ellos apenas se tienen datos de ADN antiguo—.
El nuevo trabajo, publicado este lunes en la revista Nature Human Behaviour y liderado por Jack Baker, investigador de la Universidad de Burdeos (Francia), partía con la premisa de establecer si los adornos personales sirven para identificar la extensión geográfica y la evolución de grupos culturales pretéritos. Dicho de otro modo, para comprobar si las diferencias en la cultura material prehistórica se explica exclusivamente por una cuestión de distancia entre los yacimientos y sus habitantes o por la combinación de más factores.
En total, se han analizado 134 tipos de adornos identificados en 112 yacimientos, la mayoría sitios donde vivieron estos grupos de cazadores-recolectores, pero también más de una decena de lugares de entierro localizados en Europa occidental, central y oriental, Iberia y la zona mediterránea. Los investigadores han hallado diferencias sólidas en los ornamentos documentados en la zona de estudio y han diferenciado nueve grupos. Según sus conclusiones, serían la representación de nueve entidades distintas con fronteras culturalmente determinadas entre ellas.
"Nuestros resultados son consistentes con la idea de que al elegir sus adornos personales, los cazadores-recolectores del Gravetiense seguían, al menos hasta cierto punto, convenciones dictadas por su sentido de pertenencia a un grupo cultural y que existían fronteras culturales ligeramente permeables entre grupos", escriben los autores del artículo científico.
Mapa más preciso
Otro de los objetivos del estudio ha sido precisar los efectos que esas barreras espaciales y culturales habrían tenido en la diversidad de las cuentas. El modelo estadístico desarrollado ha confirmado que aunque la distancia física pudo haber tenido su peso, no fue el único factor. En este sentido, proponen que el estatus de cada individuo habría sido relevante: los adornos con los que se habría inhumado a un individuo normal serían más austeros que el ajuar de un miembro destacado de la comunidad.
Asimismo, los investigadores aseguran que sus resultados concuerdan con los hallazgos de los estudios paleogenéticos recientes, aunque les permiten reconstruir la geografía de las culturas del Gravetiense a una escala más precisa. Dos metodologías complementarias ante la escasez de restos humanos en algunas zonas de Europa para este periodo: por ejemplo, el cráneo de una mujer adulta de entre 40-45 años hallado en la cueva catalana de Mollet-III (Serinyà) constituye el único individuo de la Península Ibérica con información genética disponible para este intervalo de 10.000 años.
"Los adornos personales asociados a los enterramientos descubren dos comunidades en la Península Itálica donde sus datos genéticos y culturales se visualizan en una sola entidad. Por otro lado, los adornos encontrados en hábitats muestran dos culturas en la Península Ibérica, un área para la cual solo se dispone de un individuo con datos genómicos, e identifican una región que cubre las actuales Francia y Bélgica como una única entidad cultural en la que se localizan restos humanos atribuidos genéticamente a diferentes ancestralidades", detallan los científicos. "Nuestro conjunto de datos también distingue una entidad cultural en la zona más oriental de Europa, una vasta región para la cual los datos de ADN antiguo aún no están disponibles".