El origen de las piedras con las que se construyó el dolmen de Menga, en Antequera (Málaga), una de las cumbres de la arquitectura adintelada en la Prehistoria europea, revela una de las mayores proezas de ingeniería del Neolítico, según una investigación sobre este monumento de piedra más colosal construido entre hace 3.800 y 3.600 a.C., mil años antes que la primera pirámide del Antiguo Egipto.
Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad de Sevilla (US) firman un estudio publicado en la revista Scientific Reports que revela la aplicación de nuevas tecnologías de madera y piedra que permitieron la construcción de un monumento sin precedentes. La grandiosidad de Menga, con su descomunal trilito (dos losas verticales y una de cubierta) de la entrada, radica en su carácter arquitectónico, en la creación de un espacio interno realmente asombroso que difícilmente encuentra parangón en otros casos del Megalitismo europeo.
El dolmen de Menga, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde julio de 2016, fue en su momento el monumento de piedra más colosal construido en Europa, mil años más antiguo que la primera de las pirámides de Egipto (la pirámide escalonada de Saqqara se construyó entre 2.700 y 2.600 a.C.). Un nuevo trabajo científico ha desvelado la procedencia exacta de las colosales piedras empleadas para construir ese dolmen, uno de los grandes megalitos que integran el Sitio Unesco de los Dólmenes de Antequera (Málaga).
Esta investigación, bajo el liderazgo de José Antonio Lozano, del Instituto Español de Oceanografía (IEO/CSIC), en la que participa el grupo ATLAS de la Universidad de Sevilla, se basa en un minucioso mapeo geológico de alta resolución, así como en análisis petrográficos y estratigráficos de todas las piedras que integran el dolmen de Menga.
Una cantera próxima
Los resultados muestran que las gigantescas piedras, de decenas de toneladas de peso (la más grande, la Cobija 5, pesa 150 toneladas aproximadamente) fueron transportadas desde unas canteras ubicadas en el Cerro de La Cruz, situado un kilómetro en línea recta al oeste de Menga. Las piedras empleadas para la erección del dolmen son en su mayoría calcarenitas, una roca sedimentaria detrítica mal cementada comparable a las conocidas como 'piedras blandas' en la ingeniería civil moderna.
De este estudio se infiere que el uso de piedra blanda en Menga revela la aplicación humana de nuevas tecnologías de madera y piedra que permitieron la construcción de un monumento de magnitud y complejidad sin precedentes.
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Las piedras de Menga fueron transportadas desde la cantera siempre en un sentido descendente, cuesta abajo, a lo largo de una pendiente de promedio de 22 grados, hasta el lugar de emplazamiento del dolmen, aproximadamente a 1 kilómetro de distancia.
La ubicación cercana y las fracturas naturales presentes en las canteras habrían facilitado la extracción y transporte de las enormes piedras. El emplazamiento de las canteras y las características geológicas fueron un factor crítico adicional para el emplazamiento de Menga.
Conocimiento de las rocas
El uso de piedras blandas permitió a las comunidades del Neolítico Tardío trabajar piedras gigantescas, lo que prueba que las comunidades neolíticas tenían un profundo conocimiento de las propiedades geotécnicas y geológicas de las rocas disponibles y de la calidad del terreno elegido para la cimentación.
Evitaron margas para la ubicación del megalito y la utilización de rocas no consolidadas para la edificación, se seleccionó cuidadosamente el sustrato, se utilizaron pilares y se evitó la infiltración de agua, entre otros, para evitar el deterioro de estas piedras blandas y asegurar la estabilidad del dolmen hasta crear un túmulo impermeable.
El caso de los pilares utilizados en el dolmen de Menga es paradigmático como dispositivo para garantizar la estabilidad y conservación del magno monumento.
En la extracción y transporte de las enormes piedras desde el Cerro de la Cruz hasta el cerro de Menga debieron exigir una planificación intensiva, una logística muy precisa y enormes inversiones en mano de obra. De estos resultados se puede deducir que la carpintería asociada al proceso constructivo también debió demandar el uso de grandes cantidades de madera.