Pocos esperaban aquel descubrimiento. El dictador Primo de Rivera autorizó la puesta en marcha de una ambiciosa vía férrea que uniera los puertos de Santander y Valencia. Las obras del tren llegaron al pueblo burgalés de Poza de la Sal en agosto de 1928. En su imparable avance, las excavadoras removieron el pasado, destrozando varios sarcófagos y estelas además de mutilar los enormes sillares de una ciudad romana perdida en el tiempo. Flaviaugusta despertó de su letargo de una manera dolorosa para volver a caer de nuevo en el olvido.
Cada metro de suelo del municipio esconde un inmenso misterio. Poblado de forma ininterrumpida desde el Paleolítico, la zona está llena de yacimientos por descubrir. En el cercano Cerro Milagro se asentó desde la Edad del Hierro el oppidum celtíbero de Salionca que, con la llegada de los romanos en el siglo I, bajó de las alturas y se transformó en la próspera Flaviaugusta, bañada por el río Homino.
Solo se ha excavado una pequeñísima parte de la ciudad, aunque su extensión se calcula que podría ser superior a las diez hectáreas. Casi cien años después de la llegada del ferrocarril, comenzó a emerger del olvido uno de los yacimientos más singulares del norte de Burgos.
Poderío económico
En una tierra muy fértil para el cultivo, el verdadero motivo de la riqueza de Flaviaugusta -y de los asentamientos que la precedieron y sucedieron- se encuentra a menos de 20 minutos caminando de la ciudad. "La propiedad de la sal te podía hacer un hombre impresionantemente rico, aquí hay muchísima y es muy fácil extraerla", explica a este periódico la arqueóloga Esperanza Martín, responsable de las investigaciones en Poza de la Sal.
Aunque hoy en día parezca una nimiedad, la sal ha sido durante siglos una materia valiosísima al permitir conservar los alimentos: se usó como moneda de pago, de ahí que en la actualidad millones de personas reciban todos los meses un salario.
Las primeras prospecciones realizadas en 2017 fueron impresionantes. "Hacía mucho tiempo que no veía nada parecido, daba igual donde tocases, todas eran positivas en evidencia arqueológica", relata la arqueóloga. En busca de Flaviaugusta, un estudio con georradar arrojó unos resultados espectaculares: "Se puede apreciar perfectamente todo el urbanismo romano".
Una gran parte sigue oculta bajo la superficie, pero hace unos dos mil años decenas de personas realizaban aburridos trámites administrativos o pagaban multas mientras los decuriones debatían los asuntos públicos en su monumental foro.
Después de una jornada agotadora, sus habitantes tenían la posibilidad de relajarse o continuar con sus negocios entre los vapores de las piscinas del complejo de termas. La calle principal de la ciudad, que en época romana llegaba a Virovesca (Briviesca) siguió en funcionamiento. Hoy la atraviesa una carretera que discurre paralela a las viejas vías del ferrocarril de 1928 que, abandonadas en 1985, han sido reconvertidas en vía verde.
En el siglo XVI, un humanista veneciano llamado Andrea Navagero documentó a su paso por la localidad la existencia de un antiguo templo que aún se mantenía medio en pie junto a una inscripción "dedicada a un dios llamado Suttunio". Esta deidad desconocida sería muy probablemente un dios asimilable al Júpiter romano al que los habitantes de Flaviaugusta rendían culto, al igual que el resto de ciudades del Imperio romano.
La parte que ha sido excavada se corresponde con una inmensa insula perteneciente a una familia con buen nivel adquisitivo."No esperábamos tantísima calidad en los materiales", informa Esperanza Martín. Perteneciente a una familia de la élite local, quizá con negocios interesantes en torno a la sal, contaba con un rico atrio decorado con columnas sobre el que giraban las nueve habitaciones de su hogar.
Al ser una vivienda semihipogea, su suelo quedó a salvo de los arados que roturaron la superficie de la ciudad. Entre sus restos se ha encontrado, además un alfiler de hueso, una muy numerosa vajilla "de alta gama"; decenas de fragmentos de vidrio, en su mayor parte decorados, y de terra sigillata hispánica lisa de muy buena calidad que dan muestra del elevado tren de vida de sus moradores.
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Además de esta inmensa y rica colección, este domicilio conocido como la "Casa de las Flores" debe su nombre a los motivos vegetales y florales de las impresionantes pinturas murales que adornaban parte del techo y las paredes de esta vivienda. Una muestra se ha enviado a un laboratorio de Lituania donde se está realizando un análisis de carbono 14 para desvelar la fecha en la que fueron realizadas.
Flaviaugusta en su totalidad estuvo poblada al menos hasta el siglo IV, como confirma una moneda del emperador Constantino asociada al yacimiento. Esta y otras acuñaciones se conocen por detectoristas, por lo que sería necesario hacer un estudio sistemático para determinar en qué zona se encontraron.
Dificultades y esperanzas
"Estos expoliadores vienen casi cada fin de semana y dejan el yacimiento hecho un queso gruyer. Pasa en todos los yacimientos de España, pero es algo terrible, nos han llegado a hacer un agujero dentro de nuestra cata aprovechando la noche", apunta la arqueóloga, que confía en que Flaviaugusta ayude a crear una conciencia patrimonial que detenga a los detectoristas.
Una vez la ciudad se perdió en la historia, los restos de su esqueleto fueron aprovechados para levantar las viviendas de los pueblos aledaños. Cuando en 1928 el ferrocarril la desenterró, el arqueólogo Julio Martínez de Santa Olalla se vio sobrepasado por la ingente cantidad de material que podía ser destruido y por las piezas perdonadas por albañiles y capataces. Pese a contar con el apoyo de la Guardia Civil, denunció en varias ocasiones el robo de decenas de piezas que con casi total certeza fueron vendidas y dispersadas, en el mejor de los casos, entre los museos de España.
Pese a estas dificultades, Esperanza Martín y su equipo, cerca de terminar su campaña de 2023, confían en seguir contando con el mecenazgo del Ayuntamiento de Poza de la Sal y de la Diputación de Burgos para, además de seguir excavando en Flaviaugusta, "dar a conocer también el resto de las decenas de yacimientos prehistóricos y protohistóricos que rodean Poza".