La esperanza de un tratamiento que ralentice el avance del alzhéimer está más cerca, pero no llegará antes de que el envejecimiento de la población lleve a tensionar el sistema sanitario con un 'tsunami' de nuevos pacientes con demencia. Estos son los puntos que han querido destacar los expertos reunidos en la mesa sobre Novedades en enfermedades neurodegenerativas del IV Simposio del Observatorio de la Sanidad que organizan EL ESPAÑOL e Invertia.
Los ponentes han sido Raúl Martínez, neurólogo e investigador del Centro Integral de Neurociencias AC HM CINAC; Alberto Villarejo, representante de la Sociedad Española de Neurología y jefe de Sección de Neurología del Hospital Universitario 12 de Octubre; y Miguel Medina, director científico adjunto del Centro de Investigación Biomédica en Red Enfermedades Neurodegenerativas (Ciberned).
Según explica Martínez, la edad es el riesgo inmodificable para adquirir una enfermedad neurodegenerativa. Intervenir de forma preventiva para "enlentecer el desarrollo de los síntomas" y "retardar la discapacidad" sería el principal beneficio para el paciente y su familia. Sin embargo, son enfermedades complejas de causas difusas. Así, destaca que el origen genético del mal de Huntington se conoce desde los noventa, pero no se han encontrado aún paliativos.
"Tenemos mucha impaciencia, pero el avance del conocimiento fisiopatológico ha sido enorme", matiza Villarejo, destacando la década de los 90 como la de la "gran inversión" sobre el cerebro. Destaca la próxima llegada de los biomarcadores plasmáticos, menos invasivos que el PET de amiloide o de tau, o incluso de la punción lumbar que se practican de forma limitada en España. Están llamados a "revolucionar el diagnóstico", ya desde la Atención Primaria.
"Las novedades de los últimos dos años son la luz al final de túnel", coincide Medina, y el reto de los biomarcadores plasmáticos es disponer de una técnica "validada y reproducible" en laboratorios centralizados. El especialista recuerda que el alzhéimer puede ser detectado hasta dos décadas antes de tener síntomas, y permite realizar intervenciones que "no necesariamente son farmacológicas".
Estas intervenciones consisten en hábitos saludables básicos, y otros específicos, como evitar traumatismos craneales, aumentar el nivel educativo desde pequeños, y usar las habilidades cognitivas toda la vida. A ello se sumaría la prevención farmacológica a partir de la detección de los nuevos biomarcadores positivos. Ante el "discreto" descenso de la incidencia del alzhéimer en países desarrollados, el especialista señala que "algo se ha hecho bien", especialmente en la atención a los factores cardiovasculares.
Sin embargo, la prevalencia de la enfermedad no va a dejar de aumentar, de mano del incremento de la población envejecida. "El Plan Nacional Alzhéimer ha sido una decepción, nació sin financiación y no ha servido para nada", lamenta Medina. Los especialistas coinciden que es "un área infradiagnosticada" para la importancia y el impacto sociosanitario que tiene.
En cuanto al resto de enfermedades neurodegenerativas, Martínez celebra "haber cambiado la historia del párkinson" con respecto a hace 20 años. "A los pacientes les decimos que no cambien sus planes de vida, pero no tenemos fármacos que traten los factores fisiopatológicos, enlentezcan la neurodegeneración y el avance de la enfermedad", destaca. La ELA está en un estado aún más dramático, por la rapidez en la que progresa, impidiendo la investigación. En ese sentido, recuerda que la inversión en España queda por debajo de la media.
Los especialistas han valorado positivamente la llegada del lecanemab tras el primer ensayo clínico exitoso con pacientes de alzhéimer, que vendrá seguido del donanemab, otro anticuerpo monoclonal. Sobre los efectos secundarios adversos, como el riesgo de edema en la zona en la que se elimina la proteína amiloide, Martínez recuerda que siempre se valora el riesgo-beneficio de un tratamiento, y en este caso no hay alternativas. Sin embargo, insta a la sensibilización social ante la noticia de que EEUU permitirá vender los tests en farmacia, lo que implicará falsos positivos.
Villarejo subraya que, precisamente a la luz de estos efectos secundarios, los pacientes tendrán que ser seleccionados cuidadosamente en las primeras intervenciones. "Es medicina personalizada, y es cara", apunta. Medina se muestra conforme, aunque animado por el porcentaje discreto pero relevante de éxito. "Hará falta una combinación de terapias, antiamiloides y antitau", señala, además del acompañamiento y seguimiento a largo plazo.
Martínez subraya la importancia del diagnóstico temprano, ya que brinda un mayor éxito del tratamiento disponible para compensar al cerebro desde el primer momento. En el triste caso de que no se disponga de soluciones farmacológicas, "es mejor ir preparando al paciente y la familia". Sin embargo, los nuevos biomarcadores y fármacos pueden permitir un mayor 'efecto enlentecedor', a mayor precocidad de su aplicación.
Villarejo concluye lamentando que siga habiendo "cierto estigma" con el alzhéimer, "como cuando no se decía al paciente que tenía cáncer". El investigador aboga por hacer un esfuerzo de concienciación: "Si se tapa, será una epidemia silenciosa". Pero los nuevos fármacos tienen un "efecto llamada", celebra: "Cuantos más aparezcan contra una enfermedad, más empresas querrán invertir".