Sánchez amplía el foco de los 'pseudomedios' a la 'tecnocasta': así convierte en global su cruzada contra las 'fake news'
El presidente elige confrontar con Elon Musk, sin citarlo, como una forma de enfrentarse a Trump y esquivar posibles consecuencias diplomáticas.
Más información: Sánchez pide acabar con el anonimato en redes sociales y que Musk revele su algoritmo: "Make social media great again"
El pasado septiembre Pedro Sánchez acudió a la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York con la intención de plantear la lucha contra la desinformación, de la que había hecho bandera en el ámbito doméstico, a nivel global.
Se coordinó con el presidente brasileño, Lula da Silva, uno de los escasos líderes socialistas con proyección internacional que quedan en este momento, y organizó un evento paralelo en el marco de la Asamblea de la ONU.
Allí Sánchez planteó crear un foro mundial contra las 'fake news' y confió en que aquella fuera "la primera de muchas reuniones".
Desde entonces no ha vuelto a haber noticias de una alianza formal en este aspecto. Pero esta semana el presidente utilizó otra de las grandes citas de la comunidad internacional para insistir en este tema.
El objeto de su intervención en el Foro Económico Mundial de Davos iba a ser hablar del estado de salud de la economía española, pero al inicio de su discurso aclaró que ante el estado de las circunstancias había decidido orientar sus palabras hacia las redes sociales.
Ese contexto al que el jefe del Ejecutivo apelaba, sin citarlo, era la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el apoyo de los principales magnates de las compañías tecnológicas estadounidenses. No sólo Elon Musk, dueño de X, sino también los propietarios de Meta, Google, OpenAI o Amazon.
Sánchez se refirió a todos ellos como "un pequeño grupo de tecnobillonarios que ya no se conforman con ostentar un poder económico casi total: ahora también ambicionan el poder político de una forma que está socavando nuestras instituciones democráticas".
No es la primera vez que el presidente se expresaba en estos términos. Esta misma semana acudió a un acto sobre Inteligencia Artificial en el que habló de una "tecnocasta" que "está tratando de usar su poder omnímodo sobre las redes sociales para controlar el debate público y, por tanto, la acción gubernamental nada más y nada menos que de todo Occidente".
Aunque el grupo es más nutrido y algunos de sus miembros como Jeff Bezos -dueño de Amazon y del Washington Post-, controlan medios tradicionales, en el imaginario colectivo las críticas de Sánchez apuntan a una sola persona: Elon Musk. El hombre más rico del planeta, colaborador de Trump y súper villano del momento.
"La estrategia de Sánchez es convertirse en el líder político mundial que represente todo lo contrario a Trump. Es una forma de recuperar el prestigio perdido en los últimos meses, con una imagen que despierta muchas simpatías entre su electorado, porque supone enfrentarse al fascismo, nazismo y todas esas ideologías horrorosas del pasado", señala Moisés Ruiz, profesor de Liderazgo en la Universidad Europea.
Sánchez, sin embargo, no apela a Trump sino a lo que podría calificarse como el 'trumpismo'. "Elon Musk es el señuelo que está utilizando Trump para desviar la atención sobre él y Musk se siente encantado con ese papel. España debe andarse con mucho cuidado con estas críticas y por eso es más fácil apuntar en esa otra dirección", insiste Moisés Ruiz.
Equilibrios diplomáticos
Toda la estrategia está medida y calculada. Sánchez felicitó a Trump el día de su investidura y cuando le han preguntado en Davos por sus relaciones con Estados Unidos ha respondido que su intención es estrechar la alianza con un socio fundamental.
El presidente completa su argumentario con que "una guerra comercial", como la que plantea Trump con China, "no beneficia a nadie".
En medio del fiel de la balanza está también el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, que insiste en que la llegada de Trump a la Casa Blanca no cambiará nada las relaciones entre España y Estados Unidos.
Aún así, de forma consciente o no, durante sus primeras horas en el Despacho Oval, el presidente de Estados Unidos ya mandó un recado a España. Dijo erróneamente que nuestro país formaba parte las naciones BRICS, pero acertó al afirmar que nuestro presupuesto en Defensa no se acercaba al exigido por la OTAN.
Hasta ahora se planteaba que la inversión llegara al 2% del PIB, aunque con la llegada de Trump a la Casa Blanca podría aumentar hasta el 5%. "Creo que España está muy por debajo", dijo Trump, y amenazó con imponer "al menos un arancel del 100% a los negocios que hagan” esos países incumplidores.
Como todo en el discurso del mandatario estadounidense, esa advertencia es confusa, equívoca y caótica. Pero manda un mensaje: ahora es él quien tiene el botón rojo de las sanciones. Y a Trump no le suele gustar mucho que le contradigan, sobre todo si esas afirmaciones vienen de un país al que considera inferior.
"El riesgo es evidente, pero Sánchez tiene un gran instinto político y entiende que debe abordar con mucha contundencia ese papel como antítesis de Trump. Y si además pensamos que el único político español que ha estado en Washington durante su investidura es Santiago Abascal, pues ya está claro el modo de trasladarlo a la política nacional", agrega el experto en Liderazgo de la Universidad Europea.
Por eso a Sánchez se le ha quedado pequeña la crítica patria hacia los "pseudomedios" y la "máquina del fango" a la que se enfrenta cada día en el ámbito interno. Ahora, ante la ausencia de otros líderes socialdemócratas internacionales, ha elegido ampliar el foco a nivel global porque ha encontrado otro enemigo mucho más poderoso con el que confrontar.
El problema es que ese rival tiene una potencia de fuego a nivel comercial y diplomática igual o más grande que su capacidad para polarizar a la sociedad.
Regular las redes
Todo el discurso de Sánchez en Davos tenía esta lectura geopolítica. Pero, además, en su disertación sobre la degradación del debate público que están provocando las redes sociales había un análisis y una serie de recomendaciones.
Argumentó que las noticias falsas tienen un 70% más de posibilidades de ser compartidas que las reales, que cerca de un tercio de los usuarios de las redes son bots y que a su vez estos dirigen cerca de la mitad del tráfico que se genera en internet. Hay diferentes estudios en este sentido, aunque el presidente no explicó de dónde salían esos datos.
En cualquier caso, para combatir todos estos fenómenos, Sánchez afirmó que piensa llevar a la próxima reunión del Consejo Europeo tres medidas regulatorias: eliminar el anonimato en internet, reclamar que los algoritmos que utilizan las redes sean abiertos y que los responsables de estas empresas se responsabilicen de la desinformación que se genera en ellas.
El jefe del Ejecutivo apeló a un reglamento sobre la identidad digital que ya aprobó la Comisión Europea y al que se opusieron cerca de 500 científicos y expertos en ciberseguridad de toda Europa. Jorge Blasco, profesor de Ingeniería de Sistemas Informáticos de la Universidad Politécnica de Madrid, es uno de ellos.
"Reclamar el anonimato en internet es inútil. Para empezar, las empresas no estarán por la labor y siempre habrá mecanismos clandestinos para huir de esa regulación", sostiene.
"Y además -defiende el experto-, cuando hay un delito ya existen procedimientos para investigar a sus autores. Eliminar el anonimato para todo el mundo es algo muy peligroso porque va en contra de la naturaleza de internet y se está penalizando a todos los usuarios aunque no hayan hecho nada malo".
Blasco cree que es imposible tener una red en la que "se comunique en tiempo real desde todo el mundo y a la vez tenerlo todo controlado". Y aunque opina que sus dueños sí deberían tener más responsabilidades, considera que este intento de regular las redes tienen más que ver "con la situación política" que con su funcionamiento.
"Es evidente que redes como X fomentan el extremismo y que por ahí tenemos un problema. Pero eliminar el anonimato no va a resolverlo", sentencia.
Es decir, que desde un punto de vista práctico existen dudas sobre las recetas contra las 'fake news' que plantea Pedro Sánchez. Y desde la óptica política, el riesgo es muy elevado ante la magnitud del oponente al que se enfrenta.
Aún así, Sánchez ha encontrado al monstruo de las siete cabezas. Y se propone combatirlo, en un ejemplo más de que su resistencia suele estar basada en jugar al ataque.