El Congreso de los Diputados ha cambiado de nombre en virtud –o más bien en defecto– del lenguaje inclusivo. Ahora se llamará "Congreso" a secas. Sin diputados. Y está bien. Porque lo que hay dentro son caníbales.
Nos brinda el adjetivo Félix Bolaños, que ha acudido esta mañana a la Carrera de San Jerónimo con un libro titulado así, "Literatura para caníbales". Bolaños, cuando entró en política, tenía el mismo aire de curilla que el padre Feijóo. Hemos alumbrado la esperanza cuando, tras media hora de insultos, el ministro de Justicia ha invocado su pesar por las cosas que se dicen.
Pero luego ha añadido: "Así que lamento decirle esto, señor Tellado". Y le ha dicho al portavoz del PP lo más ofensivo que se le puede decir a una persona: "Lea usted. Lea lo que sea, pero lea algo".
Es el peor insulto de entre todos los posibles. De cualquiera de las maneras, tanto si Tellado lee algo como si no. Si lee, porque no se le puede dibujar como un analfabeto. Y si no lo hace, porque está feo llamar analfabeto al que lo es.
El Congreso de los caníbales ha alumbrado esta mañana otra escena para las fronteras rebasadas sin posibilidad de regreso: los socialistas se han encargado de buscar en la colada de la familia Feijóo algo con lo que contrarrestar las acusaciones al matrimonio Sánchez-Gómez por "conflicto de intereses".
La encargada de disparar ha sido María Jesús Montero, descrita por el PP como la "fibriladora" del Consejo de Ministros. Estaba respondiendo a Cuca Gamarra, pero ha mirado a Feijóo. Le ha pedido que dé explicaciones sobre una empresa que recibió subvenciones de la Xunta de Galicia cuando él era presidente y Eva Cárdenas, su esposa, trabajadora de la firma.
Sagardelos, la empresa, ha remitido una nota a los medios negando la coincidencia de las subvenciones con la presidencia de Feijóo. Tras las palabras de Montero, la bancada socialista ha estallado de júbilo. Celebraban haber empatado el partido. Y Sánchez... ¡ay, Sánchez! Sonriente, como Marlon Brando, ha mirado a Feijóo y le ha dicho: "Y más cosas, y más cosas". Esto sólo acaba de empezar.
Cuando de corrupción se trata, gobernar es empatar. El Gobierno no puede trabajar para librarse del estigma Koldo, pero sí puede afanarse en el papel de detective para que los medios publiquen cualquier indicio de casos similares acaecidos en el PP. Empatar, siendo oposición, es perder. Pero empatar, siendo gobierno, es seguir gobernando.
Cuando Génova decidió ir hasta el final con las acusaciones contra Begoña Gómez, medios próximos a la izquierda publicaron la investigación fiscal contra el novio de Ayuso. A esa bala se añaden ahora las acusaciones contra la mujer de Feijóo.
Visto desde fuera, el tiroteo resulta absurdo. El Gobierno cree más eficaz empatar que defenderse. De momento, la Oficina del Conflicto de Intereses ha archivado la denuncia contra Sánchez por lo de Begoña. Pero el PP, al depender esta oficina del propio Gobierno, ya ha anunciado la exploración de la vía penal y de una comisión de investigación en el Senado.
De ahí el gesto caníbal de Sánchez: morder a la mujer de Feijóo. Traducción: si estuvo mal que Begoña se reuniera con el líder de una empresa que negociaba su rescate por el Gobierno, también está mal que Eva trabajara para una empresa a la que Feijóo subvencionaba desde la Xunta.
Es mirar desde la tribuna y quedar cegado por el salpicar de la sangre. Ya sólo quedan los hijos. Las hijas de Sánchez, el hijo pequeño de Feijóo. Dios mío, ¡Dios mío!
De todos modos, el gesto ha sido calculado. Medido. Porque Sánchez, que es el primero en intervenir, ha tenido la oportunidad de ser él quien citara a la mujer de Feijóo, pero se lo ha dejado a Montero. Si la acusación es firme, ¿por qué no se ha lanzado?
Por cierto, menudo milagro que Montero consiga llevar a término sus intervenciones. Es una maestra de los tiempos, y de la arqueología. En su escaño, mientras habla, reposa un guion cosido de mil papeles escritos a mano y con letra minúscula. María Jesús siempre encuentra. Lo mismo la declaración de un novio que los argumentos de la sesión de control.
Donde sí ha percutido el presidente, que carbura con los smint que le da Montero cada miércoles, ha sido con el novio de Ayuso, el novio de España. El gabinete de Sánchez sabía que la pregunta que iba a trasladarle Feijóo decía: "¿Usted cree que gobernar es vivir en La Moncloa?".
Así que ha aparecido el presidente con el gag preparado: gobernar tampoco es vivir en dos pisos valorados en dos millones de euros y pagados presuntamente con dinero evadido a Hacienda. Otra vez el novio de Ayuso. Los dormitorios. A Feijóo y a Sánchez sólo les falta asomar la sábana manchada de sangre por la ventana.
Aitor Esteban, del PNV, se acerca al micrófono ahogado de tanto lodo: "Esta sesión de control es vergonzosa y nada edificante". Los nacionalistas, encantados de que PP y PSOE se despedacen con el hacha de la corrupción a las puertas de un ciclo electoral de vascas-catalanas-europeas.
La verdadera ganadora estaba en silencio, con gesto de estatua de sal, muy lejos de las primeras filas. Miriam Nogueras, la emisaria de Puigdemont, llevaba un billete de cinco euros dentro de la funda del móvil. Con cinco euros y siete escaños, se han comprado un gobierno.