Si algo queda claro tras la reunión de Pedro Sánchez con Xi Jinping, este viernes en el Gran Salón del Pueblo de Pekín, es que España ya da por hecho que hay "un nuevo orden mundial". Así lo expresó varias veces el presidente del Gobierno, en la rueda de prensa posterior a la firma de acuerdos con el primer ministro, Li Qiang, y de su cita con el líder del otro bando al que no pertenece España, el de Occidente.
En ese escenario, la influencia china sobre Rusia será clave para el desafío que puede marcar esta nueva era, y por eso Sánchez reclamó a Xi trabajar por una "paz duradera" en Ucrania basada en el decálogo de paz de Volodímir Zelenski.
También quedó claro que Sánchez quiere jugar un papel de mediador, con buenas palabras y ofertas a Xi, en la esperanza de que "un futuro de cooperación es posible y esta visita a China nos ayuda a construirlo".
Lo quiere hacer como líder de un país mediano, España, y como futuro presidente de turno de la Unión Europea. Lo será Sánchez en el semestre clave para comprobar si China se está preparando "para la guerra", como proclamó el propio Xi hace apenas tres semanas tras su renovación, para cinco años más, al frente de su país.
Moscú pide ayuda bélica y Pekín no dice ni sí ni no... pero el Ministerio de Defensa propone "estrechar la cooperación y la confianza" con Moscú. Y su Armada hace maniobras conjuntas en el Golfo de Omán junto a las de Rusia e Irán.
[Tribuna - Xi Jinping mueve pieza en Ucrania]
Que Sánchez iba de avanzadilla europea, también quedó claro. El presidente español era el poli bueno dado que el poli malo es Ursula von der Leyen. "China ha cambiado la liberalización y la apertura por una mayor represión interna y una mayor asertividad externa", dijo este jueves la presidenta europea. "La UE debe revisar sus relaciones con China y exige transparencia, equilibrio, reciprocidad y respeto a la Carta de Naciones Unidas".
Ésa última parte del estribillo de Bruselas también la repitió Sánchez ante la prensa. La presidenta de la Comisión no sólo viajará en cuatro días, junto a Emmanuel Macron, a verse también con Xi. Es que este jueves marcaba una posición mucho más dura frente a Pekín que la que presentaba Sánchez. "Hemos hablado estos días", admitió Sánchez, "y estaba al tanto de lo que iba a decir la señora Von der Leyen".
Sin respuestas
Y todo eso quedó claro primero, porque la comparecencia ante los medios la hizo Sánchez, él solo, en contra de lo que es habitual en las visitas oficiales. El presidente se tuvo que desplazar a la Embajada española en la capital china para comparecer libremente ante la prensa.
Y segundo, porque Sánchez se limitó a contar a qué había venido, pero no explicó nada de con qué se iba, salvo los acuerdos bilaterales, en temas comerciales, culturales y deportivos.
"La posición y las conclusiones que quieran expresar las autoridades chinas", a propósito de la conversación entre ambos presidentes, "la tendrán que dar ellas cuando consideren oportuno. Yo hablo en nombre del Gobierno de España", zanjó el jefe del Ejecutivo en tres ocasiones.
El jefe del Gobierno defendió ante Xi la "posición del presidente Zelenski", que es la de la Unión Europea para lograr la paz, y, en concreto, pidió respetar la soberanía e integridad territorial del país. "Eso es lo que defiende España, lo que defiende la UE, y lo que está en la Carta de Naciones Unidas, unos principios que están siendo violentados por Putin".
Sánchez valoró dos aspectos de la posición china: primero, la condena al uso o amenaza de uso de las armas nucleares y, segundo, la defensa de la soberanía de las naciones.
Es cierto que eso está incluido en el "papel de posición" anunciado por Xi, pero no publicado. Pero también es real que pocos días después de abrazarse con Xi en Moscú, el líder ruso anunció el despliegue de armamento nuclear táctico en Bielorrusia. Y que Pekín no deja claro si la integridad territorial ucraniana la mide desde las fronteras internacionalmente reconocidas, como hace Occidente, o desde lo que marca ahora el campo de batalla.
El presidente español, para aclarar esto, reclamó a Xi que llame a Zelenski. Y le trasladó que ésa es la única manera de que China juegue su papel en el "nuevo orden internacional".
"El futuro no está escrito"
Sin amenazar, evidentemente, sí vinculó Sánchez estos aspectos al reiterar que "el futuro no está escrito, y el siglo XXI no tiene que ser el de la fragmentación y la confrontación bélica. Puede ser el de la cooperación, si hay transparencia, reciprocidad y respeto a la Carta de la ONU".
Sánchez dijo que quería conocer directamente los postulados de Xi ante la guerra en Ucrania tras su visita a Moscú de la semana pasada. Y recalcó que el objetivo debe ser una paz "justa y duradera" en base al respeto de la soberanía nacional y la integridad territorial, tal y como reclama Zelenski. Pero se negó a revelar la respuesta de Xi a sus demandas.
El presidente chino no aludió -en las palabras que pudieron seguirse en abierto- a Ucrania. Pero el español sí insistió en este asunto para lamentar que Europa esté conociendo de nuevo los horrores de una guerra que calificó de "ilegal e injusta".
De hecho, presentó el proyecto de la UE como un ejemplo de que el multilateralismo y la cooperación son el camino. "Europa es un proyecto de paz", recalcó antes de insistir en que Putin no sólo ataca a Ucrania, sino que "quiere debilitar a la UE".
Tras defender el diálogo y la defensa de un orden multilateral basado en reglas, instó a mantener los canales de comunicación abiertos para resolver los problemas. "Nada sustituye los contactos directos entre las autoridades y líderes de los países. Es muy importante que, pese a las diferencias, busquemos espacios de diálogo y también de concertación".
Pero lo cierto es que ese orden internacional está cambiando. Que es China quien lo quiere modificar. Que se sirve del belicismo ruso para ello. Y que Europa, mientras busca su "autonomía estratégica", ya lo reconoce.