El 28 de octubre de 1982, el PSOE que lideraba entonces Felipe González, consiguió una histórica mayoría absoluta con 202 diputados. Uno de ellos era Luis Planas Puchades (Valencia, 1952), el único de aquellos parlamentarios socialistas que sigue activo en la política nacional.
Diputado por Córdoba entonces, ahora ministro de Agricultura de Pedro Sánchez y entremedias diversos cargos públicos como eurodiputado, consejero de la Junta de Andalucía y embajador en Marruecos, entre otros.
Ve un cierto paralelismo entre el Felipe González que llegó entonces al Gobierno sin experiencia alguna y abrumado por la inmensa responsabilidad, especialmente la de la seguridad y el orden público, en lo que siempre había fallado históricamente la izquierda, y el Pedro Sánchez que se enfrenta las incertidumbres de a una pandemia y una guerra en Europa.
Describe un PSOE que hace 40 años tenía corrientes y diferentes liderazgos frente al actual, en el que no hay tal debate interno. Entonces se discutía por la OTAN y hoy se discrepa sobre la Ley Trans.
Planas alaba la apuesta que se hizo entonces por Europa y por la OTAN, aunque en este último caso supuso romper un compromiso electoral.
Hace un símil entre el Gobierno y un equipo de fútbol, en el que gana el conjunto, todos tienen un cometido y a veces entran en competencia o zona de otros compañeros. Y en esa metáfora, a Planas le gusta identificarse con Marcos Senna, un mediocentro del Villarreal que jugo en la selección española de la Eurocopa y el Mundial. La entrevista se realizó el jueves en el Ministerio de Agricultura.
¿Cuál es su recuerdo de las elecciones de 1982, empezando por la campaña electoral?
Fue un momento muy singular en la historia reciente de España. Han pasado 40 años, pero por mi vivencia personal, lo vivo como si fuera realmente ayer. Habíamos tenido un momento que para muchos fue un aldabonazo, el golpe de Estado de Tejero. Aprobamos la Constitución del 78, se celebraron elecciones posteriormente, nos las prometíamos muy felices y de repente apareció Tejero y vimos que había una nube negra que podía aparecer sobre nuestra democracia.
La victoria del PSOE en 1982 supuso el fin de la primera parte de un ciclo, que fue el ciclo de la Transición. Creo que la Transición concluyó con la primera legislatura de Felipe González, pero ciertamente los cimientos estaban ahí, sobre todo la Constitución del 78. Había un viento de cambio en septiembre del 82, todo apuntaba a que el Partido Socialista iba a ganar, pero ciertamente no con el resultado espectacular que finalmente se logró.
Y aquella campaña fue muy curiosa. Yo participé como candidato, después fui elegido diputado por Córdoba el 28 de octubre. Recuerdo perfectamente que todas las fuerzas vivas del pueblo se presentaban al candidato como indicando ya por dónde iban a ir las cosas.
¿Esperaban la mayoría absoluta?
No estuve en el cuartel general de campaña. Se esperaba una mayoría clara, pero fue abrumadora. En política ocurre mucho, cuando viene una corriente o bien te impulsa o bien te arrasa. Hay muchos ejemplos en los últimos 40 años en España.
Dice que fue el momento en el que terminó la Transición. Ahora se ha abierto un cierto debate a propósito de la Ley de Memoria Democrática sobre el momento en que empezó la democracia: si son 40 años de democracia o hay que sumar también los años de UCD.
Está claro que el momento clave de la Transición es nuestra Constitución y su aprobación en 1978, nadie lo duda.
Quizás nosotros tenemos una gran dificultad para mirar atrás. Somos un país con pocos memorialistas. Hay muy pocas memorias en España. En el mundo anglosajón hay muchas memorias políticas y empresariales y de todo tipo. Y tenemos una cierta dificultad a vernos en el espejo. Tenemos que tener la valentía de hacerlo. Nada es perfecto en la vida, pero lo que hicimos fue magnífico. Fue con el otro gran salto que dimos, nuestro ingreso en las Comunidades Europeas, el fundamento mismo de la España moderna. Gracias a eso tenemos lo que hoy tenemos.
¿Qué comparación hace entre Felipe González y Pedro Sánchez?
Son dos generaciones muy distintas, dos problemáticas muy distintas. Recuerdo perfectamente el discurso de investidura y muchas reuniones de grupo parlamentario y otras con Felipe González en el 82 y los años siguientes. No diría que Felipe estaba abrumado, pero sí muy influido por la responsabilidad: la izquierda llegaba por primera vez al Gobierno de España en el postfranquismo. Le preocupaban en particular los temas relativos a la seguridad pública y al orden público que, como él repetía, siempre era por donde la izquierda había fallado en el pasado en España.
Estaba muy, muy preocupado en relación con esto y sobre todo en un momento de tensión y de cambio. Pensemos en todos los cambios estructurales en el sector naval o Altos Hornos que hubo que llevar a cabo para ingresar en Europa en el año 86. Creo que el punto en común es éste: a partir de la moción de censura y sobre todo a partir de la pandemia, también nos encontramos en una situación de estrés político y colectivo, al cual hemos tenido que responder. Una situación en la que era bastante complicado el encontrar un mapa de ruta.
¿Había un mapa de ruta en el 82? Teníamos clara la entrada en Europa. Éste era el gran guion que nos sirvió primero para ingresar y después para permanecer en la OTAN. Hoy, evidentemente, la salida de la crisis con un factor desconocido y externo a nosotros, que es la propia Guerra en Ucrania.
También fue el choque de frente contra la realidad. Lo que se llamó “la gran traición” de la OTAN, pues se proponía la salida en 1982 y algunas otras cosas que podían estar en el programa y que al llegar al Gobierno ya no se hizo.
Cada uno lo puede ver de un modo. Yo siempre he pensado y he creído que las relaciones transatlánticas de la Unión Europea son elemento fundamental, y que Unión Europea y OTAN están íntimamente ligadas. Cuando hacíamos la campaña del 82, todos éramos conscientes de que si finalmente conseguíamos ingresar, como hicimos en las Comunidades Europeas, lógicamente, eso llevaba aparejados otros dosieres. Y uno muy importante como era la pertenencia a la OTAN.
Y otros, por ejemplo, la apertura de relaciones diplomáticas con Israel o la suscripción del Tratado de No Proliferación Nuclear, que eran temas que ahora se han olvidado, pero que en aquel momento estaban sobre la mesa. En el tema de la OTAN, cuando uno echa la realidad por la puerta se te mete por la ventana. Fue una realidad con la que nos encontramos, que era la realidad absolutamente lógica.
Recuerdo perfectamente cómo se gestó el referéndum del 86, pertenecía al grupo de trabajo que se organizó en Ferraz para todo lo que significó el manifiesto de la permanencia, las condiciones en las que se negoció con Estados Unidos, particularmente el tema de Torrejón, Fue un win win, como se dice en inglés. Por una parte, contribuimos y tranquilizamos desde el punto de vista de la seguridad colectiva de Europa y Estados Unidos y Canadá. Y por otra parte, nos hemos beneficiado no sólo de nuestra pertenencia a la Unión Europea, sino también de esa pertenencia a la OTAN.
Y ahora un Gobierno socialista es el que aprueba el mayor gasto militar de la democracia y acabará la legislatura con el aumento mayor de tropas en las bases norteamericanas.
Es que uno tiene que ser coherente en la vida. Hemos adoptado determinados compromisos como país, porque España es un país serio y cuando adopta un compromiso, evidentemente, lo lleva adelante. Este es un Gobierno que lleva adelante los compromisos que tiene España a nivel internacional y evidentemente esos compromisos reflejan también la situación actual. Se está produciendo a nivel no solo europeo, sino mundial.
La ilusión o el espejismo de 1989, donde la caída del Muro nos hizo pensar que todo iba a ser muy fácil en Europa, o bien la pura evolución económica cuando admitimos a China en la Organización Mundial de Comercio como una economía de mercado, lo cual era un poco forzado, pero pensando que de esa evolución económica iba a resultar una transformación política. Y no ha sido así. Vivimos en un mundo más complejo, mucho más complejo y más difícil. En ese contexto es perfectamente lógico que un país como España pretenda contribuir y al tiempo asegurarse la seguridad colectiva.
Visto desde ahora, aquel Partido Socialista de 1982 era más vivo, tenía más debate interno, tenía corrientes, tenía distintas personalidades con posiciones distintas. ¿Esto se ha perdido en el PSOE actual?
Es diferente. Es diferente. Eso es generacional. Todo cambia en la vida, todo cambia y también es puro Heráclito, es decir, que nadie se baña dos veces en el mismo río. Yo pertenezco al PSOE desde hace más de 40 años y el Partido Socialista ha tenido muchas etapas. Una de las características del Partido Socialista y por eso pervive como partido político, es una rara avis dentro de este mundo y no sólo en España sino en Europa, ha sido su capacidad de adaptación a los diferentes momentos y situaciones. La política es diferente a como era en el año 82. Es quizás anecdótico, pero recuerdo las intervenciones parlamentarias, que eran casi una tesina, cada una de ellas.
El carácter o la forma de articular la política o las campañas electorales o la actividad política ha cambiado todo de una forma muy significativa. En cuanto a la vida interna del Partido Socialista, se ha mantenido siempre su unidad. Y yo recuerdo la gran tensión que tuvimos con ocasión del debate, por ejemplo, sobre la OTAN. Pero era una tensión donde incluso quienes defendían la tesis de nuestra permanencia fuera de la OTAN lo hacían de un modo muy respetuoso con la Izquierda Socialista. En cada momento se han ido articulando diferentes puntos de vista con el guarismo, la renovación en los tiempos de Felipe González, después en el Congreso que eligió a Zapatero, secretario general. No es un fenómeno sólo del Partido, es que la política ha cambiado mucho.
Esas divisiones ahora son por la Ley Trans.
Entiendo perfectamente que el feminismo clásico, que por primera vez había encontrado sus reivindicaciones históricas satisfechas y una orientación en la Constitución del 78, pero como realidad política y social, pues evidentemente el feminismo había alcanzado sus hitos. La Ley Trans quizá hayan descolocado un poco la cuestión. Creo que hay margen para el acuerdo, para salir adelante en un tema que quizás no preocupe a la mayoría de la sociedad española, pero es un tema que está presente. Este mismo debate en otros países de la Unión Europea y sobre todo, en Estados Unidos, está muy presente.
Es un debate complicado desde el punto de vista emocional, desde el punto de vista ético también. Pero creo que la sociedad cambia y tenemos que ser capaces de mirar la sociedad también con esos ojos de cambio.
¿Aquel Parlamento de 1982 tenía más calidad en las intervenciones que el de ahora?
Todo el mundo prepara las intervenciones parlamentarias antes y ahora, pero yo recuerdo perfectamente a Diego López Garrido, que era el letrado encargado del Servicio de Estudios parlamentario.
Yo era uno de los diputados que me encerraba por las noches, por las tardes a tomar notas para mis intervenciones y diría que de todos los grupos había por lo menos 15 o 20 diputados preparando sus intervenciones. Ahora es diferente, quizás porque los medios de trabajo son diferentes, enfoques diferentes. Hay también ahora, por supuesto, excelentes debates parlamentarios. Quizás se enfocaban de una forma distinta, y había mucho más tarea, como decía antes, de amanuense, de preparación. Hoy todo parece dirigido a una frase brillante que refleja un titular.
Dureza también había y frases como las de Alfonso Guerra comparando a Adolfo Suárez con el “caballo de Pavía” o llamando al entonces presidente “tahúr del Missisipi”.
Intervenciones tremendamente respetuosas en la forma, pero duras en el fondo. Por ejemplo, de Manuel Fraga y después la moción de censura frustrada de Hernández Mancha, o bien las intervenciones de Aznar en su época de oposición no eran menos duras que las actuales. Jamás en política se debe perder el respeto por el adversario. Mantener siempre la vía del diálogo y el contacto abierto. Las formas no son un accidente, son esencia y eso es muy importante.
“Antes había mucha más preparación de las intervenciones en el Congreso, hoy se busca la frase brillante que refleja un titular”
¿Cómo recuerda, algo que ya no existe en el Partido Socialista, esa especie de bicefalia que había entre Felipe González y Alfonso Guerra?
Es verdad, aquello era muy significativo. El que mandaba entonces y siempre era Felipe González. Pero el día a día del partido y en muchos aspectos estaba en manos de Alfonso Guerra. A veces se ha se ha trabucado un poco la relación entre ambos. En muchas ocasiones, tenían dos puntos de vista y no necesariamente el más duro era el de Guerra. Pero era un tándem que funcionó hasta un momento determinado. Como ocurre en la política y en la vida, a partir de un momento se produjo una divergencia y la mayoría del partido tuvo claro que el tirón político electoral, y también la guía de Felipe González, es la que constituía la referencia.
Pero el papel de Alfonso Guerra fue absolutamente fundamental, durante la Transición y en los primeros tiempos del Gobierno socialista, a partir del año 82.
Usted no era guerrista, ¿no?
Yo he sido siempre socialista. El grupo parlamentario lo dirigía prácticamente Alfonso Guerra. Hasta la llegada de Solchaga a la presidencia del Grupo Socialista, era evidentemente la vicesecretaria general del partido la que dirigía el grupo parlamentario. Además tenía un papel fundamental en la discusión de los presupuestos, en la elaboración legislativa, como ocurre siempre con parlamentarios.
Decía entonces Guerra que “el que se mueva no sale en la foto”. Pero al tiempo el partido tenía guerristas, renovadores, renovadores de la base, Izquierda Socialista… Sí que era un partido más vivo que ahora.
Es verdad que aquella frase la pronunció Alfonso Guerra, pero yo le debo estar en la candidatura del 82 en las listas. Por una razón muy sencilla, porque dijo algo así como “tenemos perspectivas de ganar, pero no quiero candidaturas que estén llenas de cargos orgánicos del partido y no haya ningún representante de la sociedad civil que no esté ahí”. Yo iba en el tercer lugar en la candidatura de Córdoba y sacamos cinco de los siete escaños.
Yo pertenecía al Partido Socialista, pero era inspector de trabajo, un alto funcionario y tenía mi prestigio profesional, en la relación con sindicatos y la patronal. No fui a buscar ser candidato, vinieron a buscarme. Había mucha gente proveniente de la universidad, de la enseñanza, de los sectores profesionales, pues había un buen número de altos funcionarios en aquel grupo parlamentario.
Había un grupo con un nivel también de proyección social muy alto.
Y una falta evidente de experiencia. De sus recuerdos, de aquellos nombres de ese grupo parlamentario, ¿quiénes eran los que más valía tenían?
Es muy difícil, porque además todos son amigos. Tuve una relación muy, muy especial y la continúo teniendo con Joaquín Almunia, que fue el ministro más joven de Felipe González, fue ministro con 34 años. Yo fui diputado con 29. Almunia tuvo una tarea muy, muy compleja, muy difícil. Además de dedicarme a la portavocía europea, yo sustituía a Manolo Marín como portavoz europeo cuando él asumió la Secretaría de Estado. También era miembro de la Comisión Constitucional. Recuerdo perfectamente la Ley de Libertad Sindical o la Ley de Asilo y particularmente las leyes laborales. Ahí Almunia tuvo un papel absolutamente fundamental y evidentemente la tarea de muchos otros, como Ferrando Morán.
Una anécdota de aquellos tiempos: a mediodía nos saltábamos la comida parlamentaria y siendo Morán ministro me decía “vámonos a ver una sala de Goya”. Y nos íbamos al Museo del Prado y estábamos un par de horas charlando sobre política internacional y viendo un Goya o un Velázquez. Eran otros tiempos, otro ritmo.
¿El Partido Socialista estaba más a la izquierda entonces o ahora?
En cada momento donde debía estar. Es un partido de centro izquierda. Nunca ha dejado de mirar a eso que ahora tanto se repite, y que ha sido siempre la base social del Partido Socialista, esa inmensa clase media, incluida, por supuesto, la clase trabajadora. Ese elemento ha sido fundamental. Uno de los grandes éxitos del Partido Socialista y sobre todo de la legislatura posterior del 82, es el funcionamiento de eso que denominan los sociólogos “el ascensor social”.
En el año 82 aún había programas de alfabetización en el medio rural, en España, en Andalucía y en otras comunidades autónomas, porque había mucha gente analfabeta. Recuerdo los autobuses de programas sociales de la Diputación en el norte de la provincia de Córdoba, que llevaban a la gente a ver el mar. Porque había gente de 50, 60, 70 años que jamás había visto el mar. Esa era la España de final de los 70 y 80.
A partir del 82 es cuando se produce la gran eclosión, donde hay muchas familias españolas que tienen al primer hijo o hija que va a la universidad. Para mí es el gran salto social que se produce en nuestra sociedad y que ha sido absolutamente irreversible. Después han venido otros como la consolidación de los servicios públicos, en especial de la sanidad, la Ley General de Sanidad.
Recuerdo perfectamente el debate en el grupo parlamentario cuando Ernest Lluch nos vino a presentar el primer borrador y no fue fácil. Hay que ver el contexto. Hubo muchos intereses fácticos también, en que esa ley no saliera adelante. Y sobre todo también la transformación social, probablemente el elemento más significativo y más importante, que ha sido el papel de la mujer en la sociedad española. Es el otro gran cambio que se inicia entonces y que ahora ha tenido una plena realización.
Pero si no recuerdo mal en aquel primer Gobierno de Felipe González no había ninguna mujer.
Es verdad. Es verdad. Es correcto, no había mujeres.
Hablaba antes de intereses fácticos. El 82 fue la entrada de lleno en el sistema del Partido Socialista como consecuencia de esa victoria. Tiene que convivir con la monarquía, que es aceptada, pero que todavía tenía que encajar. Y además había muchos intereses fácticos que alertaban del peligro que supondría un Gobierno del Partido Socialista. ¿Qué le parece que ahora el presidente del Gobierno actual, 40 años después, haya recuperado esos conceptos de los poderes fácticos y los intereses mediáticos?
Han estado siempre ahí, durmientes o activos, es una realidad. Contra nuestra Ley General de Sanidad hubo una campaña en la prensa europea por parte de algunas grandes compañías farmacéuticas, que estaban muy atemorizadas de que el sistema público español pudiera conducir a limitar su actividad empresarial en nuestro país. Después no fue así.
El gran milagro de la democracia es el voto, que todos tenemos un voto y con ese voto personal y secreto decidimos un destino colectivo. A mí en estos momentos, cada vez que lo pienso me parece más revolucionario.
Es que es un milagro, es el milagro democrático.
Las medidas que estamos adoptando en este momento, haciendo un salto temporal, son absolutamente no solo homologables, como dice el presidente del Gobierno, a las que adoptan otros gobiernos de enfoque totalmente diferente, sino un principio elemental.
“El Gobierno es como un equipo de fútbol y a mí me gusta jugar de mediocentro, subiendo a rematar cuando hace falta”
La sociedad en la que vivimos, la economía de mercado del capitalismo, es evidentemente un sistema que ha demostrado ser superior a cualquier otra alternativa política, ideológica. Pero tiene que tener siempre carácter inclusivo.
Se equivocan quienes piensan que puede dominarlo todo y dejar a los demás fuera del mainstream, fuera de la calle principal. Esto es absolutamente fundamental. Recuerdo que cuando llegué a Córdoba, pues soy un cordobés nacido en Valencia, el encargado de una obra con el que estuve charlando como inspector Trabajo, me hizo una reflexión que se me ha quedado siempre grabada.
Me dijo algo así como: "Mire usted, en esta sociedad tiene que haber ricos y pobres, pero no se puede ir por la calle faltando a la gente". Se me ha quedado grabada porque creo que hay que llevar mucho cuidado de que los comportamientos sociales y también la contribución que es la fiscal de los impuestos, contribuya a una sociedad donde todo el mundo se considere parte de ella. Si hay extremos sociales que se consideran fuera de la sociedad, tenemos un grave problema y hay que evitarlo.
En aquella época, la inflación era infinitamente mayor que la de ahora, pero ahora es también el problema principal de la economía. ¿Qué les dice a los ciudadanos sobre la situación que viven respecto a la inflación, desde su responsabilidad de ministro de Agricultura y responsable de la cadena alimentaria?
Bueno, efectivamente, usted lo dice con mucha razón. Yo recuerdo las letras del primer coche que compré. Si no recuerdo mal, el tipo de interés estaba en torno casi al 20%. Efectivamente, era un contexto realmente distinto. Nos encontramos en un momento en el cual, de igual modo que hemos tenido una pandemia que nos vino un virus desconocido, que no sabíamos de dónde venía y cómo había que combatirlo y lo hemos logrado hacer, yo creo que ahora nuestra reflexión es la misma: Tenemos unos factores que no controlamos.
Pongo el ejemplo del sector agroalimentario, que es el sector que gestiono y que conozco mejor. Tenemos tres grandes factores de inflación: Primero el sector energético, el gas y el petróleo. Parece que están conteniéndose ligeramente las últimas semanas, pero es un factor que nos es ajeno en la medida en que está vinculado directamente a la guerra en Ucrania. Un segundo factor es el funcionamiento de los mercados de las materias primas,
de los cereales o las oleaginosas que tampoco es un elemento que podamos controlar ni nadie lo puede controlar.
De hecho, hay cinco grandes empresas en el mundo, grupos que prácticamente manejan el 90% del comercio internacional dentro de las materias primas alimentarias. Y está muy influido por la salida del grano de Ucrania y la apertura de dos de los tres puertos, que esperemos prosiga a principios de noviembre. Y hay un tercer factor del cual tiene una muy difícil resolución, que es el relativo a los fertilizantes.
Ahí el peso de los fertilizantes nitrogenados, de la producción de amoníaco y por tanto del gas, hace que su producción sea tremendamente cara. La inflación está siendo en España menor dentro de la zona del euro y dentro de la UE. Me sorprende a veces algún titular que dice que España está gravísimamente tocada por la inflación. Evidentemente, es mala para el conjunto de la economía y de la sociedad, pero no somos quienes peor estamos de aceleración. Y desde luego, los 35 mil millones que desde el Gobierno hemos dedicado a luchar frente a ella han contenido, según los economistas, al menos entre un tres y un tres y medio por ciento el incremento de esa inflación, pero es una batalla dura y cuya duración desconocemos. Las predicciones indican una estabilización de aquí al final de año y un decrecimiento en el año 2023.
En este salto temporal, antes de que llegara el Partido Socialista en el 82 al Gobierno, hubo una campaña de UCD que se llamaba "precio estable" que suponía acuerdos con empresas para limitar ellos mismos sus precios y moderar la inflación. Hace unos meses, por parte de una compañera suya de gobierno, la presidenta segunda, Yolanda Díaz, intentó algo parecido, primero imponiendo esos límites y luego mediante acuerdos con los supermercados para limitar los precios. ¿Eso es posible hacerlo?
Vamos a ver, cuando se ponen algunos de estos ejemplos que después, cuando se miran de cerca, lo son menos porque tuvieron una causa muy limitado. En aquel momento hubo algo que hay que recordar porque fue un gran éxito. Todo el mundo se acuerda de la Constitución, pero se acuerda menos de los Pactos de la Moncloa. Y yo estoy absolutamente convencido de que sin pactos de la Moncloa no habríamos tenido Constitución. Fue un gran acuerdo de política de rentas.
Después ha habido otros acuerdos de política de rentas, pero aquel fue absolutamente fundamental. Pero también nos hemos olvidado que antes de 1986 teníamos muchos mercados intervenidos y con fijación de precios. Por ejemplo, en el mundo agrario, este ministerio, a través de diversos organismos, fijaba precios de referencia. De hecho, la memoria del sector agrario de algunos, es decir, ¿por qué no se fija un precio? Es el debate de la ley de cadena alimentaria. Bueno, pues no lo podemos hacer porque es una economía de mercado basada en la oferta y la demanda. Evidentemente, estamos en una economía de mercado y tenemos que asumir la responsabilidad de la fijación de la oferta y la demanda de fijación de los precios.
¿Quiere decir eso que no tenga que existir una responsabilidad social? No, en absoluto. De ahí mi llamada y la llamada del gobierno a la responsabilidad de todos los actores, por ejemplo, en este caso de la cadena alimentaria.
¿Y sabe en qué ha quedado de esa iniciativa de reunir a los supermercados, a los distribuidores, para que moderaran los precios?
Creo que ha habido, por lo que tengo entendido, contactos, pero no he participado en ellos.
¿Sabe si han tenido resultados esos contactos?
La realidad es que, con independencia de los contactos que pueda haber, cada grupo de distribución comercial o cada grupo alimentario tiene sus propias estrategias desde el punto de vista de la venta.
¿Podemos estar tranquilos de que no hay acciones concertadas o especulativas en determinados sectores para subir los precios aprovechando la situación?
Eso es efectivamente una preocupación de los ciudadanos y una preocupación del Gobierno. Y desde luego, vamos a hacer todo lo que esté en nuestra mano para que a través de los organismos, en primer lugar, de la Comisión Nacional de Mercados de la Competencia, pero también a través de todos los organismos dependientes de la Administración y también de, por decirlo de todas las organizaciones de la sociedad civil que están en todos los sectores económicos presentes para que no ocurra así. Ese es el problema, por ejemplo, de la inflación subyacente.
Y después algunos sectores donde efectivamente, estoy pensando en el sector alimentario, pues, por ejemplo, como consecuencia de la sequía se ha disminuido la oferta, previsiblemente, este año estaremos en 5,9 millones de toneladas en cítricos o por ejemplo, el aceite de oliva, que este año vamos a tener una cifra, según nuestras previsiones, cercana a las 800.000 toneladas, muy por debajo de la media histórica de 1.040.000 toneladas y los precios son altos, lo cual es bueno para los agricultores, pero a partir de un cierto umbral eso no le interesa a nadie.
Tenemos en nuestro país una cadena que funciona muy bien y efectivamente tenemos, como tienen otros, problemas relativos a precios, pero en absoluto relativos a abastecimiento.
Por recordar episodios como el del consumo de carne, el de la reunión de la vicepresidenta con los supermercados… ¿Ha sentido interferencias de otros ministerios en el suyo?
Un Gobierno es como un equipo de fútbol. A mí me gusta mucho el fútbol y también aprendo mucho de la gestión colectiva y del funcionamiento de cada uno. Cada uno tiene que tener claro el papel que cumple, el área que cubre del campo de juego y que tiene una interrelación con los demás. Es decir, a un Gobierno como a un equipo de fútbol sólo le va bien si a todos nos va bien. Yo creo que eso lo tenemos claro dentro de este gobierno, que es un gobierno de coalición.
El primer gobierno de coalición que tiene España. Efectivamente, a veces hay temas que son no de una cartera, lo que la mayor parte de los dossieres del Consejo de Ministros tienen relación con diversas carteras y es perfectamente normal que haya una concertación. Puede haber habido algún caso en que haya habido alguna manifestación o toma de posición al respecto de más, pero es que yo creo que estamos muy poco acostumbrados a los gobiernos de coalición. Además, tiene incluso yo creo que un aspecto hasta ha sido realmente positivo en el sentido de que excitan la concurrencia competitiva, dejando claro quién manda en cada caso. Yo lo tengo muy claro que en el mundo agroalimentario soy yo y si alguien tiene que pedir responsabilidades es a mí y por tanto asumo todos mis actos y evidentemente preservo lo que es mi campo de actuación. Pero dentro de un equipo y bajo la dirección del presidente del Gobierno.
No me resisto a preguntarle, según ese símil, ¿con qué esquema de juego juega este Gobierno y en qué parte del campo se sitúa usted?
Yo soy Marcos Senna. Es una figura que a mí siempre me impresionó mucho, si no recuerdo mal, en el primer Europeo de España y el Mundial. Un jugador que está en el centro del campo, quizás un poquito más escorado, el mediocentro, pero que a su vez tiene que subir a rematar en algunas ocasiones. Quien gana y quien pierde son los equipos y los gobiernos.