Un día cualquiera de la Transición, uno de esos días en los que Adolfo Suárez comenzaba a languidecer, Alfonso Guerra le llamó "tahúr del Misisipi". La expresión heló a buena parte de los políticos de entonces. Y Guerra, que luego sería eterno vicepresidente, era tenido como una suerte de diputado afilado. Se decía de él, como de algunos defensas centrales marrulleros, que jugaba "al límite".
En el Congreso de hoy, cuarenta años después, lo de "tahúr" podría interpretarse incluso como un cultismo; como una estocada biensonante. "Tahúr del Misisipi con chaleco floreado". Eso fue exactamente lo que dijo Guerra.
El devenir del Parlamento español anida en los adjetivos. La riada de insultos que se profieren ha elevado sobremanera el umbral de lo que se concebía como tolerable en los ochenta. En el Diario de Sesiones, se acompaña entre paréntesis el ruido, los aplausos y los gritos que suelen seguir a los calificativos. Pero el ruido de ayer es muy sigiloso comparado con el de hoy.
La manida "polarización" ha colocado a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, en una situación delicada. Sus sucesores afrontaran un desafío similar. Porque el reglamento no especifica qué se puede decir en un debate parlamentario y qué no.
Fíjense en lo abierto que es el texto: "Los diputados están obligados a adecuar su conducta al reglamento y a respetar el orden, la cortesía y la disciplina parlamentarias". Y fíjense en lo poco que se cumple este reglamento si se interpreta con pureza: "Nadie podrá ser interrumpido cuando hable, sino por el presidente, para advertirle que se ha agotado el tiempo, para llamarle a la cuestión o al orden...".
En las sesiones de control, se asume como frecuente –jamás deberá ser normal– que un diputado vocifere en alto o dé golpes con la mano sobre la bancada durante la intervención de un adversario.
Vayamos entonces a la pregunta, esa pregunta que recorre las casas de miles de españoles cuando ven el telediario: "Oye, ¿pero cómo pueden decirse tantas barbaridades en el Congreso?".
Sin una norma específica que lo aclare, toda la responsabilidad reside en Batet, la presidenta. Es algo así como el árbitro de un partido de fútbol. Hay reglas, es verdad, pero es el colegiado quien interpreta el juego en función de ellas. Y luego, en los periódicos, hay tantas interpretaciones como opinadores.
El último caso que ha alumbrado una polémica ha estado protagonizado por Carolina Telechea, una diputada de Esquerra Republicana. Le endosó la comisión de varios delitos a Juan Carlos I y le lanzó varios calificativos. Se generó el murmullo en la Cámara. Intervino Batet. Ante la negativa de la separatista a retirar sus palabras, decidió eliminarlas del Diario de Sesiones. Sin embargo, no especificó qué palabras iba a eliminar.
Ya se ha publicado la edición del Diario de Sesiones de aquel día. Batet suprimió los siguientes adjetivos vertidos contra el Emérito: "Abusivo, desfalcador, mentiroso y corrupto".
Conviene precisar que la eliminación del Diario es un gesto simbólico, ya que las palabras constan en acta, aunque entre paréntesis y con un asterisco que indica, a final de hoja, que han sido retiradas. Es decir: en la práctica, no se retiran.
Cada maestrillo...
Teniendo en cuenta que cada maestrillo –cada presidente del Congreso– tiene su librillo, vayamos a los adjetivos retirados para averiguar el rasero de Batet. Concurren en las palabras de Telechea dos condiciones que, según el entorno de la presidenta del Parlamento en conversación con EL ESPAÑOL, son fundamentales: se hablaba de alguien que no podía defenderse y se le atribuían delitos no reconocidos por la Justicia.
Por tanto, ahí tenemos una primera pista de qué se puede decir y qué no: a ojos de Batet, no se puede culpar de un delito a alguien... y menos si no está delante. "Tampoco se puede establecer como norma. Es algo muy personal. El límite ha sido arbitrario desde que se estrenó el Parlamento democrático", refieren en el equipo de Batet.
Los colaboradores de la actual presidenta asimilan a su jefa a uno de esos árbitros de la liga inglesa de fútbol: "Suele aplicar la máxima de que el que se retrata es quien dice la barbaridad. Y sólo pide la retirada de las palabras cuando se rebasan límites como los que hemos comentado".
Estas fuentes arguyen que Batet no tolera el "insulto" en el debate parlamentario. Pero ahí volveríamos al punto de partida: ¿qué es un insulto y qué no en los días de la polarización?
El reclamo de una vida política civilizada corre, sin embargo, el riesgo de incurrir en un debate encorsetado, paralizado por las nuevas clerecías y la moralización de la política imperante en algunos sectores.
La mayor dificultad que afrontan Batet y sus homólogos es la rapidez con la que hay que desenvolverse. "Son decisiones que se toman en décimas de segundo", concluyen los miembros de su equipo.
El caso más sonado data del año pasado. Fue protagonizado por Cayetana Álvarez de Toledo y Pablo Iglesias. La exportavoz del PP llamó "hijo de terrorista" al entonces vicepresidente del Gobierno. Batet decidió retirar esa expresión del Diario de Sesiones.
La diputada popular dijo que se estaba vulnerando su libertad de expresión y que la definición era gráfica. Se refería a la vinculación del padre de Iglesias con el FRAP. El asunto está en manos del Tribunal Constitucional, que deberá discernir si se produjo esa vulneración de la libertad de expresión de la que habla Álvarez de Toledo. La conclusión de los magistrados nos dará más pistas sobre qué se puede decir y qué no.
La Transición
Ignacio Camuñas fue el primer ministro de relaciones con las Cortes de Adolfo Suárez. En conversación con EL ESPAÑOL, insiste en que la degradación del debate parlamentario en España no es un falso mito.
"Yo no recuerdo que se retiraran frases del Diario de Sesiones en mi época. Quizá ocurrió, pero el hecho de que no me acuerde tiene que ver con que si sucedió, sucedió poquísimo. Esos denuestos, insultos y procacidades... Yo no los vi en la Transición", afirma.
"El decoro de la Cámara era respetado por todos los intervinientes independientemente de su signo político. Centro, derecha, izquierda, nacionalistas... ¿Sabe? Yo creo que la llegada de Podemos al Congreso marcó un antes y un después. Llevaron al escaño un lenguaje callejero y asambleario que hasta entonces no estaba permitido", arguye.
Camuñas utiliza el ejemplo del "tahúr del Misisipi" que Guerra lanzó a Suárez: "¡No sabe usted la conmoción que aquello produjo! Se recordaba cada año. Se interpretó que se había cruzado un límite. ¡Y fíjese! ¡Hoy pasaría totalmente desapercibido! ¡Incluso se percibiría como una frase de nivel!".
Este exministro de la UCD pone el punto de mira en los presidentes del Congreso de la época de Rajoy: "Por falta de coraje, no cortaron la entrada de ese lenguaje. Ahora se ha normalizado y va a ser muy difícil recuperar el decoro. Se han apoderado del escenario. Y, ojo, que lo trajera Podemos no significa que la culpa hoy sólo la tenga Podemos. Se ha convertido en un problema transversal".
Jesús Posada fue dos veces ministro con Aznar. Después, entre 2011 y 2016, presidió el Congreso. Sabe lo que es ser el árbitro. El también expresidente de Castilla y León levanta una frontera entre su etapa y la actual: "Las cosas han cambiado mucho. Había respeto entre los grupos. Lo predominante era el respeto".
–¿Y cuál era su librillo?
–Sin entrar en cuestiones jurídicas, el criterio que yo aplicaba era el de no permitir que figuraran en acta expresiones insultantes, malsonantes o que rompieran la educación parlamentaria.
–¿Recuerda haber tenido que retirar muchas palabras del Diario de Sesiones?
–Es que no tuve demasiadas dificultades. Cuando ocurría algo de ese estilo, le pedía al diputado que retirara in situ las palabras y lo hacía. Entonces, no me veía obligado a intervenir el Diario de Sesiones. Di la libertad más absoluta y, por suerte, no me vi envuelto en graves polémicas.
Posada diagnostica, de manera parecida a Camuñas, el estallido de la polarización: "Mire, yo dejé de ser presidente del Congreso, pero continué como diputado entre 2015 y 2019. Vi el cambio desde la barrera. Las cosas que se decían en los bares comenzaban a decirse en el Parlamento".
–¿Qué tal lo está haciendo Batet?
–Juega un papel muy delicado. Lo está haciendo bastante bien.
Del hacer de Batet depende.