Cuando los gobiernos no tengan políticos en los lugares de mando sino asesores de imagen y publicistas, los ciudadanos comerán aire y se sentirán llenos de gloria. Así es el reino de los imagólogos.
Miguel Ángel Rodríguez
El ejemplar de la novela sobre el que se construye este reportaje salió de casa de Miguel Ángel Rodríguez hace tres años. Estaba su autor en el jardín. Ya tenía acrónimo de villano, MAR, porque se lo pusieron cuando hizo de José María Aznar un presidente del Gobierno.
Justo antes de despedirse, MAR regaló a sus entrevistadores este libro, El candidato muerto, publicado en 1998 por Plaza & Janés, muy poco después de dejar La Moncloa. En un remedo de la famosa crónica de García-Márquez, entregaba las claves, sin él saberlo, del laberinto en el que acabaría enterrando a Pablo Casado.
En ese jardín se plantó la semilla. Era marzo de 2018. Un año después, se plantó allí una joven Isabel Díaz Ayuso, que había sido nombrada por sorpresa candidata a presidir la Comunidad de Madrid. Ayuso sabía de las habilidades de MAR, que convirtió la sobriedad de Aznar en carisma. Se puso en sus manos. Acertó. El hazmerreír de aquella campaña es hoy un fenómeno social.
Existe cierto magnetismo en el proceder de MAR. Una oscuridad que contrasta con lo canoso de su barba. La terraza acristalada de ese chalé a las afueras de Madrid se tornó, para sorpresa de Génova, cuartel general de Ayuso. Los asesores que brindó Casado a su "amiga Isa" ponían el grito en el cielo: "Nos ha dejado de lado. Sólo se fía de Miguel Ángel. Trabajan en su casa y nosotros no entramos". En ese instante se rompió el cordón umbilical de Ayuso con el aparato del partido.
El candidato muerto es más que una novela. A lo largo de sus páginas, MAR revela su teoría del "laberinto": el sinuoso paisaje habitado por los políticos, los medios de comunicación y el poder financiero. Las reglas del laberinto parecen estar escritas ex profeso. Una profecía de lo que acaba de cristalizar en Génova. De manera descarnada, con el parapeto de la ficción.
MAR, el autor, actúa como narrador omnisciente. Y eso es lo que parece haber hecho en la guerra contra Casado. Escribir las jugadas de Ayuso… sabiendo qué ficha iban a mover Casado y García Egea.
MAR es instintivo, vieja escuela, poco dado a las estadísticas y los números. Fíjense en lo que dice un amigo suyo que también lo es de Redondo: "Ellos se llevan bien. Pero Miguel Ángel le tomaba el pelo a Iván por madrugar tanto y estar todo el día con la calculadora. Él se ponía una copa, o leía un rato y empezaba a pensar". Terriblemente obsesionado, por cierto, con Marco Aurelio.
Ahí va la profecía: "Cuando los gobiernos no tengan políticos en los lugares de mando sino asesores de imagen y publicistas, los ciudadanos comerán aire y se sentirán llenos de gloria. Así es el reino de los imagólogos". Hace tiempo que transitamos ese reino.
El imagólogo es el experto en manipular la percepción. Se atribuye el origen de la palabra a Milan Kundera. El imagólogo de Ayuso es MAR. A Génova le ha faltado un buen imagólogo.
MAR, el imagólogo
Conviene resaltar que MAR alumbró este libro casi al mismo tiempo que abandonaba el Gobierno de España. El autor de la novela realista sabe que la clave del éxito pasa por la verosimilitud. Por tanto, podemos decir que MAR puso a los imagólogos de su texto a trabajar como lo hace él. García Egea, en su entrevista con La Sexta, habló bien de todos sus enemigos salvo de uno, MAR. Dijo algo así como que no conocía los "límites". El candidato muerto es el terreno de juego tal y como MAR lo concibe.
Antes de adentrarnos en la guerra que acabó con Casado, descubramos el auge de Ayuso como candidata. "El mejor de ustedes no será el más preparado, sino aquel a quien la gente le entienda, aunque lo que diga no le importe a nadie. La gente desconfía de aquel a quien no entiende, pero confía en aquel a quien entiende aunque no piense del mismo modo". Ejemplo contemporáneo, ya por boca de Ayuso: "Me gusta Madrid porque es una ciudad en la que no te encuentras a tus ex".
¿Y qué hace MAR con esa materia prima? "Gestos que entusiasman al pueblo. Esos son los detalles en los que se fijan los periodistas y que son alabados por los comentaristas de las emisoras de televisión que nunca están presentes en ningún sitio; aquellos que no saben de nada, pero que llenan minutos y folios hablando de grandes estupideces. Ese es el verdadero armazón del laberinto". Probablemente todos convengamos en que Ayuso ha logrado un gran armazón: su corpus mediático resulta inmejorable. La derecha la glorifica y la izquierda la engrandece con sus insultos.
Sobre la relación del candidato con las cámaras, MAR, el narrador omnisciente, se explica con esta crudeza: "El laberinto del poder está deshumanizado por muchas razones, pero una de las principales es que lo que ocurre en política se transmite a través de la tele y la radio. Esas cosas son máquinas. Y las máquinas no tienen corazón. Los perros nunca obedecerían una orden de alguien por televisión porque no comprenderían unas palabras sin corazón. Pero los hombres del siglo XXI sólo conciben recibir órdenes por televisión, sin corazón y sin humanidad. Por eso el imagólogo enseña al candidato a hablar al corazón de la gente, pero no con el corazón del político, sino con el engaño, el truco preparado, con el ejemplo impactante. Todo ello dispuesto a ser bien fotografiado". Ayuso pilotando un coche de carreras. Ayuso con las camisetas de fútbol. Ayuso motorista.
El ciudadano tiene acceso al laberinto a través de los medios de comunicación. Y los medios tienen acceso al laberinto a través de sus fuentes. Pero, salvo en contadas ocasiones, suele ser un acceso superficial. Por eso dice MAR: "La parte del laberinto que ven los ciudadanos es un vidrio translúcido, cada vez con zonas más oscuras y opacas. La que ven los moradores del laberinto es un espejo para que crean que el mundo está hecho a su imagen y semejanza".
El "porno duro" de la traición
Lo sucedido en el PP de Madrid, ese porno duro de la traición, la miseria y la mezquindad, es la excepción que confirma la regla. Sabemos que la política es eso, pero rara vez se conocen los detalles más truculentos.
El propio MAR escribe que la "principal regla del laberinto" consiste en que "los trapos sucios no salgan del escondite". Ese fue el mandato que se autoimpuso MAR al ser contratado por Ayuso. En el principio, el enemigo fue Ciudadanos. Hasta que Casado quiso evitar que su clienta presidiera también el PP de Madrid. Ese fue también el mandato que se autoimpuso Teodoro… hasta que vio en Ayuso una amenaza al liderazgo de Casado.
Ya no es que el votante medio sea ajeno a lo que sucede en el laberinto. Ni siquiera los miembros de los partidos están al tanto de lo que ocurre. Lo verdaderamente importante, lo que de verdad explica las cosas, sólo es trasladado al periodista a cambio de que no lo publique. Hay veces que el propio periodista decide no contarlo para no traspasar los límites de la moral. ¡Qué cosas han ocurrido!
"Cada día el laberinto es distinto, pero con los mismos protagonistas. Hay que sortear las calles sin salida y el pasillo de los espejos, pero también las zancadillas y los golpes asesinos detrás de las esquinas. Golpes que nunca se harán explícitos a los ojos del público. Por eso los partidos no saben casi nada, no se enteran de casi nada. Aplauden o gritan, pero les está reservado lo más profundo del laberinto", razona MAR.
Hasta que… ¡¡¡bum!!! ¡Cómo es posible que estas líneas lleven por fecha 1998! "Las reglas del juego se quebraron, pues lo importante ya no era lo que el público veía, sino lo que estaba escondido. La apariencia de legalidad se convirtió en una fortaleza mayor que la auténtica legalidad".
El párrafo anterior describe milimétricamente el día en que Ayuso dio una rueda de prensa y Teodoro le respondió con otra. Lo escondido había dejado de estarlo. La filtración llevaba nombre y apellido. Las acusaciones ya eran de carne y hueso. La mierda había comenzado a flotar. "En situaciones límite, se deja la puerta abierta. Y entonces se ve todo. Se nota todo".
Pero ni siquiera en mitad de ese huracán se improvisa. MAR baila como en el tango: "Las decisiones estratégicas en el laberinto no se toman sobre la marcha. Se necesita la reflexión de la maldad. Fría, sin importar el nivel de mezquindad. Un movimiento es inútil si no está seguido de otro y de otro. Esta previsión se hace con calma. Calma tensa, pero nunca improvisación".
Resulta sencillo, ahora que ya ha pasado una semana, contemplar ese ritmo en los movimientos de Díaz Ayuso. Tan, tiquitán, tiquitán, tiquitán. Un paso por delante de Casado y Teodoro, a los que MAR llevaba cogidos por la cintura en dirección al precipicio.
El acierto de MAR fue adelantarse. Si hay algo turbio que contar, cuéntalo tú mismo. Ayuso dio la rueda de prensa sobre los contratos de su hermano antes de que saliera Casado. Para cuando el presidente del PP quiso contraatacar, la opinión pública ya conocía los contratos del hermano de la líder madrileña. Casado quiso forzar la máquina: la acusó de un delito. Había caído en la trampa. Porque, llevado por mil demonios, lo hizo sin pruebas. Y tuvo que retractarse.
Todo eso en un escenario que MAR había venido dibujando con esmero durante meses: Ayuso era la víctima y Casado el agresor. Ayuso es un fenómeno social y Casado se aparecía como un candidato que nunca ganaría a Pedro Sánchez. Miguel Ángel Rodríguez supo el instante en que murió Casado. Era cuestión de sentarse y mirar.
Este es el ambiente del laberinto cuando todo estalla, según MAR: "Hay que esperar a las esquinas para zancadillear y que todos se indignen exageradamente si ven a alguien con la navaja en la mano, la misma que el resto lleva en la faltriquera".
Casado, ya zombi, se enfrentaba a un juego de espejos. Porque "en los escondites del poder" los traidores "llevan el mismo traje, el mismo corte de pelo y los mismos gemelos" que los leales. MAR sabe que "la lealtad no existe; existe la fidelidad, y sólo se es fiel cuando se recibe algo a cambio". Casado ya no tenía nada que dar.
La muerte
Vamos con el final de la novela: "Antes de que el cuerpo de Torrojo –aquí pueden poner Casado– se enfriara, muchos estaban calculando votos, campañas, fotografías nuevas, mensajes y procesos electorales (…) En política no puedes esperar mucho. En cuanto saben que no estás arriba, corren el telón a velocidades asombrosas".
Cuando Pablo Casado se despidió del Congreso de los Diputados, llevaba la mirada alucinada de los poetas. No sabía cómo. No sabía qué. No sabía por qué. "He hecho cosas mal, pero no he hecho nada malo", repetía a los pocos leales que le quedaban.
La salida de la política es dura psicológicamente. MAR lo vivió y no pudo resistir la tentación de volver a entrar: "Los habitantes del laberinto creen que toda la vida se divide en laberintos parecidos, y sufren un duro golpe cuando comprueban que las personas son otra cosa, que viven, que disfrutan de algunos momentos, que reflexionan, que se solidarizan de corazón sin pensar nunca en una fotografía para la prensa, que no son escépticos… Que la vida es distinta más allá del cristal de pasillos de aire acondicionado y sórdidos escondites".
Eso le va a pasar a Casado y eso le pasará a Ayuso cuando deje la política. La partida no ha terminado. Casado es el "candidato muerto", pero la presidenta de la Comunidad de Madrid continúa dentro del laberinto. "¿Qué es la verdad? ¿Lo que sabemos nosotros o lo que creen millones de personas? ¿Hasta dónde podríamos mantener una mentira?". Dínoslo tú, MAR.
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