Uno podría pensar que barajando las formas y los contenidos de los grupos de la oposición y de los socios del Gobierno, habría bastado. Si después de la larguísima exposición inicial de José Manuel Albares sobre la crisis de Ucrania se hubieran tomado el tono de los socios y el contenido de los opositores, el ministro de Exteriores no se habría gastado la saliva durante casi cuatro horas en la Sala Constitucional del Congreso.
Habría triunfado la "unidad", que fue la palabra más repetida por el jefe de la diplomacia española. Habría podido levantarse, ser aplaudido y saludar a la concurrencia.
Pero haciendo el ejercicio contrario, si la receta escogiera el fondo de sus socios y las formas de la oposición, a Albares no le habría quedado más que pedir la cuenta y largarse.
La conclusión real de la comparecencia de urgencia solicitada por el propio ministro es que al Gobierno no lo apoya nadie. Al menos "en fondo y forma", que es como se dice a hora cien por cien.
Porque el escenario bélico en plena escalada y sin tregua es lo que se vivió en la noche de este martes en el Congreso: con luz y taquígrafos, y periodistas tomando notas para contarlo después.
La secretaria de Relaciones Internacionales del PP, Valentina Martínez Ferro, dijo que su partido tiene"sentido de Estado", pero apaleó a Albares sin piedad, lo acusó de "soberbio" y señaló al Ejecutivo por "confundir apoyo con sumisión". Por supuesto, afeó que Albares llegara "tarde", después de haber movilizado tropas, que hablara en comisión y no al pleno... y lo trató de ningunear como "subalterno" exigiendo que hubiera sido Pedro Sánchez el que diera explicaciones.
Por su parte, el diputado de Unidas Podemos Antón Gómez Reino celebró "estar de acuerdo" con el Gobierno "en que el titular de esta sesión es que el diálogo es la única vía", pero a esa conclusión llegó solo él. Ni siquiera el ministro, que abría mucho los ojos detrás de las gafas cuando le trataba de explicar que "para que haya diálogo con quien ha invadido una parte de un país y ahora acumula 120.000 soldados más en la frontera, hace falta también mostrar la fuerza".
Es decir, "que la disuasión es lo que puede estimular al diálogo a quien no termina de hacerlo desde hace más de ocho años".
En realidad, no sólo Gómez Reino estaba en esas posiciones "ingenuas". También los otros abajofirmantes del manifiesto que Unidas Podemos promovió el viernes pasado, Bildu, BNG y la CUP. Un documento voluntarista que decía una cosa -"defendemos la soberanía de los pueblos"- y la contraria -"cesen los planes de integrar a Ucrania en la OTAN"-.
Así lo defendieron Jon Iñarritu, Néstor Rego y Albert Botran... y así lo proclamaba el propio portavoz morado, poniéndole muy difícil al ministro su esfuerzo de no discrepar con el portavoz del socio minoritario de su propio Gobierno: "Insisto, no estamos en un escenario de guerra, y es importante que los españoles lo tengan claro", se desgañitaba Albares: "Es un diálogo frágil, tenue y amenazado, pero hasta el final apostaremos por él".
Cuando este fin de semana hubo "discusiones agrias en el seno del Gobierno" después de las críticas, las descalificaciones y hasta las comparaciones de Sánchez con Aznar por parte de miembros de Unidas Podemos, se encontró un punto común: la palabra "diálogo".
A ella se podían agarrar los morados y a ella se podía sumar el lado socialista. Los primeros para acusar a los segundos de "haber rectificado"; y los segundos para aclarar que "seguimos buscando la diplomacia".
De hecho, esas también habían sido parte de las declaraciones de Margarita Robles, ministra de Defensa, el jueves. Cuando anunció el adelantamiento del envío de la fragata Blas de Lezo al Mar Negro, no sólo dijo que "España cumple con sus aliados en este escenario y manda fuerzas a defender sus límites orientales ante la frontera de Rusia". También añadió que "España está por el diálogo y la única solución debe venir por la vía de la diplomacia".
Y a eso, a tratar de definir el punto medio entre la "preocupación" y la "esperanza"; entre "estar preparados para todo lo que pueda pasar" y "no anticipar escenarios", dedicó el ministro la inmensa mayoría de su exposición y de sus respuestas a los portavoces parlamentarios.
Los socios, agresivos
Había comenzado definiendo y describiendo la situación. La definió como una "cuestión grave" y la describió como "un desafío de una fuerza agresiva" que puede "afectar a la seguridad de Europa y a la legalidad internacional". Por eso, repitiendo las palabras que había anticipado en el pasillo ante la prensa, pidió "en el Congreso que lo que ha sido posible en el seno de la UE y el de la OTAN, la unidad, sea posible aquí entre las fuerzas políticas españolas".
Probablemente, ahí se le acabó a Albares la esperanza, si la tuvo. Los socios internos y externos del Gobierno le dijeron que "la OTAN no tiene sentido", según Junts, "si es que alguna vez lo tuvo", añadía Bildu. Es más, que la Alianza Atlántica es "parte del problema y nunca de la solución" para la CUP, porque "sirve únicamente a los intereses imperialistas de EEUU" en palabras del BNG. Y no sólo "es agresiva", tal como la describió ERC, sino que en su afán expansionista "ya tiene rodeada a Rusia".
Valga la contestación que le dio Albares a Botran -con quien sí se atrevió, ya que de los independentistas antisistema no espera nada el PSOE- como ejemplo de lo que opina el jefe de la política exterior española:
"¿Sinceramente cree que la OTAN es el problema? ¿Quién ha puesto los 120.000 soldados y ha ocupado ilegalmente Crimea? ¿Quién hace del diálogo algo muy difícil tratando de imponerle condiciones inasumibles? La situación sobre el terreno es objetiva, y si usted dice que OTAN es la que amenaza... no puedo hacer mucho por usted si lo que dice es tanto como negar que ahora es de noche".
...y eran las 23.03 minutos de un 25 de enero en Madrid.
Y si el jueves por la tarde, cuando Pablo Casado no tardó un minuto en mostrar su respaldo a Sánchez en la crisis de Ucrania, parecía que habría por fin unidad en los partidos de Estado, ésta terminó de desaparecer en la comisión de Exteriores del Congreso.
Palos al PP
Albares se ensañó con Martínez Ferro, jugando a despreciar sus quejas porque el Gobierno llegaba "tarde" a informar. "Le agradezco que siga aquí a estas horas", le espetó en la segunda réplica, "pero salgo muy preocupado, porque esperaba otra cosa del principal partido de la oposición".
El ministro no respondía a muchas preguntas concretas de la portavoz internacional de los populares. Y a las que sí lo hacía con cierta displicencia: "No puede traerse las cosas escritas de casa y tampoco no haberse leído las conclusiones del Consejo de Exteriores de ayer en Bruselas", le afeó en lo personal. Al PP en general le reprochó Albares que "todos los grupos han intentado estar a la altura hoy aquí salvo el PP, que ha estado a otra cosa, al eslogan, el mitin y la anécdota de si una llamada más o menos".
Lo de la llamada era la respuesta a las quejas de Casado por no haber sido informado. A la insistencia de Cuca Gamarra a media tarde en un corrillo con la prensa y la sugerencia de Valentina Martínez de que "si no puede contestar aquí hasta dónde están dispuestos a llegar, al menos háganlo en privado, con una llamada del presidente del líder de la oposición".
Porque es cierto, fue el PP el único partido que planteó ese extremo, el de la guerra, sin bajarse del apoyo al Ejecutivo. Eso sí, recordando que "no podrán contar con sus socios, así que al menos tengan lealtad con los únicos que les apoyaremos".
Otros portavoces dijeron "sí, pero" al Ejecutivo. O incluso aclararon que "no, nunca", como ya se ha descrito más arriba. Los únicos que no atacaron de frente fueron Ciudadanos y PNV.
Pero la realidad es que si hubiera bajado Jens Stoltenberg de su avión de líder de la OTAN, por un casual, en Torrejón anoche, nadie del equipo de Moncloa lo habría llevado al Congreso para mostrar la posición "firme y decidida" de España... porque los socios de Sánchez los habrían corrido a gorrazos a él y los defensores de la OTAN, a Sánchez.