Tiene una cosa Pedro J. Ramírez y es que incumple ese axioma de que el periodista nunca debe ser noticia. No ha dejado de serlo desde hace más de 40 años, los que lleva dirigiendo periódicos.
Porque no ha dejado de protagonizar exclusivas, de influir en la historia política de la democracia española y/o de organizar citas discretas... tal vez, hasta secretas. Mucho de eso, lo más revelador, está en las páginas de 'Palabra de director' (Planeta), presentado en una concurrida rueda de prensa celebrada en el madrileño Círculo de Bellas Artes, este miércoles.
Y tiene otra cosa, que contaremos al final.
Palabra de director es sólo una primera parte. Comprende desde la primavera de 1980 cuando durante un viaje a Estados Unidos Pedro J. recibió a los 28 años la oferta de dirigir Diario 16 -al que convertiría en uno de los periódicos emblemáticos de la Transición- hasta el día en que cambió todo, el de "la masacre del 11-M".
Entre esos dos hitos navegó su conversación con la prensa, tras ser presentado por Belén López Celada, directora editorial de Planeta. "Yo era muy feliz, como reportero de ABC", reveló. "Hacía lo que quería y tenía la confianza del director para averiguar y contar la verdad política e incluso para ser su columnista", pero le pusieron en las manos un diario que luego fue "el primero en descubrir que el general Armada no fue al Congreso en el 23-F a defender el orden constitucional, sino a subvertirlo, y al día siguiente lo publicamos".
Así, "por casualidad, acabé en este puesto". Es una frase manida de Pedro J. que en este oficio "sólo podría ser reportero o director". Y aunque ésta no la pronunció en la presentación de su primer tomo de memorias, sí que confesó por qué nunca lo ha dejado. "Nunca me he arrepentido. Refundé Diario 16 y he fundado los dos siguientes, El Mundo y EL ESPAÑOL, como un sistema de autoempleo, porque no me habrían contratado en ningún otro, tal como estaban las cosas en esos momentos".
También es frase manida de Pedro J. presumir de que a él lo han derrotado "primero, los socialistas y luego, los populares". Es decir, primero Felipe González y luego Mariano Rajoy. Para el primero, hay líneas en este libro; para el segundo, se las guarda... porque habrá más.
En realidad, el director tiene muchas cosas más. Casi todas las ha ido contando en estas décadas. Su carta del director de los domingos -de todos, sin veranos ni fiestas, desde que en 1980 apareció con negritas en la mancheta de Diario 16- es el pulso semanal del contrapoder. Y los titulares de cada mañana en los periódicos que ha dirigido y fundado, el verdadero motivo por el que los sucesivos inquilinos de la Moncloa -y otros sillones mullidos- llevan cuatro décadas largas sufriendo de insomnio.
También tiene dolor. Por José Luis López de la Calle, "asesinado tres veces, una por ETA; dos por Arnaldo Otegi, cuando justificó el crimen; y tres por el obispo Setién, que de cuerpo presente se puso del lado de las reivindicaciones de sus verdugos, en el funeral". Por Julio Fuentes, "asesinado en una emboscada cerca de Jalalabad, cuando cubría la guerra de Afganistán, hace ahora 20 años". Y por Julio A. Parrado, "quien tuvo la mala suerte de estar en el único sitio en el que los iraquíes acertaron con un cohete durante el asedio a Bagdad".
Y también tiene mitos, tres personajes que se le quedaron grabados de estos años: "La mano que me dio aquel plantígrado herido, Konstantin Chernenko, en una cena de gala con los Reyes en 1984, pocas fechas antes de morir en Moscú"; la admiración "sincera" que le causó Bill Clinton, a quien pudo conocer tras su presidencia; y "por encima de todo, el 'puedo prometer y prometo' de aquel hombre mágico a quien veías el empeño hercúleo en su mirada... Adolfo Suárez". Con suspiro sincero, apostilló: "Cada año que pasa, su figura se agiganta".
Noticias, titulares y felicidad
A pesar de sus 668 páginas -que incluyen 25 de un prolijo índice onomástico en el que "todos se buscarán"-, Ramírez todavía no había contado bastantes de todas esas cosas. Ahora, ha decidido reunirlas en un libro de memorias. "Una larga carta de amor al periodismo", confesó, "y un preámbulo de lo que vendrá, porque aunque la realidad puede dar motivos, nunca hay que perder la ilusión... viene una nueva edad de oro en este oficio".
Él era la noticia del día, pero no pudo evitar revelar unas cuantas primicias más. La primera, que habrá segunda parte, como mínimo, de estas memorias (le queda una década larga por contar).
La segunda, que "es la primera vez que me confirman una segunda edición de mi libro antes de poner a la venta la primera, ¡y llevo un par de docenas publicados!", reveló orgulloso.
Y la tercera, que si bien su peor momento como director fue el lanzamiento de este diario -"los fallos técnicos los primeros días de EL ESPAÑOL superaron con mucho cualquier otro momento de frustración, decepción o fracaso"-, el periódico que dirige y preside permanece, por noveno mes consecutivo, en el podio de la prensa española desde hace más de un año. "Eso lo acaba de decir el medidor oficial actual, ComScore, hace sólo 20 minutos", dijo comprobando el dato en su móvil.
"Yo soy feliz por lo menos un rato cada uno de los días que comparto tareas con mis compañeros en la redacción. Cuando ejercemos el trabajo de controlar, sintetizar y contar las noticias. Sigo disfrutando en la reunión de portada". Entre otras cosas, porque de no haber sido periodista, admitió, hubiera sido "un exponente más del fracaso escolar... yo no valgo para otra cosa".
Conversaciones inéditas
Con la técnica de flash back, el libro repasa sus experiencias periodísticas en torno a la muerte de Franco y los primeros balbuceos de la democracia. La narración desemboca pronto en la pesadilla del golpe de Estado y prosigue de sobresalto en sobresalto, hasta bien doblada la centuria, cuando The Guardian definió a Pedro J. Ramírez como "el periodista europeo más importante del último cuarto de siglo".
Palabra de director abarca más de 30 años de vida política en España e incluye revelaciones y testimonios nunca publicados sobre hechos tan relevantes como el 23-F, el 11-M o las negociaciones con ETA. Y para los más interesados en lo que se suele quedar en las bambalinas del juego del poder, aporta conversaciones inéditas con los cinco primeros presidentes de la democracia: Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero.
"Hay cosas que no he podido contar antes y he decidido contarlas ahora", confesó Pedro J. en la presentación del libro ante la prensa. Porque ésa es la otra cosa que decíamos al principio que tiene Pedro J. y que su Palabra de director demuestra: sus fracasos.
Del 'Watergate' al 11-M
Si algo le duele es no haber logrado desentrañar "toda esa verdad oculta" que hay detrás de la masacre de los trenes de Atocha. Si algo cumple, dice, es una frase que le dijo Ben Bradley cuando lo entrevistaba en el despacho del director del Washington Post el mismo día en que el juez decidió que se hicieran públicas las cintas grabadas al presidente Richard Nixon: "Un periodista tiene que saber matar la historia".
Es decir, que por mucho que uno haya invertido, haya acompañado a los reporteros en sus investigaciones, sepa que las pruebas están ahí fuera, esperando, y se tenga claro que la verdad oficial "no se corresponde con la real", dijo, "debes saber parar".
Pedro J. es "el periodista más influyente de la democracia", como decía de él la editora, sentada a su lado para vender el producto... aunque eso debe de ser realmente así. Porque pasados los años, el propio Bradley le confesó que la primera vez que pensó en que el 'Watergate' era poca cosa fue cuando El Mundo destapó "la trama de terrorismo de Estado de los GAL gracias a la tenacidad de Melchor Miralles".
Antes y después de aquello, el autor de estas memorias fue quien lideró los periódicos que encontraron a Luis Roldán; el responsable de publicar los escándalos del búnker de Palomino y de sacar las cintas de Corinna; el que tituló a toda plana "las escuchas ilegales del Cesid" y su "cintateca"...
Es el periodista que entrevistó en primicia a los presidentes Aznar y Zapatero en Moncloa; el fundador del diario que destripó toda la Operación Libertad en Venezuela; el creador de la cabecera que coló una microcámara en el Supremo para "encerrar en la memoria de la Historia a todo un presidente, Felipe González, declarando en el juicio por el secuestro de Segundo Marey"...
También es un gran vendedor de historias, es cierto. Tanto como para que si la verdad del 11-M es su gran "fracaso", él es capaz de pero presentarlo como un desafío: "Es aún una asignatura pendiente para mí, para los periodistas que vivieron aquellos hechos, y para las generaciones futuras".
La "palabra" del director
Porque, efectivamente, ésa es la otra cosa que tiene el director, presidente ejecutivo de EL ESPAÑOL y autor del libro que más de cuatro generaciones estarán tentadas de regalar estas Navidades. La que anunciábamos al inicio de esta pieza...
Que es "fiel al oficio" y por eso, consigue colgarse sus fracasos en la pechera como méritos.
Aunque uno dude de la verdad oficial, "que no encaja", y tenga indicios de las alternativas que la desmontarían, dijo, uno debe cumplir su misión. Y así, "en contra del adagio, permitir que la verdad te arruine un buen titular... y no publicar nunca aquello de lo que no estés seguro de que es verdad". Y es que "un director tiene que tener palabra. Ante sus periodistas, ante las fuentes y ante sus lectores".
Razón por la que lo defenestran, razón por la que resurge y dura.
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