Occidente sufre la peor crisis de su historia y España se difumina como nación. Es la consecuencia de una guerra cultural soterrada en la que participan agentes externos pero, sobre todo, internos. Los adversarios más peligrosos habitan dentro del país y sólo un renacimiento cultural que establezca un nuevo equilibrio entre tradición e innovación logrará la pervivencia.
Esta es la tesis que sostiene el escritor y ensayista Alberto Gil Ibáñez en su libro La guerra cultural: los enemigos internos de España y Occidente (Almuzara, 2020). Con él, pretende diagnosticar las causas internas que se encuentran tras la crisis política, económica y social que asola a España.
Gil Ibáñez sostiene en conversación con EL ESPAÑOL que las mayores amenazas no provienen de los países con los que competimos económica y políticamente, ni siquiera con los que mantenemos disputas territoriales, sino que proceden de "los españoles que no creen en España". Junto a los separatistas, están aquellos que el autor denomina hispanobobos -quienes por ingenuidad se han convertido en aliados de los hispanófobos-.
"Enemigos internos"
"La historia propia se digiere o se vomita". Así piensa el autor, que sugiere masticar bien sus luces y sombras para poder mirar al futuro. Sin embargo, en España la leyenda negra está impidiendo esa correcta digestión. Y es que nuestro pasado se les atraganta a los separatistas y a cierta parte de la izquierda, que muestra una extraña connivencia con ellos.
"La leyenda negra jamás había tenido tanto apoyo entre la intelectualidad española como ahora", asegura Gil Ibáñez a este medio. Y abunda: "Antes, por norma general, los intelectuales apoyaban a España. A partir de la Guerra de la Independencia (1808-1814), el país se divide en dos: los patriotas y un grupo de españoles afrancesados que consideran que España está en decadencia y que debe emular a los vecinos del norte. Estos desprecian todo lo que viene de España y exaltan lo que viene de Francia porque representa a la Ilustración".
Esa "izquierda afrancesada" es fácilmente distinguible en la política española hodierna, que identifica el ser moderno con "sustentar ideas antiespañolas": "Hay una parte de la izquierda que ha comprado ese discurso y que está facilitando la llegada de nuevas leyendas negras, como la que sostiene que España nunca ha existido".
-¿Tiene la izquierda española una relación traumática con su pasado?
-La izquierda de España es singular porque considera el patriotismo como algo de derechas. Tiene el síndrome de los Pirineos: coges a personajes de izquierdas y los pones a vivir en París, y se vuelven patriotas franceses. Hasta se ponen a cantar la Marsellesa, que tiene una letra machista, porque la izquierda ha asumido que la Revolución francesa es sinónimo de modernidad y por tanto en Francia sí se puede ser patriota.
"Hay una parte de la izquierda que considera moderno hablar mal de España y apostar por los derechos de las minorías, ignorando que lo más moderno es apostar por la igualdad", critica. Pero no toda la izquierda ha aceptado acríticamente la leyenda negra. En este sentido, salva de la quema a los discípulos de Gustavo Bueno (tales como Pedro Insua o Jesús G. Maestro), que representan a la izquierda internacionalista.
Frente a la izquierda internacionalista, la izquierda que se ha aliado poco a poco con movimientos nacionalistas porque considera que tienen un enemigo común: la derecha. "En España la dicotomía no es izquierda-derecha, sino quienes creen en España y quienes no", arguye el escritor.
"La izquierda, por motivos electorales -remite a la imagen del dóberman, utilizada por el PSOE en las elecciones de 1996- ha querido promover la ficción de que vivimos en un país normal en el que no hay separatismo, sino una dicotomía izquierda-derecha", explica Gil Ibáñez, que desmonta esta tesis: "La izquierda hace el cálculo electoral de que si se une al separatismo, derrota al enemigo electoral, que es la derecha".
Ese interés electoralista y pragmático ha unido a los hispanobobos con los hispanófobos internos: los separatistas. Se ha formado así una "ciclogénesis explosiva" que amenaza ahora al sistema del 78.
"Ciclogénesis explosiva"
Esta asunción de la leyenda negra tiene como consecuencia la voluntad de cierta izquierda por acabar con el sistema del 78, en tanto en cuanto entiende que la Transición fue un fraude, una rendición y que el sistema actual está obsoleto. Frente a esta lectura, el profesor aboga por defender la actual Constitución como la causante del mayor periodo de prosperidad y paz de nuestra historia reciente.
La mirada del autor constata que los cimientos del país se tambalean: el Parlamento (hay quienes hablan ya de "democracia popular"), la Monarquía o incluso el Estado de derecho ("hay quienes pueden incumplir la ley sin consecuencias", dice). Así, asistimos a lo que Gil Ibáñez califica como "ciclogénesis explosiva".
"Aquí el problema de España es que hay gente que vive en una revolución permanente sin tener un modelo alternativo claro", explica el escritor y ensayista. "Quieren destruir, eso sí, pero ¿cuál es su alternativa?".
-Una república, dicen.
-Pero ¿qué república? Porque la república que defienden quienes más hablan de república no es una al estilo francés o alemán, sino un surepublicanismo. Es su república. Quieren a una mujer presidenta, sí, pero nunca aceptarían que la presidenta fuera Esperanza Aguirre, por ejemplo. Quieren un presidente que sea de su grupo y eso fue lo que terminó acabando con la Segunda República.
La 'modernición'
No es suficiente señalar a los enemigos y detectar los problemas coyunturales que atraviesa Occidente (y en especial, España) si ese análisis no va acompañado de una estrategia para superarlos.
En este sentido, el libro de Alberto Gil Ibáñez -así como su charla con EL ESPAÑOL- termina por elaborar una propuesta que se vertebra en tres ejes fundamentales: recuperar la unidad nacional mediante un "patriotismo integrador y transversal", participar en la guerra cultural y defender la "modernición" frente a la revolución.
"Ser patriota es velar por lo que nos une", detalla el autor respecto al primer eje, puesto que considera que el patriotismo conviene "a todo español, sea de izquierda o de derechas, homosexual o heterosexual, ateo o católico, federalista o centralista": "Sentirse orgulloso de pertenecer a una colectividad hace que esa colectividad funcione mejor".
-Entiende entonces el patriotismo como la búsqueda del interés general.
-Claro. Y el bien general no es una cuestión de izquierdas o derechas. Sentirse patriota es algo lógico y deseable en toda nación del mundo.
En este sentido, destaca como curioso que "todas las naciones que surgen de la destrucción del Imperio español, como las de América, tienen un sentido de orgullo nacional mucho más fuerte que la tierra madre".
-¿Qué separa al patriotismo del nacionalismo?
-El patriotismo es positivo en tanto en cuanto no desprecia al contrario, lo que busca es el brillo propio, no ser menos que los demás. El nacionalismo separatista es supremacista.
En cuanto a la guerra cultural -término utilizado por la derecha mediática para denunciar y combatir el monopolio cultural de la izquierda-, Gil Ibáñez aboga por ella. Pero con matices: "Primero hay que definir qué es la batalla cultural. De la batalla cultural se habla mucho en el ámbito intelectual y mediático pero nadie lo define. Hay gente que lo confunde con batalla por el relato".
En primer lugar, señala el ensayista, conviene aclarar que la cultura es "el conjunto de valores, principios, creencias y costumbres que sustentan implícita o explícitamente una sociedad".
Partiendo de esa definición, apunta a que debemos entrar en la guerra cultural. O sea que debemos defender nuestras raíces frente al "virus posmoderno" que está provocando la decadencia cultural de Occidente, por cuanto intenta extirpar nuestras raíces sin ofrecer alternativa. "Ahora parece que cada uno puede tener su verdad, su cultura y que todo forma parte de un magma, pero eso no ha funcionado jamás. ¿Acaso es igual de legítima la cultura nazi que la nuestra?", plantea.
"Hemos acabado con todo lo que era sólido, hemos llegado a la sociedad líquida, y ya es gaseosa: en la política, en la cultura y en las relaciones personales", reflexiona Gil Ibáñez, que aboga por "recuperar lo mejor de nuestro pasado y no renegar de él, como propone el posmodernismo".
Y de ahí que su propuesta cultural y política para España y Occidente sea la modernición, que consiste en "un nuevo renacimiento cultural que parta de las bases que han permitido a Occidente llegar a sus mayores cotas de desarrollo y bienestar": "Eso no hay que despreciarlo, sino actualizarlo. Valores como el trabajo, el esfuerzo y no ocultar a la gente que la vida es lucha. Tenemos derechos, pero también deberes". En definitiva, dar un paso hacia atrás para poder dar luego dos hacia delante.
"No hacen falta más revoluciones, ya hemos tenido bastantes, sino volver a valorar el sentido común, el punto intermedio y la búsqueda del equilibrio. Otra globalización, otro Occidente, otra Europa y otra España mejores son posibles. Basta con ser autocríticos con nuestro presente para ganar el futuro y reconciliar las contradicciones que bloquean el camino. Mantengamos los pies anclados en el suelo firme de nuestras naciones, pero alcemos las manos a la humanidad entera. Una vez más el mundo hispano debe ir plus ultra y reinventar la globalización" (Alberto Gil Ibáñez, La guerra cultural: los enemigos internos de España y Occidente).