La detención del líder opositor ruso Alexéi Navalny apenas ha suscitado reacciones entre los políticos españoles, que han respondido a la noticia con una condena tácita o con un silencio delator.
Navalny llevaba en Berlín desde agosto, donde se recuperó del intento de asesinato supuestamente perpetrado por el FSB, el temido servicio de inteligencia ruso heredero de la KGB, que trató de envenenarlo con una sustancia tóxica militar -novichok-. Tras reponerse, fue detenido el pasado domingo por la Policía en el control de pasaportes del aeropuerto Sheremétievo de Moscú.
Ni su esposa, Yulia, ni su abogado pudieron acompañarlo a la comisaría más cercana, donde se celebró una audiencia exprés en la que el juez dictó una sentencia de 30 días de prisión provisional.
Estos hechos han sido condenados unánimemente por la comunidad internacional: desde el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo; hasta el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, que calificó el arresto de "inaceptable" y llamó a las autoridades rusas a liberarle "inmediatamente".
Nuestros políticos, sin embargo, han sido mucho más condescendientes con el Kremlin. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se refirió escuetamente a ese "hecho lamentable" en su intervención inaugural de la VI Conferencia de Embajadores españoles.
La ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, ni siquiera se ha pronunciado al respecto y se ha limitado a compartir un tuit de Josep Borrell, responsable de Exteriores de la Unión Europea, en el que pedía a las "autoridades rusas" que respetaran "los derechos" de Navalny y lo liberaran "de inmediato".
En cuanto al resto de líderes políticos españoles, mutismo absoluto. Ni Pablo Casado, ni Santiago Abascal, ni Pablo Iglesias, ni Inés Arrimadas, tampoco los principales líderes separatistas, han empatizado con el calvario sufrido por el opositor ruso, aún aprisionado.
Una actitud que contrasta con la calidez con la que el centro-derecha recibió en su día a Leopoldo López -sólo Podemos calló entonces- tras su huida de las garras de Maduro o con la vehemencia con la que la izquierda y los separatistas se pronuncian sobre lo que sucede en Estados Unidos. Una muestra de que el sesgo ideológico determina si nuestros políticos condenan o no determinadas violaciones de derechos humanos.
"Juego político"
Esa falta de pronunciamiento con respecto a la detención y enjuiciamiento exprés de Navalny se debe a que "posicionarse respecto a Putin no da votos en España". Esta es la tesis que sostiene Juan Carlos Jiménez Redondo, Catedrático de Historia del Pensamiento y doctor en Relaciones Internacionales, en conversación con EL ESPAÑOL.
"Hay tótems internacionales que forman parte del juego político interno a izquierda o derecha", explica el experto, que pone como ejemplo Venezuela: "Situarte en contra de Maduro caracteriza ideológicamente a la derecha, mientras que situarte cerca de Maduro caracteriza ideológicamente a la izquierda".
Otro país que desempeña un rol fundamental dentro del juego político español es Estados Unidos. "No deja de ser un elemento estereotipado de la política exterior española: si eres anti-Trump, eres liberal o progresista". Rusia, sin embargo, "no forma parte del juego político" porque nuestros políticos entienden que "no van a sacar réditos por situarse a favor o en contra de Putin".
Jiménez Redondo explica que "el caso de Putin es complicado porque gusta tanto a la extrema derecha como a la extrema izquierda": "Es un líder indefinido. Tiene elementos de nacionalismo duro que gustan a la derecha y elementos de antiamericanismo radical que gustan a la izquierda".
Europa y Rusia
El resto de gobiernos europeos está dividido entre quienes abogan por romper relaciones con Rusia y quienes, como Francia o Alemania, quieren mantener las relaciones y se conformarían con alguna sanción comunitaria.
"Europa no está para jugar a ser actor internacional", sostiene Juan Carlos Jiménez Redondo, que abunda: "Europa es un actor cada vez más debilitado e impulsa menos posiciones políticas".
-¿A qué se debe?
-La globalización ha establecido un marco de subordinación de Europa a otros intereses. A ese marco hay que sumarle que Putin impone respeto porque tiene el poder de quitarnos el gas y poner a Europa a tiritar de frío.
Por ello, este doctor en Relaciones Internacionales no espera una respuesta contundente por parte de la Unión Europea: "Rusia tiene unos elementos económicos que hacen que Europa no presione ni se plantee jugar ante Rusia una política mayor. Y a Rusia se le toleran muchas cosas. Este es el nuevo contexto en el que Rusia se irá constituyendo como una potencia mucho más importante".
-En este nuevo contexto, ¿qué papel jugará España?
-España no cuenta en la escena internacional para nada. Ya no es que sea un actor subordinado o de poco peso, es que España ha dejado de tener peso internacional o política exterior que podamos definir como tal. Sólo tiene una gestión de intereses en el extranjero.
-Tradicionalmente nos ha unido una buena relación diplomática con Rusia.
-Rusia ha sido importante en el suministro de gas y petróleo, así que a España no se le ha perdido nada ahora en Rusia. España tiene cada vez unos intereses más inmediatos en términos geográficos y a todos los niveles. A España ahora le interesa lo que suceda en el norte de África y en Europa. Punto. Y cada vez ha reducido más su presencia internacional.
Esa política exterior poco activista del Gobierno de España se evidencia, a juicio del experto, en el perfil técnico escogido para la ministra de Exteriores: "No tiene una intencionalidad política; la política exterior va camino de dejar de tener componentes políticos y tener exclusivamente componentes económicos, comerciales... que ayuden a la dimensión internacional de la economía española".