El futuro de Juan Carlos I no está escrito todavía, pero todas las opciones que tienen sobre la mesa Moncloa y Zarzuela pasan por un alejamiento más o menos radical del emérito respecto al Rey Felipe VI y el núcleo duro de la Familia Real, del que en principio seguiría formando parte Doña Sofía, la madre del Rey. La Reina Emérita es indiscutible, y no se entendería que ella cayese por los escándalos de su marido.
El Gobierno lleva meses trabajando con la Casa Real, con esta idea entre otras para levantar y mantener un cordón sanitario alrededor del Monarca que lo salve del desprestigio. Las últimas exclusivas de EL ESPAÑOL a propósito de una posible evasión fiscal de hasta 100 millones de dólares "regalados" por el "generoso" rey saudí ha supuesto un escándalo "inquietante y perturbador" para Moncloa.
Así se expresó el presidente del Gobierno la semana pasada, y fuentes del entorno de Moncloa explican a este periódico sus palabras: "Todas las opciones están sobre la mesa". Es decir, que el Ejecutivo no quiere tomar ninguna iniciativa, pero sí insta a Zarzuela a actuar. Y más pronto que tarde.
Para el Gobierno es "muy incómodo lo que está pasando", explica este portavoz del entorno de Moncloa y "se está trabajando en ello para encontrar una solución" que no debería tardar demasiado, dadas las urgencias que ya ha expresado la portavoz del Ejecutivo, María Jesús Montero: "Agradecemos cualquier actuación pasada y futura que tome la Casa Real para preservar su ejemplaridad".
La incomodidad que se trasluce de Moncloa, además, vine acompañada de la presencia de Unidas Podemos dentro del Gobierno de coalición. "Hasta ahora, no han tomado acciones dentro del Gobierno que hayan provocado tensión", apunta esta fuente consultada por EL ESPAÑOL. "Es cierto que el grupo parlamentario sí que presenta iniciativas en este sentido, pero es que Unidas Podemos no es un partido, son muchos... y hay muchas sensibilidades".
Posibles soluciones
Con el enemigo dentro o no, el Gobierno sigue trabajando con Zarzuela para hallar una solución que "pare el golpe". Y éstas son las cinco opciones que podrían ayudar a salvaguardar la institución monárquica y la figura de Felipe VI tras los escándalos de su padre, el Rey Emérito.
1. La Casa Real diferencia entre Familia Real y familia del Rey. La primera es la formada por el núcleo duro de la Corona: Felipe VI, la Reina, sus dos hijas y los padres del Rey.
La familia del Rey es el segundo nivel de proximidad al Rey y está formada por un grupo bastante más numeroso de familiares. Es a este segundo nivel al que pertenecen en la actualidad las hermanas del Rey, Elena y Cristina.
Expulsar a Juan Carlos I a ese segundo nivel implicaría, por ejemplo, que éste no volviera a aparecer nunca de forma pública junto al Rey, la Reina y sus hijas. La expulsión del emérito no implicaría la de Doña Sofía, que seguiría formando parte de la Familia Real.
En la práctica, el Rey Emérito ya fue degradado a ese segundo nivel cuando Felipe VI le retiró la asignación que tenía fijada en los presupuestos de la Casa de S.M. el Rey. La Casa Real podría, sin embargo, emitir un comunicado que hiciera explícita la expulsión del Rey a ese segundo nivel.
Otras informaciones sí hablan, en cambio, de que la Reina Emérita podría ser también un "daño colateral" de la expulsión de Juan Carlos I, como ocurrió en el caso de la infanta Cristina y su marido, Iñaki Urdangarin. Pero su caso tuvo más que ver con las presiones a la Infanta para que se desmarcara de los negocios de su marido, que ésta no atendió. No es el caso de Doña Sofía.
2. La expulsión del Palacio de la Zarzuela es otra de las opciones que están sobre la mesa. Oficialmente, Juan Carlos sigue residiendo en la residencia oficial de Felipe VI, pero pocos apuestan por la posibilidad de que siga haciéndolo en el futuro. Algunas informaciones previas al estado de alarma, no confirmadas, hablaban incluso de que el Emérito "deambulaba" por suites de hotel y algunos apartamentos de Madrid.
También se ha especulado con la posibilidad de que Juan Carlos se traslade en breve a Sanxenxo, donde cuenta con buenos amigos, para pasar el verano. Pero lo que ocurra después sigue siendo una incógnita.
Una nueva residencia para el Rey, ya sea perteneciente al Estado o financiada con presupuesto público, implicaría también el coste de su personal de servicio y de seguridad. No resulta fácil, en fin, reubicar a un Rey repudiado.
La posibilidad de que el Emérito decida voluntariamente abandonar La Zarzuela e incluso exiliarse fuera de España, evitando poner en un compromiso el Rey, es otra opción. Juan Carlos I cuenta, en teoría, con los ahorros suficientes como para costearse un retiro sin estrecheces, pero no parece que la humillación de un exilio sea el final preferido por ninguna de las partes que negocian a día de hoy el futuro del emérito.
No debe descartarse, sin embargo, esta posibilidad, en cuanto sería la que más radicalmente atajaría el escándalo.
3. La retirada del título parece una opción tan radical como improbable por la carga política que eso implicaría. Esto supondría poner en bandeja a los partidos nacionalistas y populistas la deslegitimación no ya de la institución monárquica, sino de la Constitución del 78, del pacto de la Transición e incluso de la soberanía nacional.
Incluso, la retirada del título es dudoso que sea constitucional y legalmente posible. Sí cabe la posibilidad, en teoría, de que sea el propio Juan Carlos el que renuncie al título. Pero muy pocos imaginan al Emérito renunciando a él y aceptando pasar a la historia como un soberano humillado y no como uno de los arquitectos de la Transición a la democracia.
4. Una cuarta opción, también dudosa, pasaría por una comparecencia pública de Juan Carlos en la que éste diera su versión del escándalo, explicara sus acciones y pidiera perdón por ellas. La duda, en este caso, parece razonable: ¿cuántos españoles se darían por satisfechos con esas explicaciones?
Es incluso probable que el efecto fuera el contrario al deseado y que esas explicaciones fueran interpretadas como un intento de justificación, excitando aún más a los críticos y trasladando la presión a Felipe VI.
5. Renunciar a la inviolabilidad no parece factible. No es, en principio, un privilegio del que se pueda disponer libremente y al que se pueda renunciar personalmente, y es también dudoso que sea constitucionalmente posible. Aunque podría buscarse alguna fórmula que permitiera salvar los obstáculos jurídicos que presenta esa renuncia.
De concretarse esta vía, está por ver cómo podría afectar a Felipe VI. ¿Quedaría este afectado por la pérdida de la inviolabilidad por parte de su padre, Juan Carlos I?