Elda Mata es una de las principales voces del constitucionalismo en Gerona, tierra que el nacionalismo ha ocupado de amarillo en prácticamente todas las plazas y vías públicas desde el inicio del procés separatista. Y está convencida de que no puede bajar la guardia: "Tras el procés, el golpe sigue, pero a otro ritmo", asegura.
Esta jubilada oriunda de Barcelona decidió dar un paso hacia el compromiso político cuando se retiró de su empleo en un club de golf del Bajo Ampurdán. Ahora es la presidenta en la provincia de Gerona de Societat Civil Catalana y ha sufrido ataques en su casa simplemente por tener la bandera catalana y la española colgando de la fachada.
“En 2016 me pintaron la fachada de casa con la estelada. Otros nos envenenaron las enredaderas que cubren las paredes de mi casa. Y otras veces me encuentro que han arrancado las plantas de mi jardín”, explica.
Lo que sufre Mata es una violencia de baja intensidad y que afecta a todos aquellos que se atreven a romper el espiral de silencio en un tierra dominada por el nacionalismo.
Al dramaturgo Albert Boadella también le cortaron sus cipreses en Jafre, pueblo de la provincia de Gerona. Se trata de intimidar a los que alzan la voz contra el consenso nacionalista. Y por esta razón, asume Mata, hay tantas personas que prefieren no significarse públicamente.
Turismo y 'procés'
En su caso, ha esperado a la jubilación y a que sus cuatro hijos fueran adultos. “Las consignas en el trabajo eran de no posicionarse políticamente en ninguna dirección”, explica a EL ESPAÑOL. La zona donde se trasladó a vivir desde Barcelona junto a su marido hace 40 años se dedica principalmente al turismo.
La mayoría de negocios busca llevarse bien con las autoridades políticas de la zona al tiempo que son conscientes de que reciben visitantes de Francia, Bélgica, Reino Unido o Alemania.
Por esta razón, cuando el año pasado diversos grupos de separatistas plantaron cruces amarillas en las playas, como en la de Pals -una de las más turísticas-, algunos empezaron a preocuparse por la repercusión que tendría para sus negocios.
“Estoy convencida de que la situación económica se va agravar. He regentado propiedades agrícolas y ganaderas en la región y, posteriormente, fui empleada en el sector turístico”, añade para dejar claro que conoce la realidad socioeconómica de la zona.
Mata, no obstante, es optimista y cree que la situación todavía es “reversible” si los poderes públicos nacionales se implican: “La hoja de ruta sigue hacia adelante, los tiempos los van modulando, a otro ritmo, pero de lo que pasó en el 2017 tendríamos que aprender a que puede volver a pasar y habría que poner todos los medios para que esto no suceda”.
Su compromiso público a favor del Estado de Derecho le ha servido para constatar que, incluso en Gerona, bastión del nacionalismo, no está sola en su lucha: “El ambiente es apabullante. Piensas que vas a ser solo tú, pero cuando algunos nos atrevemos a hablar, muchas otras nos apoyan, aunque sea discretamente”.
Oposición civil
Mata también relata que muchos paisanos independentistas la acusan de no ser “catalana”, por ser de Barcelona y no comulgar con las tesis nacionalistas. Como cuando la alcaldesa de Vic, Anna Erra, distinguió a los “catalanes autóctonos” por sus atributos físicos.
El rostro visible de Societat Civil Catalana en Gerona afirma que seguirá organizando actos, movilizándose en la provincia para que haya alternativa y oposición civil al nacionalismo.
Y pese a las amenazas y ataques, asegura que mantiene el mismo espíritu de cuando decidió poner la bandera española y catalana en la fachada de su casa. No era “contra nadie”, sino a favor de la unidad. “La situación se puede revertir si realmente queremos”, insiste.