Si Pablo Iglesias fuese hoy presidente del Gobierno, este miércoles empezaría a negociarse el referéndum de autodeterminación de Cataluña. Esto es así: va en su programa electoral y es la postura que Podemos primero y Unidas Podemos después han defendido siempre. No sólo para la autonomía catalana, sino para todas aquéllas "en las que hay un sentimiento nacional" y "una voluntad mayoritaria de decidir su futuro en libertad".
Esas palabras entrecomilladas no son de hoy, evidentemente, sino de la campaña del 28-A. Los dirigentes morados ahora se sientan en el banco azul y desde los días inmediatamente posteriores a las elecciones de abril, Iglesias ya le transmitió a Pedro Sánchez que en el asunto territorial se ponía a la orden.
Los socialistas no quieren hacer cesiones sustanciales, Iglesias lo sabe, y el separatismo se lo teme. El PSOE se sienta sin fijar posición de lo que va a ofrecer a la delegación que lidere Quim Torra, apelando al "diálogo" como única bandera que plantar en su lado de la mesa de Moncloa.
Pero la sensación de triunfo ya está instalada en la sede de la calle Princesa porque el PSOE ha pasado de defender el 155, la repenalización del referéndum ilegal y la intervención de TV3 a convocar una mesa "de igual a igual" entre el Gobierno de España y el de la Generalitat.
Complicidad a dos bandas
Tal es la satisfacción en Podemos y la complicidad casi de viejos amigos que lucen Sánchez e Iglesias que el primero ha dispensado al segundo de acudir este lunes a maitines. A cambio, el vicepresidente irá a una entrevista en TVE-1, en Los Desayunos con Xabier Fortes. Según ha sabido este periódico, y a pesar de que ya estaba claro que esta semana se inauguraría la mesa, Sánchez no puso ningún problema a Iglesias cuando éste le comunicó que la tele lo reclamaba el lunes.
Y es que el jefe del Ejecutivo sabe que su vicepresidente se se sentará en la mesa -por su expreso deseo- con la misión de darle credibilidad a la posición del Gobierno. Tanto ERC como JxCat tienen línea directa con Iglesias y, si bien no lo consideran un aliado en el procés, saben que habla su lenguaje. Es decir, "donde hay un problema político lo normal es que la gente vote". El Gobierno se niega a nombrar un mediador, pero, según las fuentes consultadas, el líder de Podemos ejercerá de facto esa labor. De hecho, está ahí para eso.
Todos firmes
En la reunión de notables en Moncloa, cada mañana de lunes, los dos líderes preparan el trabajo de la semana. A ella acuden representantes de las dos patas del Ejecutivo: habitualmente, Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Salvador Illa y María Jesús Montero, además de Adriana Lastra y colaboradores como Iván Redondo, Santos Cerdán y Miguel Ángel Oliver por el lado socialista. Y del lado morado, los citados son Irene Montero, Juanma del Olmo y, en más de una ocasión, Pablo Echenique.
El caso es que Sánchez sí ha convocado a todos los suyos sin falta. Algunos de los ministros, de hecho, han cancelado a última hora compromisos previos que ya tenían cerrados dada la importancia que el presidente le ha dado a la reunión de este lunes a primera hora en Moncloa.
La tensión del lado socialista contrasta con la calma del lado morado. Dos son los ministros de Unidas Podemos que se sentarán frente a la delegación independentista de Torra el próximo miércoles, y ninguno estará este lunes en maitines: ni Iglesias ni el titular de Universidades, Manuel Castells.
"No le queda más remedio"
Eso da cuenta del liderazgo efectivo que mantiene el PSOE en las conversaciones que se inauguran esta semana. En expresión de una fuente cercana a la negociación,. Iglesias y Castells estarán para ver, oír y callar... mientras no sean requeridos sus servicios.
En ese caso podrán facilitar la superación de escollos, aprovechando su buena relación personal con algunos de los líderes independentistas, su sintonía con el marco que ellos manejan, y sobre todo, que no han cambiado de posición, como sí ha hecho -y diametralmente- Sánchez.
Fuentes de ERC explicaron a este periódico que son conscientes de que el presidente ha accedido a convocar la mesa porque "no le queda más remedio", tras el resultado electoral. Y desconfían de sus intenciones de fondo. Como decía otra fuente conocedora de la posición socialista, "nadie debe preocuparse por las cesiones a los separatistas".