Albert Rivera se va. Ha comunicado su dimisión a la Ejecutiva de Ciudadanos este lunes a media mañana, pocas horas después de consumarse el descalabro electoral de su partido en las elecciones generales. No será el próximo candidato de su partido a la presidencia del Gobierno. También ha renunciado a su condición de diputado. "Dejo la política y la vida pública", ha contado visiblemente emocionado.
“No me puedo esconder. Debo dar la cara. Nunca me he tapado. Siempre he arriesgado y he sido valiente. Dimito como presidente de Ciudadanos para que, en un Congreso, se elija un nuevo líder”, ha arrancado Rivera. “Asumo todas las responsabilidades en primera persona. Estoy hecho de esa pasta. Así me lo han enseñado”, ha continuado.
Rivera se ha remontado a los orígenes del partido para alabar el trabajo realizado por todos sus compañeros desde julio de 2006 hasta hoy: el desembarco en el Congreso, la llegada a Europa, los gobiernos autonómicos y municipales, la apertura de un espacio de centro… “Fuimos unos cuantos locos muy cuerdos”, ha afirmado. Después, ha desvelado sus “tres decisiones personales”: deja la presidencia de Ciudadanos, renuncia al escaño y abandona la política. Una gestora se ocupará, en los próximos días, de poner en marcha la nueva etapa.
En ese punto, ha llegado el momento más emocionante, que ha desatado las lágrimas de sus compañeros. El propio Rivera se ha despedido con la mirada vidriosa. Quebrado el gesto, ha explicado: “La vida es mucho más que la política. Ha llegado el momento de servir a otra gente. A mis padres, para que dejen de sufrir; a mi hija, a la que he dedicado menos horas de las que debería; a mi pareja, que lo ha aguantado todo contra viento y marea; a mis amigos… He sido feliz y quiero seguir siéndolo. Lo haré con gratitud y sin rencor. Voy a ser mejor padre, mejor hijo y mejor pareja”.
Albert Rivera llegó al Congreso en enero de 2016: “Cada vez que entraba me pellizcaba… Por el orgullo que supone. Ser diputado es servir a los españoles, no una nómina”.
Hasta pocos minutos antes del anuncio, colgaba de la balconada de la sede una enseña de tela que lucía un "Albert, presidente" y una bandera de España algo descolorida. Rivera ha alcanzado la tribuna arropado por sus compañeros, que le han brindado una ovación de varios minutos.
En un primer momento, el hasta hoy líder liberal anunció el Congreso extraordinario que "pondrá el futuro de la organización en manos de la militancia", pero fue críptico y no desveló si él se presentaría a las primarias. En la primera reunión de equipo -y así lo ha confirmado en una comparecencia sin preguntas ante los medios de comunicación- ha trasladado su marcha. Le ha empujado "un mal resultado sin paliativos". Acaba de perder 47 de los 57 escaños que obtuvo en abril: deja por el camino más de dos millones y medio de votos.
El único partido de la Cámara que se autoproclamaba "de centro" ha pasado de tercera a sexta fuerza, con menos diputados que, por ejemplo, Esquerra Republicana. Para más inri, la formación ha quedado descabezada: sus dirigentes más reseñables se han quedado sin escaño. Territorialmente, Ciudadanos ha desaparecido de casi todas las Comunidades Autónomas, a excepción de Madrid, Cataluña, Valencia y Andalucía.
La dimisión, no esperada por sus compañeros, ha dejado en shock a los presentes esta mañana en Alcalá, 253. Rivera había sido el único presidente de la Historia de Ciudadanos, desde que fue elegido en 2006 por el azaroso método del orden alfabético. En estos trece años, no ha habido ni un solo momento en el que los críticos le colocaran al borde del abismo. Las discrepancias acerca del rumbo se saldaron con varias dimisiones -Toni Roldán, Xavier Pericay o Javier Nart-, pero la posición de Rivera fue, de todo punto, inamovible.
Esta madrugada, varios miembros de la Ejecutiva, en conversación con este diario, ya advertían de que la única marcha posible... era la decidida por el propio Albert Rivera. Y así ha ocurrido.