1. ¿A quién beneficia esta sentencia? No a los catalanes constitucionalistas, que si de la Generalidad depende sólo tardarán unos meses en volver a cruzarse por la calle con los condenados.
2. Se avecinan meses de homenajes en olor de multitudes y entrevistas en todos los medios catalanes. Si alguien cree que los recibimientos a etarras en sus localidades natales son indecentes, que espere a ver el que le espera a los nueve sediciosos condenados tras su primera salida de la cárcel.
3. Dice Rafa Latorre que los condenados caerán en el olvido poco a poco hasta desaparecer de la parrilla de TV3 y que de ellos apenas quedará algún libro lacrimógeno escrito durante su estancia en la cárcel. Ojalá.
4. Pero también es probable que inhabilitados manden más que cuando se paseaban, habilitados, por esa Cataluña que creen de su propiedad. El aura de mártir siempre ha hecho milagros en Cataluña y si ahora Cataluña tiene dos presidentes, uno fugado y otro encarcelado, ¿por qué no puede tener uno inhabilitado? Veremos.
5. La sentencia niega las tesis de la Fiscalía, del juez instructor Pablo Llarena y de Edmundo Bal. Todos ellos parcialmente desautorizados por un Tribunal Supremo que sólo ha visto un delito contra el orden público donde ellos vieron un delito de rebelión contra el orden constitucional.
6. Con un matiz. Ese delito contra el orden público "pone en cuestión el funcionamiento del Estado de derecho". La sentencia diferencia así la sedición de otros delitos menores también relacionados con la violación del orden público, pero que no ponen en riesgo al Estado de derecho.
7. El Tribunal Supremo, en fin, ha distinguido "orden público" entendido como atentado contra las instituciones de "paz pública" entendida como atentado contra la convivencia.
8. La sentencia tampoco beneficia a Xavier Melero, el único abogado defensor que se ganó los honorarios haciendo una defensa jurídica de sus clientes y cuyo esfuerzo y argumentos han caído en saco roto, probablemente sepultado por los aspavientos teatrales del resto de las defensas.
9. A quien sí beneficia la sentencia es al PSOE. Pero, sobre todo, beneficia al PSC.
10. Puede que, como decían sus agradaores, Mariano Rajoy fuese un maestro de los tiempos. Pero lo de Pedro Sánchez es de récord olímpico. Y sólo hay que pensar en la posibilidad de que la extradición de Carles Puigdemont llegue antes del 10 de noviembre para darse cuenta de ello.
11. La sentencia, la más leve de las dos posibles, también beneficia a los condenados, que podrían acceder en breve a unos beneficios penitenciarios que serán aplicados por la Generalidad con la misma celeridad, flexibilidad y manga ancha que en el caso de Oriol Pujol.
12. Veremos si la Fiscalía y los jueces de Vigilancia Penitenciaria frenan la concesión de esos beneficios o deciden mimetizarse con el pasapaginismo ambiente. De momento, todas las fuentes penitenciarias consultadas dan el tercer grado súbito para los condenados por descontado.
13. Leídos los fragmentos clave de la sentencia, parece evidente que ni la aplicación del 155 ni el discurso del Rey del 3 de octubre de 2017 fueron necesarios en lo más mínimo.
14. Porque, según el Tribunal Supremo, lo que ocurrió en Cataluña no fue un golpe de Estado, sino un simple delito contra el orden público que ni siquiera era "idóneo" para conseguir esa independencia que los condenados dijeron públicamente pretender docenas, cientos de veces.
15. Y este es, probablemente, el primero de los dos puntos más polémicos de la sentencia. Ese en el que los jueces del TS dan por descontado que lo que los acusados querían en realidad no era lo que decían que querían –la independencia– sino una negociación con el Gobierno español.
16. El segundo punto polémico es el de la inexistencia de una violencia suficiente como para doblegar al Estado. Es decir, el mismo argumento esgrimido por el tribunal de Schleswig-Holstein que denegó la extradición de Puigdemont. Un tribunal al que el TS critica con saña, pero al que compra su principal argumento.
17. Como alguien que vivió los hechos de septiembre y octubre de 2017 desde primera fila, me sorprende que los siete magistrados hayan creído la versión de los hechos fabulada por los procesados a posteriori. "La Sala no alberga la más mínima duda acerca del compromiso con la paz [de Raül Romeva]" llega a decir la sentencia. Si han creído eso, ¿por qué no creer que el procés ha sido sólo una inmensa obra de teatro?
18. "Es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones" dijo Felipe VI en su discurso del 3 de octubre de 2017. Atentos al detalle porque el Rey dijo "el orden constitucional", no "el orden público". Es decir rebelión, no sedición.
19. La sentencia del TS solventa esa incómoda contradicción definiendo un delito de sedición que pretende alterar el orden constitucional y también el normal funcionamiento de las instituciones. Bien, compremos la tesis.
20. Pero si aceptamos eso, llegamos por el camino más recto hasta una segunda paradoja. Juan Carlos I compareció frente a las cámaras de televisión en 1981 para frenar un golpe de Estado y Felipe VI, sólo para frenar una mera sedición. O Felipe VI exageró la importancia de lo ocurrido en Cataluña, o el Tribunal Supremo la está infravalorando.
21. También dijo el Rey esa noche: "Esas autoridades, de una manera clara y rotunda, se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia. Han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional". Tampoco aquí acertó Felipe VI. Según el Tribunal Supremo, es dudoso siquiera que esa fuera la intención de los condenados. Lo que querían los acusados era "invitar a la negociación multilateral".
22. Y, por cierto, el argumento de los condenados de que declarar la independencia de su región era en realidad una "invitación a la negociación" debería enseñarse pronto en las mejores escuelas de administración y dirección de empresas internacionales.
23. Esto dijo Soraya Sáenz de Santamaría, abogada del Estado, en su declaración frente al Tribunal Supremo: "Estaba en riesgo el orden constitucional. Se había declarado la independencia". Tampoco ella acertó. Ni el orden constitucional estaba en riesgo, ni se había declarado la independencia. Todo mentira.
24. Una de las primeras consecuencias de la sentencia es que aquellos que defendían la tesis de que lo ocurrido en Cataluña había sido un golpe de Estado posmoderno ejecutado por funcionarios de la Generalidad y asociaciones civiles afines van –vamos– a tener que rectificar. Ni rebelión ni golpe de Estado: como mucho, "golpe contra la democracia", y en un sentido puramente coloquial, nunca jurídico. Sea. Y que Daniel Gascón le cambie el título a su libro.
25. Es notable el arrepentimiento con el que los condenados han recibido su condena. "Saben que la independencia es inevitable. No hay otra opción que construir un nuevo Estado" ha dicho Oriol Junqueras desde el Gran Hotel Lledoners. No le debe de haber llegado esa parte de la sentencia donde se dice que lo de la independencia no lo piensa de verdad, que es sólo "una quimera".
26. Una quimera bancada por una Administración al mando de 17.000 policías armados, con un Presupuesto de 26.000 millones de euros y que controla el sistema educativo, miles de asociaciones civiles, cientos de medios de comunicación y el sistema penitenciario. ¡Ojalá todas mis quimeras tuvieran esa potencia de fuego!
27. Lo explicaba Arcadi Espada en su artículo de este domingo. Tanto en el caso de La Manada, como en el caso de la exhumación de Franco, como en el caso del procés, las sentencias del Tribunal Supremo han coincidido, punto por punto, con las tesis sostenidas por el PSOE. Como dice Espada, no es que el PSOE sea el partido que más se parece a España: es que es España la que se ha acabado pareciendo al PSOE.
28. Dice Isabel San Sebastián que el magistrado que amenazó con un voto particular discrepante pertenecía al sector progresista. Se pregunta también San Sebastián por qué los magistrados conservadores no amenazaron a su vez con un voto particular, si eran mayoría los que consideraban que la sentencia debería contemplar, al menos, la conspiración para la rebelión. Es una buena pregunta. Quizá el PSOE hizo bien su trabajo y el PP, no. A veces no hace falta tener más piezas que el contrario sobre el tablero, sino tener la voluntad de usar la tuya.
29. La sentencia deja el camino expedito en Cataluña al PSC. Con el independentismo atascado en el callejón sin salida del victimismo y de la petición de amnistía, y con unos comunes de Podemos incapaces de liberarse de su papel antisistémico, el PSC emerge como la única opción del nacionalismo catalán no fanatizado.
30. La sentencia de la Gürtel llevó al PSOE a presentar una moción de censura contra Mariano Rajoy. Una condena por sedición y malversación de fondos, infinitamente más grave desde todos los puntos de vista, debería conducir a una moción de censura inmediata en el Parlamento catalán contra ERC y JxCAT. Veremos con qué finos retruécanos dialécticos esquivan el PSC y Podemos la cuestión.
31. Si los condenados por sedición hubieran sido políticos del PP, de Ciudadanos o de Vox, la izquierda estaría hoy en las calles pidiendo la inmediata ilegalización de estos tres partidos. Y, por una vez, tendrían razón.
32. Hoy, los catalanes demócratas volverán a su rutina habitual tras unos pocos meses en los que han vivido con esperanza la posibilidad de una sentencia ejemplar. La sensación que queda es que el TS ha preferido pecar por defecto que por defecto. Que el Estado ha dejado el trabajo a medio hacer. Toca acatar, respetar y resistir. Como siempre.
33. Los partidos que organizaron el procés seguirán al frente de todas las administraciones catalanas. Las sociedades civiles que lo impulsaron seguirán manejando presupuestos multimillonarios. Sus líderes seguirán insultando y retando a diario a los españoles. Y los catalanes constitucionalistas pagarán la rabia del separatismo. Como en El Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, algo ha cambiado para que nada cambie en Cataluña. Circulen.