¿Podría la aparición de un nuevo partido romper el actual bloqueo de la política catalana provocado por la división del Parlamento autonómico en dos bandos, el separatista y el constitucionalista, prácticamente simétricos? ¿Podría ese partido llenar el "socavón" existente en el centroderecha catalanista? Los responsables de la Lliga Democràtica, la nueva formación que pretende concurrir a las próximas elecciones autonómicas, creen que la respuesta a esa pregunta es 'sí'.
"No pretendemos, al menos en un principio, conseguir un millón de votos. Pero con trescientos o cuatrocientos mil podríamos romper el equilibrio entre bloques y desencallar la situación en Cataluña" dicen fuentes cercanas a la cúpula del nuevo partido. Un sondeo propio encargado a una empresa demoscópica eleva esa cifra hasta los quinientos mil votos.
La Lliga Democràtica, de la que se llevaba hablando meses en Cataluña a pesar del secretismo con el que se ha gestado el proyecto, es una iniciativa ligada a distintas personalidades de la vida política, cultural y empresarial catalana procedentes tanto del PSC como de CDC, Unió y el PP. Desde la Lliga se niega con rotundidad que Manuel Valls vaya a ser su candidato a la presidencia de la Generalidad, pero no le hacen ascos a un posible apoyo externo del exprimer ministro francés.
¿El nuevo Cambó?
La iniciativa de la Lliga Democràtica, cuyo nombre alude, y no por casualidad, a la vieja Lliga Regionalista de Francesc Cambó, surgió cuando el expresidente de Sociedad Civil Catalana Josep Ramon Bosch, la profesora de Ciencias Políticas Astrid Barrio, la empresaria antiguamente vinculada a CiU Remei Gómez y la concejal barcelonesa y número dos de Manuel Valls Eva Parera, entre otras personalidades catalanas, constataron su desencanto con los partidos catalanes actuales.
"La Lliga es un partido que aspira a llenar el vacío dejado por la vieja CiU tras su abandono del espacio de centroderecha catalanista en beneficio del proyecto separatista. La Lliga no es un partido, sino una plataforma, y se define como catalanista, pero no es independentista" dice uno de los líderes del nuevo proyecto, que de momento carece de líder claro.
¿Qué les separa entonces del PSC, por un lado, y de Ciudadanos y el PP, por el otro? Del PSC, el hecho de que la Lliga es un partido de centro y de centroderecha, no un partido socialdemócrata. De Ciudadanos y el PP, su discrepancia respecto a las formas beligerantes de ambos partidos, que en amplios sectores de la sociedad catalana son vistas más como anticatalanistas que como antinacionalistas o antiseparatistas.
Clases medias huérfanas
El escepticismo rodea la iniciativa, aunque sus coordinadores creen que sólo es necesario romper el aura de santidad que rodea al procés para que muchos de sus antiguos partidarios, que siguen al pie del cañón más por inercia que por convicción, abandonen el barco del unilateralismo utópico. "La catalana es una sociedad de clases medias burguesas. ¿Cuánto tiempo permanecerá esa burguesía a bordo del barco del procés? ¿Y que hará esa burguesía cuando se dé cuenta de que no existe ya ningún partido de centroderecha catalanista capaz de defender sus intereses?" dice uno de los responsables del nuevo partido.
Concebida como una plataforma a la que puedan adherirse libremente otros partidos y asociaciones políticas de distinto signo, la Lliga parece ser el destino final de formaciones como la liberal Lliures, liderada por el exconvergente Antoni Fernández Teixidó. "Es más necesaria que nunca una candidatura única del catalanismo alejada de todo lo relativo a un proceso soberanista que tanto daño ha causado en Cataluña" dicen en Lliures, que ya reconoce abiertamente la posibilidad de integrarse en la Lliga.
Otras formaciones surgidas a raíz de la desintegración de CiU, como Units per Avançar, liderado por el democristiano Ramon Espadaler, y Convergents, liderado por el exconsejero de la Generalidad Germà Gordó, podrían también integrarse en la Lliga.
El nacimiento de la Lliga, que ha acelerado su gestación para llegar a tiempo de unas elecciones autonómicas catalanas anticipadas que se prevén para octubre o noviembre de este año, recuerda al de otra formación catalana nacida para ejercer de bisagra entre bloques: el Partido Reformista Democrático (PRD) de Miquel Roca, nacido en 1983. El PRD, en realidad una operación de CiU para ocupar el espacio de centroderecha en España –entre la Alianza Popular de Manuel Fraga y el PSOE de Felipe González– fracasó en las elecciones de 1986 al no llegar ni siquiera al 1% de los votos.
Lejos del unilateralismo
Pero la Lliga no aspira, al menos en un principio, a dar el salto a la política española. Su ámbito de actuación a corto y medio plazo es la política autonómica y su objetivo declarado, acoger a esos cientos de miles votantes catalanes de centro y centroderecha que quedaron huérfanos tras la disolución de CiU y su conversión en un partido separatista sin más proyecto político para Cataluña que el unilateralismo separatista.
El principal obstáculo con el que se topará la Lliga es el habitual en partidos de centro y centroderecha: la dura competencia por el electorado que se mueve en ese territorio demoscópico. PSC, Cs, PP, el PDeCAT/JxCAT e incluso la última ERC, que finge moderación en Madrid y ortodoxia separatista en Cataluña, serán sus competidores. Es decir, todo el espectro político catalán con la excepción de los comunes de Colau y la CUP.
Ninguno de ellos, sin embargo, reúne todas las características que configurarán la imagen de marca del nuevo partido: las de un partido de centro y centroderecha, liberal, catalanista y defensor del hecho diferencial catalán, pero leal a la Constitución. Un pujolismo con paciencia, pero sin independencia.