"La historia lo soporta todo", dijo el próximo diputado de Ciudadanos por Toledo Juan Carlos Girauta durante una de sus conversaciones con EL ESPAÑOL. La historia, pero también los datos económicos. Porque el PIB y las cifras de paro, de matriculación de vehículos, de creación de empresas, de afiliación a la Seguridad Social y de traslados de sedes empresariales han sido esgrimidas y manipuladas a placer durante los dos últimos años para sostener dos tesis radicalmente distintas: la de que la economía catalana vive una acelerada decadencia y la de que Cataluña sigue siendo la locomotora española.
Pero, ¿cuál de esas tesis es cierta y cuál, un bulo? ¿Es el ERE de 600 empleados catalanes anunciado por Nissan hace un mes un leve bache en el camino de la economía catalana o uno de los muchos síntomas de la existencia de una falla mucho más profunda?
Según la Generalidad, la economía catalana no sólo no se ha visto afectada por el procés sino que las únicas consecuencias negativas para ella han sido fruto de la aplicación del 155. Consecuencias negativas que los partidos separatistas al frente del Gobierno autonómico han concretado ya en una cifra que se ha convertido en un mantra más del argumentario nacionalista, como el de los 15.000 millones de supuesto déficit fiscal catalán. La versión oficial de la Generalidad es la de que "la afectación económica de la intervención en los presupuestos de la Generalidad, bien por pérdida, bloqueo o retrasos, supera los 1.800 millones de euros".
La cifra fue aireada en noviembre de 2018 por Pau Villoria, comisionado de la Generalidad para el Despliegue del Autogobierno, en una rueda de prensa en la que también estaba presente Elsa Artadi, de JxCAT. Precisamente el partido más interesado en vender la idea de que el procés no ha tenido impacto alguno en la economía catalana por su dependencia del voto de las clases burguesas y empresariales catalanas. Según Villoria, los colectivos más afectados por la paralización de "varias líneas de subvenciones" fueron "los más desfavorecidos".
Titulares con truco
Pero lo de que la culpa de cualquier disfunción en la economía catalana es culpa de Madrid ya era una excusa habitual entre la clase política catalana mucho antes del procés. ¿Por qué creerles ahora?
Lo cierto es que los titulares periodísticos que describen el mal estado de la economía catalana superan largamente en número a los que niegan ese mal estado. Aunque no resulta demasiado difícil encontrar estos últimos: "La economía, el procés y los falsos augurios" (CTXT), "La economía catalana resiste la incertidumbre soberanista y crece por encima de la media" (El País), "Nuevo golpe al mito de que el procés hunde a la economía catalana" (El Nacional), "La economía catalana recupera el ritmo previo al 1-O y ya crece más que España" (El Confidencial).
Pero todo esos titulares tienen truco.
"Es cierto que no se ha producido la hecatombe que se anunciaba antes del procés" dice Jordi Alberich, economista, exdirector general del lobby Círculo de Economía y una de las figuras más respetadas en ámbitos empresariales catalanes. "Pero sí es cierto que todos los indicadores económicos importantes, sin llegar a los niveles de hecatombe, muestran una tendencia catalana hacia la mediocridad. Y eso, para una comunidad que ha sido la locomotora de España, es malo".
La salud económica de una región como la catalana no puede ser medida en base a un solo indicador económico. Pero si hubiera que escoger el más relevante de todos ellos, ese sería el PIB. Y ahí, Cataluña muestra claros síntomas de desfallecimiento. Mientras en 2017 el PIB catalán creció por encima de la media española, en 2018 se quedó en la zona gris de la tabla. Y las previsiones para 2019 no son muy optimistas.
El PIB, el paro y las empresas
Según la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), Cataluña crecerá un 2% este año. Una décima menos que la media española del 2,1% y medio punto menos que Madrid. Un mundo. Hay otro dato. En 2018, en pleno proceso de desaceleración, el crecimiento español y madrileño se moderó en cinco décimas con respecto al del año anterior. Cataluña cayó siete décimas.
La tendencia es clara: Cataluña avanza imparable hacia la zona media de la tabla de las comunidades españolas. Si crece, crece menos de lo que solía. Si decrece, lo hace más que los demás. Y lo que es más relevante: la caída no es coyuntural. "Para que nos entendamos", dice Alberich, "es como si el Barcelona quedara el octavo o el décimo de la Liga. La economía catalana debería aspirar a estar en todos los indicadores entre las tres primeras. Y no lo está. No es la peor comunidad ni mucho menos, pero Cataluña está ahora en el montón".
Existe otro detalle muy relevante: muy pocas de las 5.500 empresas que han trasladado su sede social a otras comunidades autónomas españolas durante los dos últimos años han vuelto a Cataluña. Y entre las que no lo han hecho están las más importantes y emblemáticas de ellas. Y ese es el verdadero meollo de la cuestión. Porque de lo que los titulares periodísticos antes mencionados están hablando, siempre con cifras cuidadosamente seleccionadas para confirmar una tesis preestablecida, es de actividad económica. Pero lo relevante a medio y largo plazo no es la actividad económica, sino el poder económico.
Pérdida de 'poderío económico'
"Actividad económica es que las fábricas produzcan y los hoteles se llenen", dice el exdirector general del Círculo de Economía. "Poder económico es que en Cataluña se participe en proyectos económicos importantes y se influya en el Parlamento español y en Bruselas. Poder económico es José Manuel Lara, que desde Barcelona decidía proyectos empresariales muy importantes y controlaba dos teles privadas, su emisora y su periódico. Y en este sentido, Barcelona lleva tiempo, incluso desde antes del procés, con pocas sedes de relevancia".
"Esto viene de 2002 o 2003. Ya por aquel entonces se tenía en Cataluña la sensación de pérdida de poder económico", añade Alberich. La solución parece obvia, pero el nacionalismo no parece tenerla entre sus prioridades. "Como no haya una apuesta firme por la estabilidad política en Cataluña y por el retorno de sedes, esta pérdida muy clara de poder económico se va a transformar en una pérdida de actividad económica. Y de actividad económica de calidad, de valor añadido"
Un documento de 2007, publicado precisamente por el Círculo de Economía, le da la razón a Alberich. Se titula La responsabilidad del empresariado catalán y en él se advierte ya, con el procés todavía en pañales, de esa pérdida de competitividad y de tensión empresarial en Cataluña que se iba a convertir en la norma durante la década posterior. Pero la enfermedad se había larvado durante los años anteriores. "Entre 1999 y 2006, el PIB per cápita español recortó un 9% su distancia con el de la zona euro. En el caso de Cataluña, fue del 5%", dice el documento.
Pero si por algo destaca el texto del Círculo de Economía es por su diagnóstico de la enfermedad catalana. Que sigue siendo válido a día de hoy y cuyos síntomas ha agravado el procés. "Es obvio que Cataluña ha perdido pulso económico de forma notable. Una pérdida que tiene su reflejo en la falta de nuevas iniciativas empresariales de envergadura; en la escasa incidencia del empresariado catalán en los mecanismos de poder español; o en el reducido número de grandes sedes corporativas. Este papel de liderazgo, en la España autárquica [del franquismo] o incluso en la Europa de los Quince lo podían ocupar las empresas familiares tradicionales, pero hoy ya no resulta posible en la Europa de los Veintisiete y en un mundo crecientemente integrado".
Economía 'provinciana' ante la globalización
La condición de locomotora de la economía española se consiguió en gran parte, como explica el documento del Círculo, gracias a las pequeñas y medianas empresas catalanas. Pero esa economía de pymes poco competitivas y aún menos ambiciosas se ha mostrado claramente insuficiente para competir en igualdad de condiciones en una economía globalizada como la europea. Madrid ha recorrido el camino contrario y los resultados están ahí: una economía en tendencia ascendente y que en 2018, según datos del Ministerio de Industria, captó 39.746 millones en inversiones extranjeras, mientras en Cataluña esa inversión caía un 12% y su cuota estatal descendía desde el 31% al 6,4%.
La economía catalana, en resumen, avanza empujada por la inercia de su época dorada. Pero el procés ha arrinconado cualquier proyecto que no pase por la construcción de la inexistente república catalana, y a ello se ha sumado la decadencia de la ciudad de Barcelona, acelerada por los cuatro años en la alcaldía de una Ada Colau defensora de teorías económicas disparatadas como la del decrecimiento económico. Las perspectivas no son halagüeñas.
El mercado laboral catalán ha empezado a acusar el golpe. Y el punto de inflexión fue 2017. Hasta ese año, el ritmo de descenso del paro fue siempre mayor en Cataluña que en Madrid. Pero en 2017, las tornas se invirtieron y Cataluña ralentizó ese ritmo, siendo superada no ya por Madrid, sino también por la Comunidad Valenciana y Aragón. Es decir por sus comunidades limítrofes. Por sus competidoras directas.
"Cataluña no juega ya el papel de líder", dice Jordi Alberich. "Si sigue siendo locomotora es porque Cataluña tiene siete millones y medio de habitantes, lo que la convierte en la segunda comunidad más poblada de España, pero en el PIB se aleja de Madrid, de Navarra y del País Vasco, y tiene a Aragón acechando ya por detrás. Y lo paradójico es que uno de los motivos que estimularon el procés fue esta pérdida de poder económico, pero ha sido precisamente el procés el que ha provocado que la dinámica de pérdida de poder económico se haya acelerado".
Batalla en la Cámara de Comercio
Pero quizá la mejor metáfora posible de las batallas pequeñas en las que está empeñado el empresariado catalán actual sea la actual disputa por el control de la Cámara de Comercio, que la asociación civil nacionalista ANC considera clave en su estrategia de control de todos los resortes políticos y económicos.
También está en juego el modelo de economía que se quiere para la Cataluña del futuro. Mientras que el nacionalismo apuesta por un modelo de pequeñas y medianas empresas familiares, es decir por el modelo económico de la burguesía catalana del siglo XIX, otro sector del empresariado, actualmente en minoría, apuesta por una economía abierta, globalizada e influyente nacional e internacionalmente. La opción correcta en la Europa del siglo XXI parece obvia. Pero en la Cataluña del procés, nada lo es.
"En la Cámara de Comercio hay una lucha política, pero también sucede que las pequeñas y medianas empresas catalanas se han puesto radicalmente a favor de un candidato y en contra de las grandes empresas, a las que han estigmatizado porque se fueron de Cataluña durante el procés", dice Jordi Alberich.
"Estas personas defienden la teoría de que Cataluña ha de ser un territorio de pymes y de autónomos. Y, hombre, el capitalismo lo representa muy bien el pequeño empresario que se juega su patrimonio. Pero, sin grandes empresas, ¿qué va a ser del pequeño empresario? Este es tanto un tema político como de concepto de país. Y hay una fractura entre el empresariado. El conflicto en la Cámara es el ejemplo paradigmático de un país desorientado y sin guía", añade Alberich.
Barcelona no saldrá al rescate
Ni siquiera Barcelona, la joya de la corona catalana, parece estar por la labor de salvar la economía de la comunidad tras haber sido infectada por dos virus políticos: el populista y el nacionalista. Uno solo de ellos sería una rémora. Dos, un ancla.
Porque si los sondeos se confirman, el Ayuntamiento de Barcelona pasará de estar en manos de un gobierno populista de extrema izquierda a un tripartito de socialdemócratas nacionalistas, populistas de extrema izquierda y nacionalistas radicales. Una perspectiva no demasiado halagüeña, desde el punto de vista económico, para una ciudad que ha empezado a olvidar ya que un día fue una ciudad admirada internacionalmente.
"Más que negativamente, Barcelona es hoy vista en el mundo de una forma neutral", dice Alberich. "Ha perdido la magia que tenía. Barcelona continúa teniendo tirón turístico y de congresos, pero ha perdido el hecho diferencial".
Finalmente, ¿justifica la mayor presión fiscal catalana la pérdida de peso de Barcelona en relación a Madrid? Alberich sostiene que no. "La presión fiscal puede hacer que se localicen algunos patrimonios en Madrid, pero no es el factor más decisivo. Si Cataluña y Barcelona funcionan, mucha gente prefiere pagar tres puntos más a cambio de estar en una ciudad más pequeña. Madrid es otra historia muy diferente, es una gran ciudad. La fiscalidad no juega a favor de Barcelona y sí lo hace a favor de Madrid, es cierto. Aunque, por sí sola, no es el factor más determinante. Pero si pagas más y encima no estás cómodo… entonces el asunto se complica".