Hace tres años los resultados fueron mucho mejores -un millón y medio mejores-, pero la celebración menor. Unidos Podemos sacó 69 escaños pero no logró el sorpasso con el que soñaba y Pedro Sánchez resistió -eso sí, con el peor resultado de la historia del PSOE- manteniendo el liderazgo de la izquierda.
En la noche de este 28-A, las cifras de votos, porcentaje y escaños han caído con estrépito, pero la celebración en el Teatro Goya ha estado decorada de sonrisas y esperanza por entrar en el Gobierno. Tras conocer que contará con 42 escaños en el Congreso y que suma un 14,31% de los votos, el secretario general morado salió al atril montado en su sede electoral pasadas las 23.15 horas marcando un terreno para negociar.
"Hay dos claves en estos resultados", dijo. "Una, que el bloque progresista en su conjunto es mayor que el de la foto de Colón", dijo Iglesias. Incluía así a ERC que, con sus 15 diputados será clave en unas supuestas negociaciones, que serán "discretas" para cumplir con "el mandato de la gente, el de formar un gobierno de izquierdas".
Y la otra clave terminaba de abrazar a los presumibles socios independentistas. "Es lo que llevo repitiendo toda la campaña, que España es plurinacional, y quien no lo entienda así es que simplemente no entiende España".
Apuestas fracasadas
Apoyaba esta tesis Iglesias en que "no hay más que ver los resultados en el País Vasco y Cataluña" de esta noche electoral. Y el caso es que precisamente en esas dos comunidades, en las que Unidos Podemos había ganado las últimas generales, su apuesta abiertamente soberanista ha fracasado: en ambas ha caído a la tercera plaza. De hecho, la confluencia con los comunes de Ada Colau que encabezaba este 28-A el soberanista Jaume Asens ha perdido alrededor de 250.000 votos y cinco diputados.
La clave es alejar "la tentación" a Pedro Sánchez de "hacer caso a los poderosos", como decía Iglesias en Campaña -aunque esta noche no los mentó, quizá por prudencia- y pactar con Ciudadanos.
El candidato de Unidas Podemos explicó que ya había llamado al líder del PSOE para felicitarlo, lo que aprovechó la prensa para preguntarle por si había avanzado en su estrategia de evitar que acuerde nada con Albert Rivera: "Las preguntas a Pedro Sánchez que las conteste él, no yo. No puedo decir que el presidente haya renunciado al pacto con Ciudadanos".
Las valoraciones del líder se habían hecho esperar, porque tras la cortina que escondía a la cúpula de la candidatura de Unidas Podemos había que decidir: ¿Reconocer la caída pero consolarse con pedir la vez para entrar en el Gobierno? O, en cambio, ¿se puede estar contentos por haber salvado el descalabro que se vaticinaba hace sólo un mes?
El caso es que la otra gran apuesta territorial de Unidas Podemos en estas elecciones era "la España vaciada". Y ahí también ha fracasado. La realidad, más allá de las interpretaciones en función de las cuentas poselectorales que le abren opción de Gobierno, es que Unidas Podemos cae en todas las Comunidades Autónomas, sin remisión. Y que precisamente desaparece en las más despobladas: Cantabria, las dos Castillas, Extremadura y La Rioja.
Es más, en la Cámara territorial, el Senado, Unidas Podemos no lograba ni un solo representante.
Satisfacción por evitar el desastre
Dijeron Iglesias y Alberto Garzón -que lo precedió en el atril- que "nos habría gustado un mejor resultado, pero éste es suficiente". Se entiende que para "parar a la ultraderecha", y para pedir hueco en el Consejo de Ministros. Y eso ha sido, en realidad, evitar el desastre que se vaticinaba hace un mes.
Así, en la dirección de Podemos ha crecido -si es posible- la admiración por Pablo Iglesias, por obrar el milagro y culminar la "remontada" que se empezó a corear el pasado viernes en el mitin de cierre de campaña. Si Podemos era un partido personalista, después de esta campaña es una persona con un partido.
Lejos del bajonazo que debería interpretarse de la comparación de datos respecto a los del 26-J de 2016 -entonces, cosecharon 5,1 millones de votos y el 21,1% de los sufragios-, en la sede electoral de Unidas Podemos se respiraba satisfacción -quizás alivio- desde antes de la aparición de las primeras encuestas al cierre de las urnas. "Nos hemos dado una paliza en campaña, pero ha salido mejor aún de lo esperado", contaban fuentes internas de Podemos.
Porque lo esperado a mediados de marzo, a pesar del discurso oficial -"si Sánchez nos quiere dar por muertos, se equivoca"-, era que Podemos sería quinta fuerza y el sorpasso era de Vox. Pero el regreso agresivo del líder -contra los bancos, contra la prensa, contra las cloacas... contra todo- logró abrirse hueco frente al conflicto territorial, el discurso dominante de la precampaña.
Y cuando llegó el periodo oficial de pedir el voto, hace 15 días, Iglesias unió esa idea fuerza con la de su discurso primitivo al dar a luz a Podemos. Es decir: "Nos persiguen", primera parte, "porque somos los únicos que garantizamos un gobierno para la gente", parte final. El remate vino tras los dos debates, en los que el candidato morado salió mejor parado que los otros tres contendientes, enfangados en sus descalificaciones mutuas.
No haberse hundido -"España ha evitado caer en la radicalización y el odio", dijo Garzón, en clara referencia a Vox- y lo de poder pedir sillones dibujaba las sonrisas en los líderes.
Pero en conjunto, desde su primera cita electoral, en diciembre de 2015, la suma de Podemos e IU ha perdido casi la mitad de sus votos (de 6,2 millones a 3,5), pero es cierto que, como dijo Iglesias en los peores momentos, "nunca hemos estado más cerca de entrar en el Gobierno". Con permiso de Sánchez y sus "tentaciones", claro.