Igual que hizo en vida, Franco sigue trabajando para invisibilizar a José Antonio Primo de Rivera. No quiere mitos más grandes que el suyo. El inspirador de Falange fue el primero en presidir el Valle de los Caídos, pero la exhumación del dictador lo ha relegado a un segundo plano. Camisa azul, permanece asomado a la ventana de la Historia para conocer su futuro. El correr del tiempo alumbra extraños compañeros de viaje. Ahora, el PSOE defiende que permanezca en Cuelgamuros -aunque en un lugar secundario, distinto al actual- frente a la reivindicación de Podemos. Iglesias lo quiere fuera. Y presionará a Pedro Sánchez para conseguirlo.
El Gobierno, tal y como adelantó este diario, no quiere sacar del Valle a Primo de Rivera. Ni esta legislatura ni nunca. Una voluntad confirmada por la vicepresidenta, Carmen Calvo, en el Consejo de Ministros. Pero Podemos es ahora bisagra fundamental en las decisiones de calado de un Ejecutivo acorralado por su minoría parlamentaria.
Según ha confirmado EL ESPAÑOL de fuentes socialistas, Sánchez sigue manteniendo la misma posición que en el origen: buscar una ubicación distinta dentro del propio mausoleo al inventor de Falange. Un dirigente de Podemos, no obstante, asegura que lucharán por su objetivo en las próximas negociaciones: “Lo queremos fuera”.
De momento, la formación morada ha visto colmadas sus expectativas en materia de Memoria Histórica: el Gobierno ha tomado las riendas de la detección y exhumación de fosas comunes, ha anunciado la creación de un censo de víctimas, diseñará un banco de ADN y abrirá una oficina de atención a pie de calle. La próxima vez que socialistas y morados se sienten a la mesa con la vista puesta en 1936, Podemos exigirá más: el traslado de Primo de Rivera y la demolición de la gran cruz.
“Tiene que ser una intervención transparente, que muestre cómo el Estado afronta mediante una acción democrática esa anomalía”, proclaman los de Iglesias tanto para Franco como para el padre del fascismo español. En este punto también llegarán las fricciones. El Gobierno ha reiterado que no publicitará el desentierro del dictador, lo que exaspera a Pablo Iglesias.
A día de hoy, la familia Primo de Rivera no ha recibido ninguna comunicación por parte de Moncloa. Tampoco han mantenido conversaciones con otros partidos. “Nadie nos ha preguntado nada”, confirma uno de los descendientes a este diario. Mientras no haya algo en claro guardarán silencio. Se remiten a las declaraciones de Carmen Calvo: “Fue taxativa, dijo que no lo sacarían del Valle”.
Un miembro de la Ejecutiva socialista presente en el germen del proyecto desgrana así el proyecto para José Antonio Primo de Rivera: su condición de caído le habilita para permanecer dentro, pero su papel en la génesis de la Guerra Civil obliga a apartarlo del altar para anular su preeminencia sobre el resto de víctimas.
Las otras tumbas de José Antonio
El hispanista Stanley G. Payne dijo sobre el líder de Falange: “Fue objeto del más extraordinario culto al mártir de toda la Europa contemporánea”. Antes de recalar en el Valle de los Caídos, Primo de Rivera ocupó distintos nichos. Fue fusilado en Alicante el 20 de noviembre de 1936. Sus asesinos lanzaron el cuerpo a una fosa común, aunque más tarde se le trasladó al cementerio de la misma localidad.
En 1939, terminada la guerra, los camisas viejas llevaron su ataúd a hombros desde Alicante hasta El Escorial. El frío de aquel viaje, reseña su biógrafo Joan María Thomas, produjo desmayos en la comitiva. Hubo salvas de artillería y hogueras en los cerros colindantes. Hasta que fue inhumado en la basílica real.
Veinte años más tarde, Franco decidiría la tercera mudanza de Primo de Rivera: lo movió al Valle de los Caídos. El gesto no gustó al falangismo. Cuando apareció el furgón del régimen para trasladarlo, los camisas azules, entre ellos Miguel, hermano de José Antonio, volvieron a llevárselo a hombros.
Entre todos los cadáveres ilustres de la Memoria Histórica ha sido el de José Antonio el que más titulares y mudanzas ha conocido. Volverá a las portadas si Pablo Iglesias convence a Pedro Sánchez, que de momento se mantiene firme: dentro del Valle, pero no en el altar.