La expectación era máxima. José María Aznar volvía al Congreso de los Diputados catorce años después de comparecer allí por última vez. Acompañado de un cuaderno azul que tanto significó en su época de presidente, regresaba al Parlamento tantos años después de retirarse de la vida política para hablar sobre la supuesta financiación ilegal del Partido Popular, formación que él pilotó desde 1990 hasta 2004.
El expresidente del Gobierno no desaprovechó ni un solo segundo de las cinco horas que duró su comparecencia y entró en el cuerpo a cuerpo con todos los portavoces que le esperaban en la sala: Rafael Simancas (PSOE), Toni Cantó (Cs), Pablo Iglesias (Podemos), Gabriel Rufián (ERC), Mikel Legarda (PNV) y Oskar Matute (Bildu). El mensaje que dejó a su partido fue muy claro: mano dura y ni una sola concesión a la izquierda que quiere romper España.
Aznar negó cualquier vinculación con la financiación irregular del Partido Popular y defendió la honorabilidad de su gabinete, sobre todo de su compañero y amigo Eduardo Zaplana, enfermo de leucemia y en prisión preventiva "sin ser condenado por nada todavía". El exlíder del PP se defendió de todas las acusaciones de tal forma que dijo que él ni conocía ni contrató nunca a Francisco Correa, el cabecilla de la Gürtel que fue invitado a la boda de Ana Aznar y Alejandro Agag en El Escorial.
El expresidente del Gobierno fue especialmente duro con Rufián e Iglesias, a quienes acusó de trabajar para acabar con el espíritu de la Transición que él mismo ayudó a construir. Al socialista Simancas le animó a superar la "frustración" que le supuso perder el Gobierno de la Comunidad de Madrid tras el tamayazo cuando éste le preguntó por Gürtel y le animó a seguir sus pasos: lleva quince años retirado "voluntariamente" de la política.
Flanqueado por el PP
Aznar llegó al Parlamento flanqueado por el recién estrenado presidente del PP, Pablo Casado, que se fundió en un caluroso abrazo con su mentor para que las cámaras inmortalizaran la instantánea. Era la imagen oficial de la reconciliación del Partido Popular con su expresidente, alejado durante años de la formación por no sentirse representado por Mariano Rajoy. Casado dejó durante toda la mañana en la sala dejó a su 'número dos', Teodoro García Egea, que cumplió con su papel de asentir cuando hablaba el compareciente y corregir a algunos de los rivales cuando creía que se equivocaba. Aznar dijo sentirse "orgulloso" de ser del Partido Popular del que tanto renegó cuando dejó en manos de Rajoy.
El expresidente no se dejó amedrentar por el diputado Rufián, que llegó dispuesto a hacer de aquella comparecencia otro show parlamentario. El expresidente le acusó de haber roto "el orden constitucional" en Cataluña y de haber apoyado al Gobierno del PSOE, que vende "munición de precisión" a Arabia Saudí. Rufián, ataviado con una camiseta del cámara José Couso, muerto en Irak, se refirió al expresidente como el "señor de la guerra" y le acusó de fundar un partido fundado por los "golpistas del 36". Rufián acusó también al expresidente de "no tener vergüenza" y de ser el jefe "de este cártel" mientras le enseñaba una imagen de su primer gabinete de Gobierno. Aznar criticó su "histrionismo" y le invitó a acompañarle a pasear a su perro. Incluso le animó a que le llamara "Pepe" si así lo quería.
El cara a cara más esperado y el más tenso fue el que protagonizó con Iglesias. Era la primera vez que los dos líderes se tenían frente a frente y ninguno quiso defraudar a su público. El momento más agrio fue cuando Iglesias le recordó que Francisco Correa, a quien Aznar dijo no conocer ni haber contratado nunca, pagó parte de la boda de su hija Ana con Alejandro Agag en El Escorial.
Aznar tiró de ironía y dijo que aquella boda era la de su hija, que él se casó hace 40 años con Ana Botella y que, por lo tanto, no sabía los regalos que había recibido. Y que si se trata de hablar de cuestiones familiares le deseaba "lo mejor" tras unos meses en los que Pablo Iglesias ha estado ausente por el nacimiento prematuro de sus dos hijos. "Familiarmente usted ha pasado unos momentos muy difíciles en las últimas semanas. Espero que pueda superar para bien esos momentos difíciles", le dijo. El líder de Podemos no entró a la provocación personal, pero quedó visiblemente molesto por el comentario. Antes de irse, le recordó que era el "máximo responsable político de la corrupción del PP".
El expresidente del Gobierno no fingió que no siente ningún aprecio por el de Podemos, a quien atacó por haber recibido "millones de euros" de Venezuela o Irán y a quien le dijo que era "un peligro para las libertades y la democracia en España". Aznar también reconoció delante de Pablo Iglesias que "su populismo no me impresiona ni mucho ni poco. No me impresiona nada". Antes se apuntó otro tanto, cuando el líder de la formación morada le afirmó que Álvaro Pérez El Bigotes era el creador de la gaviota del PP.
"El padrino de la boda soy yo"
Iglesias se fue antes incluso de que se levantara la sesión, pero antes le dijo al expresidente del Gobierno que, tras haber dado una imagen "patética", trabajaría para "que en mi patria nadie se tenga que avergonzar de tener expresidentes como usted". Aznar tomó de nuevo la palabra para replicarle que "lo que a usted le avergüence me da absolutamente igual. No le voy a decir lo que significa para mí un partido que quiere destruir el régimen del 78 y tenga por referencia al gobierno de Venezuela e Irán. Enhorabuena, es difícil tener peores referentes". Harto de tantas preguntas sobre la famosa boda de su hija, el expresidente llegó a decir en sede parlamentaria: "El padrino de la boda soy yo".
Al terminar, el grupo de diputados conservadores que le arroparon le dieron la enhorabuena por una intervención que muchos calificaron de "soberbia, los ha dejado en su sitio". Antes de irse, tuvo oportunidad de conversar con un grupo de periodistas, a los que confesó: "Me lo he pasado muy bien. Igual hasta vuelvo y todo". Palabra de Aznar.