En manos del azar. Es cuestión de tiempo que uno de los continuos enfrentamientos que llevan produciéndose en Cataluña durante las últimas semanas, espoleados por la retórica incendiaria de un Quim Torra que ha calificado de "fascistas" a los ciudadanos que retiran simbología independentista de las instituciones públicas, tenga consecuencias más serias que unos cuantos empujones entre vecinos.
A los incidentes de este viernes en Reus hay que sumar la agresión sufrida el jueves en Lérida por un militante de Sociedad Civil Catalana, el señalamiento de Inés Arrimadas por parte de la CUP como "responsable ideológica" de unos supuestos "ataques" a los separatistas, las continuas provocaciones de los CDR o Arran, el acoso al juez Llarena y la ya mencionada beligerancia verbal del presidente de la Generalidad y su Gobierno, que amenazan con multas de hasta 600.000 euros a quien retire lazos amarillos de las calles.
Si algo está claro es que la lucha por el espacio público está siendo ganada de forma abrumadora por el bloque separatista. En primer lugar, porque romper algo, en este caso la convivencia, es infinitamente más fácil y requiere bastante menos energía que restaurarlo, como sabrá cualquiera que viva en la Barcelona de Ada Colau.
La CUP señala a Arrimadas como "responsable ideológica" de las agresiones a independentistas https://t.co/PfUi8HRtLX
En segundo lugar, porque la estrategia de apropiación de las calles y de las instituciones públicas está siendo apoyada, política, policial y financieramente por las administraciones públicas en manos independentistas. Y a la cabeza de ellas, la propia Generalidad de Cataluña, de cuyo balcón sigue colgando una pancarta en apoyo de los presos políticos. Es decir, una pancarta que acusa al Estado español de dictatorial.
Con las instituciones públicas en manos de personajes más radicales si cabe que sus propias bases, y con todos los resortes financieros, mediáticos y políticos catalanes trabajando a su favor, lo sorprendente no es el alto nivel de movilización callejera separatista sino que este no sea aún mayor.
La batalla de las pancartas
El viernes por la mañana, indiferentes al incremento de la tensión, los medios de comunicación catalanes e incluso el mismo alcalde de Reus utilizaron a discreción el desorbitado término de "asalto" para definir la acción de dos concejales de Ciudadanos que, acompañados por otros dos vecinos, retiraron del balcón del Ayuntamiento la pancarta en favor de los presos allí colgada. La pancarta volvió al balcón a los pocos minutos y el incidente acabó con apenas unos pocos empujones entre vecinos.
El linchamiento posterior a Ciudadanos, al que se acusa a diario en los medios catalanes de "provocadores", demuestra que el partido naranja ha sustituido al PP de Mariano Rajoy en el panteón de enemigos imaginarios de Cataluña. A una semana de la visita del Rey, el separatismo ha encontrado en Inés Arrimadas y el propio Felipe VI la justificación perfecta para su estrategia de apropiación de las calles: "Nos apropiamos de los espacios públicos porque la ganadora de las elecciones pretende arrebatárnoslos".
Y mientras la tensión sigue subiendo en Cataluña, el máximo responsable de que los ánimos no se desborden, es decir el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, sigue firme en su estrategia de no enfrentarse al independentismo en la creencia de que este moderará sus exigencias si no es provocado con la aplicación de la ley. Los resultados de la estrategia apaciguadora del PSOE podrán comprobarse los próximos 16 y 17 de agosto, pero especialmente en septiembre, cuando el separatismo tiene planeado bloquear por completo la ciudad de Barcelona desde la Diada hasta el 3 de octubre.