Todo el PSOE estaba de luto, pero ellos llegaron por separado y lloraron por separado. Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López, los tres candidatos al liderazgo del PSOE suspendieron su competición por un día en señal de duelo por la muerte de Carme Chacón, la exministra de Defensa y Vivienda, pero evitaron mostrar una imagen de unidad. Los tres coincidieron al mismo tiempo en la sede del PSOE en la calle Ferraz de Madrid, donde a mediodía se instaló la capilla ardiente. Patxi López habló con sus dos competidores, pero Sánchez y Díaz ni siquiera coincidieron frente al féretro o en alguna de las salas de la sede socialista.
Todos firmaron en el libro de condolencias, uno de los muchos que se fueron desempaquetando por el overbooking de dirigentes y las cientos de personas anónimas que acudieron. Dejaron por escrito sus mensajes a Chacón casi uno detrás de otro, pero evitaron la foto juntos. "Ni hoy pueden dejar a un lado sus diferencias", decía un diputado. "Casi mejor, podría decirse que querían utilizar esta tragedia para la campaña", explicaba un compungido presidente autonómico del partido.
La imagen tenía sus pros y sus contras y los candidatos la evitaron, conscientes de que "la campaña va a ser muy dura", según uno de los puntales de Susana Díaz. "Una noticia como esta nos debería llevar a discutir de las cosas importantes", dijo Felipe González a las cámaras. Lamentaba así el nivel del debate en el PSOE, donde más que una competición constructiva las primarias parecen a veces un enconado ajuste de cuentas.
Sin ver a su hijo Miquel
La muerte sorprendió a Chacón. Estaba sola en su casa de Madrid. Había mandado muchos whatsapps. "El que pestañea pierde" escribió horas antes de morir a la exministra Leire Pajín. Había publicado mensajes en las redes sociales, incluyendo una foto desde los cielos, volviendo en avión de Miami (EEUU), ciudad a la que le unían vínculos profesionales. Tenía "muuuuchas ganas de Miquelete", o Miquel, su hijo de ocho años, como escribió junto a esa imagen. Estaba con su padre, Miguel Barroso, exmarido de la dirigente, en Denia (Alicante). No los volvería a ver.
Un shock profundo, seco, amargo, casi como un ataque al corazón, sacudió un PSOE acostumbrado a la taquicardia política. Se reflejaba en los ojos hinchados de José Luis Rodríguez Zapatero, el principal valedor de Chacón. En las lágrimas incontenibles de Pilar Alegría, la secretaria de Organización del PSOE en Aragón, o de Julio Rodríguez, hoy en Podemos, pero durante el mandato de Chacón Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD). En los pasitos cortos y encogidos de Alfredo Pérez Rubalcaba, con quien la exministra compitió por el liderazgo del PSOE. En la imagen demacrada de Susana Díaz, aliada y amiga durante años. En el tono bajo de Pedro Sánchez, que pisó Ferraz de nuevo, por primera vez desde su forzada dimisión, el 1 de octubre de 2016. En la presencia de cinco ministros del PP. De todas las familias: la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ("La vida es esto, el resto son papelitos", dijo en referencia a las preocupaciones intrascendentes), María Dolores de Cospedal, actual ministra de Defensa, que aparcó su habitual discrepancia incisiva con el PSOE, Rafael Catalá (Justicia), Juan Ignacio Zoido (Interior) y Dolors Montserrat (Sanidad), que lloraba como una Magdalena.
Podemos y la antigua Convergéncia
El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, que esta semana despidió a una de sus consejeras, Elena de la Cruz, de la generación de Chacón, víctima de una leucemia fulminante, advertía a la prensa de que "no todos los velatorios son como este". Hasta Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, o el primer ministro de Portugal, Antonio Costa, en Madrid para una reunión, acudieron al improvisado velatorio.
Miembros del PSC, encabezados por Miquel Iceta, se dieron cita en la sede de Ferraz junto a miembros del PDeCAT, la antigua Convergència, o destacados miembros de Podemos. Actores como Cayetana Guillén Cuervo, Concha Velasco o Roberto Álvarez. Y un sinfín de exministros socialistas: Ángel Gabilondo, José Blanco, José Bono, Juan Fernando López Aguilar, Ángeles González Sinde, Cristina Garmendia, Miguel Ángel Moratinos, Elena Salgado, Beatriz Corredor, Valeriano Gómez o Trinidad Jiménez, entre otros.
El féretro, una caja sencilla, se instaló en la sala Ramón Rubial, en el sótano. Es allí donde se celebran de los Comités Federales, incluido el más virulento, el del 1 de octubre, antes del cual Chacón había presentado su dimisión de la Ejecutiva de Sánchez para forzar su salida.
Llegaron coronas de muchas instituciones y allegados. Tantas, que el paseo hasta la sala donde se encontraba el ataúd, junto a una enorme foto de Chacón sonriendo, se hacía casi enteramente entre flores. Una era de Joaquín Sabina: "Contigo siempre", se leía en el lazo. "Yo no tenía que vivir esto. ¡Esto no me tocaba!", decía Teresa Cunillera, veterana diputada por Lleida y ahora miembro de la Gestora del PSOE. Tiene 20 años más de los que tenía Chacón. "Cuánto envidio a los creyentes. Se lo decía a Ana Pastor [la presidenta del Congreso]. Ella cree que aún la volverá a ver. Yo sé que no", decía desconsolada.
"Dulce, rebelde y honesta"
Los mensajes de casi todos los dirigentes se parecían entre sí. La mayoría destacaban su juventud, su inteligencia y su fortaleza a la hora de defender sus ideales, inversamente proporcional a la de un corazón marcado por un problema congénito. Algunos, como Sánchez, destacaron su feminismo. Otros, como Dolors Montserrat, su apuesta por la unidad de España. Cospedal, su "valentía". "Era dulce, rebelde y honesta", dijo Díaz. Y no pocos recordaron una imagen histórica. La de otro mes de abril, de 2008, mientras se estrenaba como ministra de Defensa, embarazada de siete meses, pasando revista a las tropas a las que nunca había mandado una mujer.
Una escalofriante unidad de partidos políticos y de socialistas entre sollozos reinó en Ferraz. Aunque faltase el gesto entre los tres candidatos a liderar el PSOE, para muchos un tributo sencillo y significativo en medio de un PSOE políticamente roto. Poco antes de las 20:00, su cuerpo salía de Ferraz rumbo al crematorio entre aplausos de amigos y vecinos. El destino: Esplugues de Llobregat (Barcelona), donde fue criada por sus padres.
En una sala de Ferraz, su madre, Esther Piqueras, había relatado compungida que la exministra convivió con su problema congénito desde las primeras horas de vida. "Los médicos me dijeron que duraría 24 horas", ha explicado a varios amigos de la exministra."Después que duraría 72 horas". Finalmente fueron 46 años, pero para el PSOE, la muerte se la llevó demasiado pronto.
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