Yo sí estuve allí. En la redacción de Diario 16. En la tarde del 23 de febrero de 1981. Fui yo quien, cuando todos los periodistas presentes, excitados, alarmados, estábamos reunidos escuchando cómo la SER decía que un teniente coronel de la Guardia Civil, con grandes bigotes y pistola en mano, había entrado en el Congreso de los Diputados, exclamé: “Hostias, Tejero, el de Galaxia”. Y, como los demás, sin alharacas, me puse, nos pusimos, a fabricar una edición urgente que saldría a la calle con un titular que no era del todo verdadero, quizá tampoco, ya, del todo falso: “fracasó el golpe”.
Nadie allí se cuestionó, que yo recuerde, los riesgos que el periódico, todos sus trabajadores, quizá, sobre todos, el propio director, que entonces era Pedro J. Ramírez, corrían, corríamos, por sacar a la calle esa edición valiente, algo loca, puede que imprescindible, si la noticia de apertura no se hubiese cumplido. El otro periódico valiente fue El País, dirigido por Juan Luis Cebrián, que salió a la calle aquella noche tremenda con el título "El País, con la Constitución".
Esta es la verdad, mi verdad. La que yo, jefe de Internacional entonces del D-16, viví. Y me apena que Cebrián, a cuyas órdenes estuve primero en Informaciones tres años y siete en El País, no la recuerde entera. O la quiera olvidar, por tanto, completamente.
He leído en el libro del que fue mi director en El País, un periódico que hube de abandonar porque quise, por razones que ya he explicado en mis propias memorias -y que me costaron caras-, que a Pedro J. le faltaron huevos para sacar a la calle una edición junto con la que Cebrián pensaba lanzar aquella noche: “No es que no tengas medios, es que no tienes huevos”, dice Cebrián que le dijo a PJR cuando le llamó aquella tarde/noche, demandándole que publicase una edición como lo iba a hacer su vecino El País, petición a la que Pedro respondió, parece, con evasivas.
Ignoro qué le dijo en verdad uno al otro, y si se produjo la conversación en estos términos. No se lo he preguntado a quien también fue mi director, no mucho tiempo, en D-16; jamás he tenido cercanía personal con PJR. En fin… Pero sí pienso, y he dicho, que es un enorme profesional, quizá el mejor periodista que yo haya conocido, matizada esta afirmación por su excesiva proclividad a intervenir en los asuntos coyunturales de la política nacional.
Desde que me fui de D-16 en 1982, para irme a El País, apenas he tenido contacto con Pedro, ni falta que nos hacía, ni a mí, ni a él. Le he defendido cuando le echaron injustamente, y cuando el vídeo canalla que otros difundieron, y le he criticado cuando me ha parecido oportuno: seguramente ni de una cosa ni de otra se habrá enterado. Nada me obligaba, por tanto, a salir en su defensa tras lo publicado por un Cebrián siempre enconado ante la figura de PJR, y viceversa. Nada… excepto que yo estaba allí.
Porque, tras leer lo que he leído en el libro autocebrianesco -perdón, seguramente quería decir autobiográfico- de Cebrián, no me quedaba otro remedio que dirigirme a un miembro amigo de la redacción de EL ESPAÑOL -único medio donde yo podría publicar esto, si es que deciden publicarlo- y ofrecerle, para lo que sirva, este comentario.
No quieren estos párrafos, casi una carta abierta, ser una crítica de Primera Página (Ed. Debate), aunque, conociendo, como conozco, muchos de los pasajes que esta obra narra, discrepe de muchas inexactitudes, de excesivos protagonismos, de no pocos errores de bulto -mira que confundir a Álvaro Cunhal con un tal Cabral… hay que corregir, Janli, hay que revisar la pulcritud de lo escrito, como imponías en el incumplido libro de estilo…-.
NO, esto no es, claro que no, una crítica a un libro bien escrito -aaah, el estilo vitriólico de Cebrián…- y mal intencionado. Es, simplemente, un testimonio dolido que quisiera restablecer una parte de la verdad tan mancillada en ese volumen suyo: sí, yo estaba aquella tarde del 23-F en la redacción de D-16, y bien que sentí no hallarme en el Congreso. Lo mío, entonces, era la sección de Internacional, así que permanecí atado a la silla. Preparando lo que me correspondía de aquella edición, las páginas de lo que se llamaba Mundo.
Y aquella tarde/noche, recuerda, Janli, los redactores de Diario 16, ya digo que sin alharacas ni tanta trompetería como tú cuentas que ocurrió en el periódico de tu digna dirección, sacamos a la fría, solitaria, desolada, puñetera calle, nuestra modesta contribución a la democracia. Para lo que sirviese, que ya veo que a ti te sirvió de poco, porque, por lo visto, aquella edición nuestra, ocupado como estabas en el muy legítimo ombliguismo de "El País, con la Constitución", te pasó desapercibida. ¿O quizá no?