Sin hacer ruido ni declaraciones, Eduardo Madina regresó. La de este jueves era una mañana agitada en el Congreso de los Diputados, cuya puerta cruzó por primera vez como parlamentario cuando tenía 28 años. Lo hizo en 2004 como diputado por Vizcaya y de la mano de José Luis Rodríguez Zapatero, que acababa de ganar las elecciones a Mariano Rajoy.
Mucho ha cambiado desde entonces. Madina ocupó cargos de responsabilidad, como el de secretario general del grupo parlamentario en los dos y dificilísimos últimos años de Zapatero, que no tenía una mayoría clara en la Cámara para sacar las leyes adelante. Luego, tras la marcha de Alfredo Pérez Rubalcaba, aspiró sin éxito a sucederle como líder del PSOE. Fue vencido por Pedro Sánchez, hasta entonces un diputado casi desconocido, pero que se había granjeado el apoyo de la mayoría de fuerzas vivas del socialismo y de los militantes en las primarias que se celebraron en julio de 2014.
En la mañana de este jueves, Madina llegó sobre las 10 de la mañana a la Cámara baja a ocuparse del papeleo y convertirse, tras seis meses fuera, en diputado de nuevo. Por los pasillos del Congreso pululaban decenas de periodistas que perseguían a Mariano Rajoy y Albert Rivera, que iban a lo mismo y por poco se cruzan. Madina, hoy diputado por Madrid, aprovechó para tomar algún café con periodistas y luego pasó, con sigilo, el trámite de formalizar su condición de parlamentario, hacerse una foto para su ficha en la web del Congreso y configurar la tableta y el móvil que se pone a disposición de las señorías.
No hizo declaraciones. Madina sigue esperando su momento.
En la sombra por decisión propia
El diputado ha hecho de la discreción su razón de ser desde 2014. Apenas ha concedido entrevistas y, cuando lo ha hecho, ninguna ha estado centrada en la difícil situación que vive su partido y que él sigue con preocupación. Madina pensaba en 2014 que el PSOE podía ser un partido de mayorías, que podía ganar al PP y volver a altas cotas de apoyo social, pero desde entonces la fuga de votos ha sido constante. Al mismo tiempo, Podemos emergía y comenzaba a consolidarse como alternativa al PSOE dentro de la izquierda.
Como Madina no quiere hablar en público, es difícil aventurar qué futuro quiere para sí mismo. Los que lo conocen bien celebran su vuelta como uno de los valores intelectuales del partido. Su presencia en el Congreso fue reclamada por dirigentes como Susana Díaz, la presidenta de Andalucía. En 2014, Díaz ya coqueteó con convertirse en la líder del PSOE, pero Madina forzó unas primarias de todos los militantes que no fueron del agrado de la presidenta, que acabó apoyando a su rival. Sus relaciones se han recompuesto. A ambos les une la preocupación por el rumbo del partido.
Sánchez tiene, para algunos, los días contados. La Ejecutiva del PSOE no quiere oír hablar de un análisis serio y autocrítico de los resultados, que para muchos sectores del partido son para echarse a temblar. Son 52 diputados y más de 10 puntos en voto los que separan al PSOE del PP. Sin embargo, el debate sobre el resultado electoral y la actualización del proyecto ha quedado anestesiado como el 20-D. ¿Motivo? La crisis institucional de España, que pese a coincidir con una pérdida de apoyos al PSOE, colocó al partido en un lugar clave.
Mirando al futuro
Si Madina recuperó su relación con Díaz, con Sánchez es irreconducible. La Ejecutiva del PSOE, afín a su líder, ve al vasco como una piedra en el zapato y un boicoteador de la labor que, en circunstancias muy difíciles, le ha tocado a Sánchez. Madina ve a Sánchez como uno de los máximos responsables de la situación del partido, según comenta con otros líderes del partido, con los que se reúne periódicamente. Ha hecho campaña electoral, aunque muy discreta, y se ha mantenido alerta. Por lo que pueda pasar.
Muchos ven a Madina como un buen portavoz parlamentario si hay un cambio de régimen en el PSOE. Otros creen que aún podría optar al liderazgo pese a su derrota hace dos años. Él, de nuevo en el Congreso, guarda silencio.
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