El juez Gadea dice adiós a la Audiencia: "El nuevo CGPJ debe visibilizar más al colectivo LGTBI"
Referente para la comunidad LGTBI, dice que el Orgullo "no se tiene que reducir a una Administración, ideología o semana del año". También está "100% de acuerdo" en despolitizar el CGPJ: "Así lo dicta la Constitución".
29 junio, 2024 02:30Cuando lean esto, él ya no estará. Es tiempo de hacer cajas y preparar las maletas. Su estancia en la Audiencia Nacional caduca este domingo 30 de junio y Joaquín Gadea (Concentaina, Alicante, 1981), uno de los chicos más jóvenes en la oficina, ha decidido no pedir más prórrogas.
La entrevista se produce en su penúltimo día de trabajo. Y a juzgar por las reacciones de sus compañeros, ha debido dejar buen sabor de boca. Todo son besos, abrazos, un placer, hasta la vista, ojalá que volvamos a vernos. Y él, que parece un hombre sereno, los recibe con emoción.
Llegó aquí en enero de 2020 como juez de refuerzo del Juzgado Central de Instrucción número 6, uno de los más calientes de este edificio funcionarial ubicado en una esquina de la calle Génova de Madrid. Su titular, el juez Manuel García-Castellón, ha sido el instructor de casos tan mediáticos como el de Tsunami Democràtic, la trama Púnica o el de la Operación Lezo.
Él, Joaquín, colaboró con García-Castellón en la instrucción de esas causas. También en el complejo caso Villarejo, que ya suma más de 50 piezas separadas. Y además instruyó otras causas como la investigación sobre el atentado del supuesto yihadista de Algeciras, que acabó con la vida de un sacristán y dejó heridas a otras personas.
Gadea se va de la Audiencia Nacional con tranquilidad por lo hecho y la sensación de que queda mucho por hacer. En todos los sentidos. Cuando se instaló en Madrid era un hombre homosexual que había salido del armario únicamente entre su círculo más personal. Sólo para ese Ximo —así le llaman los suyos—, natural de un pueblo de Alicante de 11.000 personas, donde las cosas se suelen ver de forma distinta a la gran ciudad.
Quedaba dar el salto de cara al público y entre la profesión. Y en 2022 este periódico publicó que estaba dispuesto a hacerlo, justo antes de las fiestas del Orgullo de ese año. Después dio una entrevista en la que dijo que esperaba que su paso adelante sirviera de algo. Le preguntaremos por ello.
Antes, hay que sortear todas esas despedidas. Todas esas veces que llaman a la puerta en mitad de la entrevista para desearle lo mejor. Algunas, en mitad del fuego. Gadea es un hombre taimado, pero se pone serio, incluso áspero, cuando le preguntan por algo que le irrita especialmente: las acusaciones de 'lawfare'.
Hemos venido aquí a hablar de su perfil público como miembro de la comunidad LGTBI, pero también lo hacemos de la Justicia, del CGPJ, de ciertas leyes e, inevitablemente, de política. Aunque en ese tema, como en las cuestiones más íntimas, prefiere pisar con cuidado.
En su despacho, un espacio aparentemente impecable para el ciudadano medio y "hecho un desastre" para él, apenas quedan un par de placas con su nombre como objetos más personales. No son estas salas frías y funcionales el lugar más acogedor para quedarse a vivir.
Vamos a empezar por el final. Hace dos años usted decidió anunciar en la prensa que salía públicamente del armario. Le voy a decir la verdad: he encontrado su nombre en dos de esos rankings que se hacen por estas fechas de las personas LGTBI más influyentes. ¿Cómo ha cambiado su vida desde entonces?
No tengo la sensación de que haya cambiado nada. Reflexioné mucho sobre esa entrevista, le di muchas vueltas. Pero bueno, sobre todo lo hice porque quienes estamos en disposición de tener una proyección nos debemos dejar ver.
Creo que es importante que haya referentes y que se visibilice no solamente que estamos presentes, sino que además tenemos unas necesidades específicas, que existen desigualdades, que existen problemas que enfrentamos como gays, lesbianas o como miembros de la comunidad LGTB, como personas.
Lo hice por mi compromiso y me alegro mucho de ello, porque me llevé muchas sorpresas muy buenas. Descubrí que era una manera de normalizar mi vida. Fue bonito, la verdad.
Decía que para usted el ejemplo de Fernando Grande-Marlaska, que también anunció lo mismo en una entrevista en 2006, fue clave para tomar esta decisión. ¿Le consta que le haya servido a otros o cree que ha ayudado a visibilizar esta situación en un colectivo en el que no están acostumbrados a este tipo de reivindicaciones?
Yo espero que sí. Recuerdo que poco después de hacer la entrevista recibí algunos mensajes de personas que no conocía y que me decían que les había gustado mucho. No sé si para alguien habrá sido tan importante como para mí lo fue en su momento la entrevista de Fernando. Pero por eso te decía que para aquellos que estén en un momento de dudas, espero que les ayudase a saber que no hay límites, que se puede llegar a donde sea siendo como uno es.
En aquellos momentos también criticaba que los partidos no se pusieran de acuerdo para renovar el CGPJ. Y bueno, aquí estamos, recién hecho. ¿Ya era hora, no?
Ya era hora, sí. La verdad es que me alegro muchísimo, me parece una noticia buenísima para el funcionamiento de la carrera judicial y para el funcionamiento normal de las instituciones. Lo único que puedo hacer es desearle muchísima suerte a los nuevos vocales y que hagan el mejor trabajo posible. Y ojalá que entre los nuevos proyectos del futuro Consejo esté visibilizar más al colectivo LGTB.
¿Ah, sí? ¿Considera que ese es uno de los retos que deben afrontar?
En la ley 4/2023, la famosa Ley Trans, hay un artículo que dice que las empresas de más de 50 trabajadores deben tener planes específicos para prevenir la violencia y la discriminación entre los miembros del colectivo LGTB. El Consejo General del Poder Judicial es el órgano de gobierno de una plantilla de aproximadamente 4.000 jueces. Entonces, creo que si es válido para las empresas, debería serlo también para el Consejo.
¿Cree que hay algún tipo de discriminación en ese sentido dentro de la profesión?
No creo que haya discriminación o, por lo menos, yo no diría eso. No lo he vivido personalmente, pero si la ley establece unos recursos para evitar que suceda, creo que implantarlos al Consejo sería una buena opción.
Hábleme de usted. Dice que en su familia también ha tenido la suerte de ser comprendido, pero creo que perdió a su madre muy pronto, ¿no?
Sí, la verdad que fue una circunstancia personal muy desgraciada. Tenía sólo nueve años. Pero en lo que se refiere a mi despertar sexual o mi conciencia sobre mi orientación sexual, tuve la gran suerte de que en mi familia me aceptaron, me quisieron y me respetaron. Escuchando casos de otras personas que tienen que enfrentarse a problemas familiares tan duros, me siento un privilegiado.
Y eso que procede de un entorno relativamente pequeño, no vivía en una gran ciudad...
No, provengo de un pueblo pequeño. Pero en el momento en el que lo exterioricé, mis padres —bueno, mi padre y la mujer de mi padre, que para mí es casi como una madre— me dijeron: "Ya nos lo imaginábamos".
¿Qué edad tenía entonces?
Pues ya eran mis veintitantos... O sea, ya era un poco más adulto. Para mí también fue un proceso, más que enfrentarme a hablar con mi familia tuve primero que aceptarme a mí mismo y después reunir el valor para contarlo.
Su padre era un hombre vinculado a la política, ¿no? Y del PSOE de toda la vida.
Sí, no es ningún secreto. Mi padre ha sido alcalde, diputado en las Cortes Valencianas, diputado en la Diputación de Alicante y estuvo siempre en el Partido Socialista. Y bueno, creo que es sano estar en un entorno en el que se pueda hablar abiertamente de política y de cualquier cuestión. Para mí, mi padre ha sido un gran ejemplo. Después he visto fotos de niño y en el revistero, con el que yo me ponía a jugar, siempre había revistas socialistas.
Usted ahora es miembro de la Asociación Profesional de la Magistratura, vinculada al ámbito conservador. ¿Cómo se define?
Yo no me considero una persona política, eso para empezar. No me gusta que se me vincule con ninguna afinidad o con ninguna ideología política, porque en mi trabajo como juez lo que soy es un profesional. Me dedico a un servicio público y no me siento cómodo cuando se me ponen etiquetas, de la misma manera que no me siento cómodo cuando se habla de estereotipos sexuales. Luego, en lo personal, por supuesto, yo tengo mis ideas y mis convicciones, pero eso va por otro lado.
Es lo mismo que sucede con la renovación del CGPJ. ¿Le molesta que de algún modo todo se sitúe en la pequeña parcelita de cada uno? Eres del PSOE o del PP, progresista o conservador…
A lo mejor es una opinión muy personal, pero creo que forma parte de un juego en el que los medios de comunicación se sienten cómodos porque es más fácil o más digerible para la opinión pública explicarlo de esa manera. Para mí los vocales son sobre todo profesionales que están ahí para gestionar el gobierno del Poder Judicial. Antes que conservadores o progresistas, yo prefiero hablar de vocales de procedencia judicial o no judicial y, sobre todo, que se les evalúe por su trabajo.
No me gusta el término 'lawfare' porque creo que es una expresión más propia de populismos, de desinformación y de una voluntad de querer engañar a la opinión pública
Pero más allá de esas etiquetas, aquí el problema que tenemos es que los vocales son nombrados por los partidos políticos. ¿No cree que de esa forma es comprensible que la opinión pública los asocie a tendencias políticas?
Creo que lo importante en este caso es la pedagogía. Para empezar, el Consejo no es un órgano jurisdiccional. A veces se habla de él como si fuera un tribunal o una audiencia que enjuicia casos. El Consejo es un órgano de gobierno. Yo estoy 100% de acuerdo en que el Consejo se ha de despolitizar. De hecho, una de las ideas que defiende mi asociación y con la que yo comulgo es que los vocales judiciales del Consejo se han de elegir por los propios jueces y además así lo dice la Constitución.
A partir de ahí, lo que yo detecto es que cuando se toman decisiones que no están alineadas con lo que quieren determinadas posiciones políticas, se tienden a calificar de alguna forma. Es decir, eso de que una decisión sea 'lawfare' si no me gusta, pero que sí sea perfectamente legítima si me gusta.
[En este momento llaman a la puerta y se interrumpe la conversación]
Íbamos por el 'lawfare'.
Es una expresión que empezó a utilizarse en el ámbito militar y de ahí se la apropiaron determinadas personas o colectivos para atacar el sistema judicial. Yo creo firmemente en la independencia judicial, creo firmemente en la capacidad de los jueces de este país para tomar decisiones desde la neutralidad. Y no me gusta el término 'lawfare' porque creo que es una expresión más propia de populismos, de desinformación y de una voluntad de querer engañar a la opinión pública.
El Gobierno también ha llegado a deslizar esta cuestión. ¿Cree que ha supuesto un daño o un desprestigio para su profesión?
Me gustaría diferenciar entre la voluntad de querer hacerlo y el hecho de que realmente haya ocurrido. Creo que en este juego los políticos pueden decir absolutamente lo que quieran, pero las decisiones judiciales se adoptan conforme a los hechos, a la Ley de Enjuiciamiento Criminal —en el caso de la jurisdicción penal— y de acuerdo a unas reglas. Nosotros debemos quedar al margen de estas cosas.
Ya veo que no le gusta la militancia política. En cuanto al colectivo LGTBI, también dice que no se considera un activista. Por ejemplo, ¿va a las manifestaciones?
Digo esto porque no trabajo desde el activismo, sino que participo en charlas o acudo a donde me invitan para hablar de los derechos del colectivo, de los gays o de las personas transexuales. Intento alzar la voz, pero no estoy en esa posición.
En esta semana está habiendo polémicas por toda España entre distintas Administraciones, casi siempre gobernadas por la derecha, y las asociaciones LGTBI. Ambos se acusan mutuamente de querer apropiarse de los eventos relacionados con el Orgullo.
Yo no creo que el Orgullo sea de nadie más que de la sociedad en su conjunto. A mí me emociona que esta semana haya más visibilidad, que esté más presente la bandera arcoíris por los establecimientos y en un montón de lugares, pero el Orgullo es todo el año. No creo que se tenga que reducir a una Administración, ni a una ideología, ni a una semana del año. Queda mucho por hacer, pero me parece que España ha avanzado mucho en los derechos del colectivo.
Antes me contaba su experiencia familiar. Pero también ha dicho en alguna ocasión que le hubiera gustado salir del armario antes y que si no lo hizo fue por sus inseguridades mientras estudiaba en la Escuela Judicial. ¿Por qué esa contrición entre los jueces?
No era tanto de la profesión, porque esto era antes de tomar posesión. Hablaba más de una cuestión personal.
De acuerdo. Pero una vez dentro de la judicatura, si no me equivoco, creo que ésta es una carrera de la que salen más mujeres mientras que los puestos de responsabilidad siguen copados mayoritariamente por hombres. ¿Es una profesión muy masculinizada?
Me gusta que me pregunte eso, porque aunque quizás hablo como miembro del colectivo LGTB, la igualdad no es una cuestión que nos afecte exclusivamente a nosotros. Afecta a las mujeres y a muchas minorías sociales. Es evidente que en la carrera judicial, como también sucede en la carrera fiscal, si uno observa las cúpulas hay más hombres que mujeres, y creo que ahí sí que hay un reto.
Por estos pasillos también pasan mayoritariamente hombres, en muchos casos bastante mayores. En este tiempo usted ha trabajado como juez de refuerzo con el magistrado Manuel García-Castellón, que tiene 71 años, y es considerado conservador. ¿Cómo ha sido su relación con él?
Podría decir que para mí ha sido como un padre jurídico y le tengo una admiración y un cariño enormes. Me parece que es injusto que se hable de él como una persona de tendencia conservadora, porque en sus resoluciones ha demostrado siempre que es un profesional. Aquí tienes casos de un color y otro, desde Púnica a Tsunami, y creo que ha adoptado siempre las decisiones que ha considerado más adecuadas en los hechos que exponía. Y después, en lo personal, fue de las personas que me animaron a dar aquella entrevista y salir del armario.
Y ahora que usted se va, ¿cómo valora su paso por la Audiencia?
Le diría que profesionalmente han sido los mejores años de mi vida. He disfrutado, aprendido y me voy con un recuerdo buenísimo de estos años.
Le quería preguntar por un par de cuestiones sociales. ¿Qué opina de los vientres de alquiler?
Ese es un tema casi personal. En mi opinión, se debería regular. Creo que uno de los problemas que tenemos los hombres homosexuales es que cuando queremos formalizar una familia y tener hijos, la única opción actualmente es la adopción. No sé si sería el camino que yo tomaría, pero por lo menos me gustaría que hubiera un marco legal claro que diera seguridad para la regulación de los vientres de alquiler. Me parece que la actual situación ni ayuda ni permite seguir el proceso con la seguridad jurídica que creo que merecería.
Es un tema muy delicado y un debate que toca muchas aristas, pero la realidad actual es que quien tenga dinero y quiera, puede ir a un país donde está permitida esta práctica y volver a España con un hijo.
Exacto. Por eso creo que se tiene que regular con todas las garantías para que en todo caso sea una decisión voluntaria, que no se produzca ningún tipo de explotación, que no se utilice a ninguna mujer para esta finalidad ni que se mercantilice con el cuerpo de la mujer. Hay algunos ejemplos en otras legislaciones internacionales donde se establecen unos criterios para que pueda ser un proceso totalmente voluntario.
No sé si sería el camino que yo tomaría, pero me gustaría que hubiera un marco legal claro que diera seguridad para la regulación de los vientres de alquiler
¿Y sobre la Ley Trans?
La he citado anteriormente. Me parece que hablar sólo de un único artículo, el de la autodeterminación de género, ofrece una visión muy limitada de lo que supone esa ley. Y va mucho más allá de eso. Es una ley para la igualdad de las personas trans y los derechos de las personas LGTBI que afecta a otros ámbitos como la educación, el laboral, el sanitario o la prohibición de los tratamientos de conversión. Creo que tiene otros aspectos que son muy positivos para la comunidad.
¿Cuál es su concepto del Orgullo?
Mi concepto del Orgullo es la participación de toda la sociedad. Quizás si fuera un activista tendría otra visión, pero como hombre homosexual y sobre todo como persona que vive en Madrid lo que me emociona es ver a tantísima gente en la calle. Heterosexuales, homosexuales, gente con hijos, personas de todos los barrios que vienen al centro y disfrutan de ese día y de estas fiestas, que para mí son unas fiestas de la ciudad. Es importante el carácter reivindicativo, pero también el carácter lúdico y festivo de ese día.
¿Y cómo lo vivirá usted?
Pues con mi marido y en la calle, vamos. Saldremos y lo viviremos como lo hemos hecho siempre nosotros: disfrutándolo.