El Gobierno acaba de estrenar un plan en virtud de la Ley de Memoria Democrática que por primera vez no tiene que ver con el franquismo ni con la Guerra Civil. Según ha sabido este periódico, el Ministerio de la Presidencia acaba de iniciar el procedimiento para declarar “lugares de memoria” doce inmuebles y monumentos vinculados al liberalismo.
Es la primera vez que este departamento abandona el siglo XX y mira todavía más atrás, al XIX. El liberalismo español, que sí puede generar consenso entre derechas e izquierdas, yacía en el cajón del olvido desde el punto de vista político. Desaparecido Ciudadanos –autodefinido como partido “liberal”–, distintos dirigentes de PP y PSOE habían reivindicado en ocasiones ese legado, pero no desde un punto de vista práctico.
Ahora, existirá en España una suerte de “ruta de la memoria liberal”, tal y como las que ha estrenado el Ejecutivo de Pedro Sánchez vinculadas a la Segunda República y a la oposición antifranquista. Recorrerá Cádiz, Asturias, Sevilla, Málaga, Almería, Granada y Logroño.
Fuentes del Gobierno señalan que estos nuevos lugares de memoria “serán espacios de transmisión del recuerdo y promoción de la convivencia y cultura democrática”. El Ministerio promotor de la idea está encabezado por Félix Bolaños, que en algún momento había exhibido su intención de reivindicar ese “socialismo a fuer de liberal” que encarnó Indalecio Prieto. Sus palabras provocaron las críticas de la oposición, que acusaron al “sanchismo” de haber laminado la corriente liberal del PSOE.
El liberalismo español prosperó por primera vez el 19 de marzo de 1812, cuando se aprobó la Constitución de Cádiz. Sobrevivió –con grandes altibajos– hasta noviembre de 1823, cuando el general Riego fue ejecutado y Fernando VII reinstauró el absolutismo. Tanto el inicio como el final de esta época están incluidos en la ruta. Véase, por ejemplo, la Iglesia Mayor De San Pedro y San Pablo y de los desagravios, donde juraron sus cargos los diputados constituyentes; el oratorio de San Felipe Neri, donde siguieron las reuniones de las Cortes; o la casa natal de Riego en Asturias.
Una de las mayores pruebas de la inoperancia del liberalismo está en la carta manuscrita de despedida del general Torrijos, que está expuesta en el Congreso de los Diputados y que pasa desapercibida para la mayoría de habitantes del Parlamento. Restablecido el absolutismo, Torrijos quiso dar un golpe para devolver la libertad a España, pero fue capturado y fusilado junto a sus compañeros. Es mítico el cuadro que pintó Antonio Gisbert por encargo de Sagasta y que actualmente se encuentra en el Museo del Prado. La cruz y el monumento a Torrijos, ambos en Málaga, también engrosan esta ruta de la memoria liberal.
En Almería, se reconocerá el monumento a los “mártires de la libertad”, dedicado a otro grupo de liberales que, como Torrijos aunque años antes, intentó pronunciarse contra el absolutismo. De Granada se incluirá el monumento a Mariana Pineda; y de Logroño, la Casa Palacio de Espartero, donde vivió el general tras su retirada definitiva de la política. Recaló allí porque su mujer, Jacinta Martínez de Sicilia, era oriunda de la ciudad.
El liberalismo, pese a su escasa aparición en el debate político actual, fue la corriente ideológica que trajo a España la soberanía popular, la protección de las libertades civiles, la restricción de los poderes del rey, la primacía del poder legislativo sobre el ejecutivo y la abolición de la Inquisición.