El rey Felipe VI viajó este domingo a Bogotá para estar presente en la toma de posesión de Gustavo Petro, primer presidente de izquierdas en la historia de Colombia. Fue un acto protocolario, pero 24 horas después ha empezado a generar polémica en las redes sociales.
El motivo es que Felipe VI no se levantó al paso de la espada de Simón Bolívar.
"¡Alerta, alerta, alerta! ¡Que camina la espada de Bolívar por América Latina!" coreaba la multitud mientras todos los jefes de Estado que acudieron a la investidura de Petro se ponían de pie. Todos menos el Rey de España, Felipe VI, que permaneció sentado en el palco de autoridades. Respetuoso, pero sentado.
Este periódico se ha puesto en contacto con Casa Real para conocer de primera mano los motivos de Felipe VI para permanecer en su asiento, pero no ha habido respuesta de la Casa del Rey.
Simón Bolívar es considerado el libertador de Colombia. Gracias a él, el país se independizó de España en el siglo XIX.
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Otras polémicas
No es la primera vez que Felipe VI se ve envuelto en una controversia durante la toma de posesión de un mandatario latinoamericano. El verano pasado, en la investidura de Pedro Castillo como presidente de Perú, tuvo que escuchar un discurso en el que no faltaron las arremetidas contra España.
"Durante cuatro milenios y medio nuestros antepasados encontraron maneras de convivir en armonía con la rica naturaleza que la providencia los ofrecía. Fue así hasta que llegaron los hombres de Castilla, que con la ayuda de múltiples Felipillos y aprovechando un momento de caos y desunión lograron conquistar al Estado que hasta ese momento dominaba gran parte de los Andes centrales", explicaba Castillo.
"La derrota del incanato dio inicio a la era colonial. Fue entonces, y con la fundación del virreinato, que se establecieron las castas y diferencias que hasta hoy persisten. Los tres siglos en los que este territorio perteneció a la Corona española le permitieron explotar los minerales que sostuvieron el desarrollo de Europa. En gran parte con la mano de obra de los abuelos de muchos de nosotros", insistía, con Felipe VI presente. Algo que fue interpretado como un insulto a España y al monarca.
"La represión a la justa revuelta de Túpac Amaru y Micaela Bastidas terminó de consolidar el régimen racial impuesto por el virreinato, acabó con las élites andinas y subordinó aún más a la mayoría de los habitantes indígenas en este rico país. Cuarenta años después, la independencia del virreinato del Perú de España en 1821 no trajo consigo una mejora real para la mayoría de los peruanos. Los denominados aborígenes continuaron siendo explotados como ciudadanos de segunda categoría para el erario de la flamante república del Perú", conluía su diatriba.