Las compañeras de Nilofar en el equipo de baloncesto se quedan en tierra tras dos días en el aeropuerto
El atentado del aeropuerto de Kabul ha impedido que vuelen a España nueve jugadoras del equipo de baloncesto en silla de ruedas de Kabul.
28 agosto, 2021 01:52Noticias relacionadas
Muchos han quedado en tierra. El brutal atentado del aeropuerto de Kabul, en el que el jueves murieron al menos 110 personas y otras 150 resultaron heridas, ha obligado a precipitar el fin de los vuelos de evacuación organizados por el Gobierno español.
Se esfuman así las esperanzas de decenas de personas que intentaban tomar uno de los últimos vuelos para huir del terror talibán. Entre ellos, los familiares de al menos dos traductores del Ejército, nueve periodistas afganos que habían solicitado ser acogidos en España y nueve jugadoras del equipo femenino de baloncesto en silla de ruedas, compañeras de Nilofar Bayat.
Las nueve jóvenes, de entre 20 y 27 años, habían logrado acceder al interior del aeródromo, en el que llevaban dos días a la espera de que el Ministerio de Asuntos Exteriores les extendiera el salvoconducto para poder viajar en un avión A400M del Ejército.
Salvaron la vida porque, agotadas por la espera, abandonaron el recinto para irse a sus casas tan sólo media hora antes de un terrorista suicida de Estado Islámico hiciera explotar el artefacto que portaba, asesinando a decenas de personas.
Muerte en el aeropuerto
El vídeo que acompaña a esta noticia, grabado por una de las chicas, muestra los momentos de caos y desesperación que se vivieron en las inmediaciones del aeropuerto. Desde el miércoles, los servicios de información de varios países europeos advertían del elevado riesgo de que se produjera un atentado terrorista en el aeropuerto de Kabul, en torno al cual se hacinaban más de 10.000 personas que buscaban desesperadamente huir del país.
El periodista español Antonio Pampliega, que en la última década ha viajado a Afganistán en ocho ocasiones, gestionó la evacuación a España de la capitana del equipo femenino, Nilofar Bayat, a la que conoció en 2017 cuando escribía su libro Las trincheras de la esperanza.
Cuando tenía dos años, una explosión en la que murió su hermano causó a Nilofar una lesión medular irreversible. Pese a ello, se convirtió en la capitana de la selección de baloncesto en silla de ruedas al mismo tiempo que trabajaba en la Cruz Roja, ayudando a otros heridos en la guerra. Gracias a las gestiones de Pampliega, Nilofar llegó a España la semana pasada en el segundo vuelo de evacuación desde Kabul.
Durante los últimos días, el periodista español ha llamado a todas las puertas para que también pudieran volar a España nueve compañeras de Nilofar en el equipo de baloncesto. Todas ellas trabajan en la Cruz Roja de Kabul y sufren algún tipo de discapacidad (en muchos casos, por el estallido de minas antipersona).
Gracias a la intervención de los ministros Margarita Robles y Fernando Grande-Marlaska, el Ejército español ya tenía los nombres de las nueve jugadoras, que desde el martes permanecían en el aeropuerto de Kabul. Pero faltaba que Exteriores les facilitara el salvoconducto para viajar a España.
El silencio de la ministra
Por mediación de la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, el martes telefoneó a Antonio Pampliega la ministra de Igualdad, Irene Montero, quien se comprometió a realizar las gestiones necesarias para que las nueve jugadoras pudieran subir al vuelo de evacuación.
Pero las horas pasaban, y las nueve jóvenes seguían sin noticias en el aeropuerto de Kabul, intentando mantenerse juntas en medio de una enorme multitud. "Se me partía el alma al ver las fotos que me enviaron desde allí", explica a EL ESPAÑOL Antonio Pampliega, "sentadas en el suelo junto a sus muletas, una de ellas metida hasta los tobillos en la alberca de aguas fecales del aeropuerto. Envié las fotos a la ministra, pero ni siquiera obtuve respuesta".
Las nueve jóvenes se encontraban muy cerca de la puerta Abbey Gate, en la que poco después el terrorista suicida asesinó a decenas de personas. Por suerte, las jugadoras de baloncesto habían abandonado el aeropuerto media hora antes, pero fueron testigos de las escenas de desesperación que se vivieron tras el estallido.
"Sé que la ministra Irene Montero no tenía obligación de hacer ninguna gestión, me da igual si las ha hecho para ponerse luego la medalla", añade Pampliega en conversación con este diario, "sólo le pido un poco de humanidad. Ni siquiera me ha llamado después del atentado para saber cómo se encuentran las chicas".
Pierden el último vuelo
Antonio Pampliega confía en que, una vez se haya calmado la situación en el país, las nueve compañeras de Nilofar Bayat puedan cruzar la frontera para pedir asilo en una Embajada de España. No son las únicas que se han quedado en tierra, tras el fin de los vuelos de evacuación.
El fotógrafo español Amador Guallar logró que Exteriores otorgara el salvoconducto para viajar a España a 10 periodistas afganos, que trabajan en una agencia que él ayudó a fundar durante su estancia en el país. Junto a varios familiares, debía viajar un grupo de 21 personas.
Sin embargo, sólo pudo subir al avión uno de los periodistas, junto a tres familiares. Los otros nueve llegaron al aeropuerto de Kabul y, pese a tener el correo electrónico remitido por el Ministerio de Asuntos Exteriores, no pudieron tomar un vuelo de evacuación porque no había plazas disponibles. Ahora, desconocen por completo cómo podrán abandonar el país, una vez los talibanes hayan tomado el control del aeródromo.
En la misma situación se encuentran los familiares de dos intérpretes afganos de las tropas españolas, Safiulla y Abdul. Ambos residen en Alemania desde hace cinco años, pero dejaron a Afganistán a padres de avanzada edad, hermanos y sobrinos.
Un grupo de siete familiares de Safiulla (incluyendo dos niños de dos y tres años, hijos de su hermano) permanecía el jueves en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul, cuando se produjo el brutal atentado suicida de Estado Islámico. Todos ellos lograron salvar la vida, pero han perdido el último vuelo que podía conducirles a la libertad.