Víctor Terradellas no era precisamente parco en sus comunicaciones telefónicas con los líderes del proceso independentista en Cataluña, singularmente con su amigo Carles Puigdemont, pero también con David Madí y Xavier Vendrell, detenidos ambos en la operación llevada a cabo este miércoles por la Guardia Civil. Del rastro de esas conversaciones tira el juez de instrucción número 1 de Barcelona para determinar la envergadura del apoyo ruso al desafío secesionista de 2017, que habría llegado hasta el ofrecimiento, días antes de la declaración de independencia de octubre de aquel año, de 10.000 soldados y el pago de la deuda catalana.
Ofrecimientos ambos rechazados por el entonces presidente catalán, al que Terradellas llegó a asegurarle, en los días en que Puigdemont oscilaba entre la convocatoria de elecciones autonómicas o seguir adelante con el pulso al Gobierno central, que podrían haber contado con una declaración de apoyo del mismísimo Mijaíl Gorbachov e, incluso, con "dinero por parte china".
Ya para entonces el nombre del histórico impulsor de la Perestroika no era de lo más asombroso que Terradellas había mostrado en su repertorio de ofrecimientos, siempre a favor del independentismo aunque, según afirmaría en una entrevista con la emisora catalana RAC 1 a finales de 2019, actuando por su cuenta. Terradellas, el hombre designado por Artur Mas y Oriol Pujol para el área internacional de Convergencia Democratica de Catalunya (CDC), no sin levantar ampollas en la vieja guardia del partido nacionalista, y presidente de CATmon, una especie de aparato de diplomacia paralela de la Generalitat regado convenientemente con subvenciones públicas, blasonaba de su contacto con Serguéi Markov, ex diputado del partido oficialista Rusia Unida y politólogo, al que en el convulso otoño de 2017 ofreció un intercambio: el Govern reconocería la anexión rusa de la península de Crimea llevada a cabo tres años antes y a cambio, nada menos, Vladimir Putin apoyaría a Cataluña como estado independiente.
En declaraciones a El Periódico de Cataluña, Markov relató lo que le dijo en respuesta: "Nosotros no necesitamos ese reconocimiento, no es cierto eso que dicen los medios occidentales de que buscamos el reconocimiento, tarde o temprano Occidente reconocerá que Crimea es parte de Rusia". En esas mismas palabras a preguntas del rotativo barcelonés, Markov relataba la existencia de contactos entre Puigdemont y emisarios de los servicios secretos rusos que, explicaba, "se presentaban como periodistas".
La sombra de la injerencia rusa sobre el proceso independentista se extendió por los mismos años en que lo hizo sobre las elecciones americanas de 2016 que, contra todo pronóstico, ganó Donald Trump frente a Hillary Clinton. No es ningún secreto que al Kremlin le interesa el debilitamiento de sus adversarios estratégicos como EEUU y la Unión Europea (UE), y sobre ello llegó a alertar el Gobierno español. La entonces ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, aseguró gráficamente durante una reunión del Grupo Popular Europeo en marzo de 2018 que esa injerencia, dijo, "no es un mito, es real". Ante sus compañeros de familia política comunitaria, Cospedal afirmó igualmente que en los momentos más críticos de la crisis catalana proliferaban informaciones bajo perfiles falsos en las redes sociales desde servidores con su sede "en territorio de Rusia o Venezuela".
Se trata de los célebres bots, cuentas automatizadas que de manera programada y masiva viralizaban noticias de medios financiados por Rusia como RT y Suptnik. Casi 5.000 de estos perfiles automáticos de Twitter se emplearon a fondo en los días clave del desafío independentista en 2017, antes, durante y después del referéndum ilegal del uno de octubre, según un estudio de la empresa Audiense.
Precisamente en Twitter, en un tono nada diplomático, la embajada rusa en España reaccionaba este miércoles a las detenciones y al auto del juez de Barcelona. Con pretendido sarcasmo, afirman que la información sobre el número de soldados está "incompleta" ya que habría que añadir dos ceros y decir que esas tropas serían transportadas, eventualmente, en aviones "ensamblados en Cataluña durante la Guerra Civil."
Clasificando a los Mossos
Terradellas, igual que Puigdemont, pertenece al grupo de los dirigentes convergentes que nunca ocultó su fe nítidamente indendentista, incluso cuando su partido ofrecía un perfil más autonomista. Un diputado constitucionalista de la legislatura del Parlament entre 2006 y 2010, la del segundo Tripartito con José Montilla al frente, le recuerda siempre "brujuleando" por la cámara autonómica, hasta el punto de que "parecía un diputado".
El parlamentario relata cómo se sentaba en la tribuna de invitados (muy próxima al salón de plenos) justo detrás del entonces exiguo grupo de Ciudadanos, "como si estuviera espiando". Otro parlamentario de aquella época, también constitucionalista, afirma que "siempre me pareció un fanático, lo que ha resultado ser".
Quienes así hablan no podrían haber adivinado entonces que Terradellas se dedicaba a calsificar por escrito el perfil ideológico de los miembros de los Mossos d'Esquadra, como quedó al descubierto en la libreta intervenida con motivo de un registro en su despacho en mayo de 2018, cuando se le investigaba por un presunto desvío de fondos desde la Diputación de Barcelona a la Fundación de CDC. Una particular clasificación que atendía a la "lealtad", al "carisma" y, cómo no, al "patriotismo" de los agentes del cuerpo autonómico de policía. Pero también a su salud, a sus relaciones afectivas e, incluso, a su orientación sexual.