De la vida del legionario Carlos Espresati de la Vega se saben pocas cosas. Una de ellas es el día en que la muerte vino a por él. La fría daga se afiló en Alhucemas el 23 de septiembre de 1925, sobre las lomas de Monte Malmusi. Así figura en su partida de defunción. En ella también se constata el cargo que poseía en aquel entonces el soldado: había sido un joven sargento, muerto durante la batalla, como muchos otros de sus compañeros. La diferencia es que él no era un legionario cualquiera.
Allí, al otro lado del Estrecho de Gibraltar, el Ejército y la Armada Española llevaban a cabo una de las últimas jornadas del desembarco en la bahía marroquí. Un contingente de 13.000 soldados españoles procedente de Ceuta y Melilla intentaba finalizar con la guerra del Rif, al norte de Marruecos, tras media década de conflicto. Entre esas tropas, cómo no, estaban las mortíferas huestes de la Legión.
En aquella batalla desembarcó también nuestro protagonista. Espresati pasaba desapercibido entre sus colegas, pero poseía un honor que ningún otro ostentaría nunca más: el de ser el primer legionario, el primer hombre en alistarse a este cuerpo de élite.
Hasta ahora, siempre ha habido ciertas discrepancias y diversidad de opiniones. Nadie se ponía de acuerdo sobre quién fue el primero en acceder a la Legión. Las leyendas apuntan al 20 de septiembre de 1920, en Ceuta, como la jornada clave. Tres o cuatro nombres se suelen repetir como los principales candidatos. Entre ellos el del protagonista de esta historia.
Incluso tras sondear a algunos exmiembros retirados se constata cómo citan las identidades erróneas de otros individuos. Por eso ahora, en pleno aniversario del centenario de la fundación del cuerpo militar, EL ESPAÑOL ha localizado, a través de expertos historiadores y archiveros ceutíes, los documentos que demuestran que Carlos Espresati fue el primer miembro de la historia de esta unidad de élite de las Fuerzas Armadas.
Hablamos también por primera vez con sus descendientes, quienes desentrañar el misterio de su vida y para que este avanzado cuerpo, embarcado en mejorar y potenciarse con avances ya en pleno siglo XXI, no olvide las raíces de las que proviene.
Regido por un credo místico y feroz según el cual la muerte es tan solo una compañera más en el camino, la Legión no es un grupo cualquiera en el seno de las Fuerzas Armadas. Y por ello, como canta el himno de estos feroces soldados, no hay que temer el fin, sino mirar directamente a los ojos a la parca cuando esta llama a la puerta. Ese espíritu se mantiene intacto a día de hoy.
Espresati falleció allí, hace casi 100 años, en la orilla de las playas de Alhucemas. Sus hermanos contarían en casa años después cómo aquel día yació herido en el campo de batalla hasta que cuatro enfermeros acudieron a rescatar al malherido soldado. En ese instante, ya socorrido, cuando le transportaban en la camilla sanitaria a un refugio seguro, cayó sobre ellos una nueva ráfaga de disparos. Tanto los enfermeros como Espresati fallecieron al instante.
La historia se ha contado de ese modo a todo el que preguntaba en el seno de la familia. El primer legionario cayó cinco años después de convertirse en el miembro número uno del llamado Tercio de Extranjeros.
Certificado médico
La de Espresati es la historia olvidada de un joven ingeniero y delineante que se metió a soldado. Primero, en el Regimiento de Infantería Serrallo 69. Después, el primero en la fila de la Legión.
Según la documentación presente en los archivos del museo de historia de la Legión en Ceuta, a la que ha podido acceder este periódico, la orden de reconocimiento médico de este soldado nacido también en la ciudad autónoma es el papel más valioso de todos. Funciona como un salvoconducto. Aporta validez para determinar quién fue el primero en vestirse de legionario, en el cuerpo fundado por el general Millán Astray en 1920.
Esa orden aparece firmada por el médico Juan López Pérez, que le inspeccionó en el momento de alistarse. Espresati estampaba después de ese reconocimiento sus huellas dactilares en el documento de identidad, sellando su destino para siempre.
Los estudiosos militares de la Legión le dan a él como el primero gracias a este documento. Este extremo lo confirman a EL ESPAÑOL fuentes del Ejército de Tierra. Añaden también que la controversia siempre había radicado en si se consideraba que el primero era quien firmaba el banderín de enganche, o quien además pasaba el reconocimiento médico, vistiéndose luego ya de legionario. "Si firma, pero no pasa el reconocimiento, ¿es el primero o no?".
Los descendientes
Espresati es el protagonista de una historia olvidada en la noche de los tiempos. Ahora la recupera su sobrina nieta. Elvira Espresati Carrillo, tiene hoy 57 años y sigue viviendo en la finca en la que nacieron tanto su abuelo como el resto de sus hermanos, entre los que estaba Carlos.
La casa de Elvira se encuentra en la zona de Calamocarro, Ceuta, en un pinar ubicado frente a una playa de aguas azules y transparentes. Todo ese terreno, en el que hay más viviendas esparcidas, perteneció en una ocasión a la familia de esta mujer. Allí se establecieron todos los hermanos. Ella dice que todos los miembros de la familia más de un siglo atrás se criaron en ese lugar.
Entre los habitantes de esa zona figura el hombre que nos ayuda a localizar a la propia Elvira Salvador Jaramillo. Se trata de uno de los mayores expertos de la Legión en la ciudad autónoma. Trabaja en el departamento de Documentación y Archivo en la Radio y Televisión de Ceuta. En sus ratos libres sigue indagando sobre la historia de este cuerpo especial, dedicado a venerar la llegada de la muerte como una prolongación de los éxitos cosechados en el campo de batalla.
Delineante e ingeniero
Antes de meterse a la Legión, Carlos Espresati ejercía como ingeniero y delineante. Pasó también por otros cuerpos militares, uno de ellos el Regimiento de Infantería Serrallo 69, creado en 1909 en la ciudad autónoma. Ese fue su empleo antes de acceder a ese cuerpo de élite recién fundado por Millán Astray.
Salvador vive en la misma zona que Elvira, a escasos metros de su vivienda y del lugar en el que nacieron el primer legionario y sus hermanos. "Es más -dice- tengo comprobado que mi casa, era donde vivía Espresati los años antes de morir".
Elvira conoce bien el mundo militar. En parte, tras haberse casado con un soldado, del que luego se divorció. Su hermano Heliodoro hizo la 'mili' en la Legión en el mismo cuartel que su tío abuelo, el primer legionario.
En la familia se cree que el origen de los Espresati está al sur de la península. Según Elvira, el primer legionario y sus cinco hermanos - Alfredo, Heliodoro, Augusto, Andrés, Cándida y Soledad- cruzaron el Estrecho de Gibraltar procedentes de Cádiz o de Rota, al otro lado de la bahía, años antes de que se fundara la Legión para instalarse en Ceuta.
Durante un tiempo, algunos de los hermanos Espresati estuvieron viviendo en Casablanca, Marruecos, donde regentaban una joyería de cuyas ventas pudieron vivir. El padre de Elvira se crió allí con uno de sus tíos. "Mi abuela decía que su madre le contaba que Carlos era una persona muy lanzada. Lo recordaba siempre así".
La mujer cuenta a EL ESPAÑOL que quedan ya pocos descendientes con ese apellido que ella conozca. Quien más datos posee de la historia de Carlos Espresati es su propia madre. "Es la que más se acuerda de todo. Recuerda a Augusto, al abuelo Heliodoro y a un tal Alfredo. Eran los hermanos de Carlos".
Creación de la Legión
Cuando se fraguó la Legión, la idea era afrontar con mayor dureza las guerras que se estaban produciendo en el norte de Marruecos. Era preciso convertir a aquellos hombres en un contingente profesionalizado guiado por la obediencia total, la férrea disciplina y un valor innegociable. Una fuerza de choque que combatiese heroicamente en primera línea, tal y como entendía la guerra la mayoría de oficiales del norte de África —entre ellos, el futuro dictador Francisco Franco—.
El Tercio admitía hombres de entre 18 y 40 años, españoles y foráneos, como indicaba su nombre. Sin embargo, su fundador tenía un leitmotiv significativo: "Un extranjero vale dos soldados, uno español que ahorra y otro extranjero que se incorpora".
Fue Millán-Astray el encargado de armar los "corazones" de los legionarios ante las durísimas condiciones medioambientales y de salubridad que les esperaban en la última etapa de la Guerra del Rif (1921-1927). Para crear un grupo cohesionado y con la valentía por bandera, el militar africanista y veterano de Filipinas enunció el "credo legionario", doce normas de comportamiento cuya finalidad era homogeneizar la pertenencia de grupo.
"Se buscaba que el legionario fuese única y exclusivamente eso: un feroz soldado con una visión maniquea del mundo —muy útil en la guerra— al servicio de la patria —vía sus oficiales—", escribe Daniel Macías Fernández, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Cantabria, en Cien años de la Legión, 1920-2020 (Desperta Ferro), una obra en la que varios expertos en Historia Militar desgranan la evolución, encrucijadas y motivaciones de este cuerpo de élite.
"Legionarios; a luchar; legionarios, a morir". El nuevo espíritu de esa tropa bebía de curiosas referencias orientales como el bushido, un código instaurado por los samuráis japoneses para priorizar la rectitud, la lealtad y el honor.
Los terrenos de los Espresati
La gran finca de varias hectáreas que poseían los Espresati en el entorno de la playa ceutí del Calamocarro se fue dividiendo con el paso de los años en propiedades particulares, viviendas que siguen estando habitadas en la actualidad. "Cada uno de los hermanos, en aquella época, tenía su propia finca acotada. Luego se fue achicando. En esta finca nacieron casi todos".
-¿Nunca lo habíais contado a nadie todo esto?
-No, no demasiado. Es algo de lo que no hemos hecho demasiado alarde.
Hace 15 años, después de haber crecido en ese lugar, decidió montar allí la Residencia Canina Libert-Mimos, una residencia en la que cuida a los perros de los vecinos que se van de vacaciones fuera de la ciudad. Funciona a pleno rendimiento desde entonces.
El último día, dos semanas después de empezar las indagaciones, Elvira recoge varios álbumes antiguos en casa de su madre con el objetivo de encontrar alguna imagen de Carlos Espresati los años previos a su fallecimiento. Pero no quedaba ya ninguna.
La muerte es, en la Legión, al mismo tiempo novia y leal compañera. Alguien a quien abrazar y al que mirar a los ojos sin miedo. Por eso los caídos en combate como el legionario que inspiró el himno de este grupo de hombres temerarios o el propio Espresati son los mitos que permanecen en el imaginario de esta facción del Ejército.