Juan Carlos I se refirió como el “príncipe comisionista” a un alto cargo de la familia real saudí durante una conversación con autoridades españolas tan sólo 23 días antes de recibir la donación de 100 millones de dólares (65 millones de euros) por parte del entonces rey de Arabia Saudí, Abdalá bin Abdulaziz.
Sucedió en la noche del 15 de julio de 2008, en el Palacio Real de Madrid. Los representantes de la adinerada realeza saudí, con el monarca a la cabeza de la delegación, se habían trasladado a la capital de España para presidir y acoger la Conferencia Mundial para el Diálogo. Allí, durante el transcurso de una cena de gala, el entonces jefe del Estado español explicó a sus interlocutores que el sobrenombre se debía a que el dirigente “cobra comisiones por casi todo”, según ha podido saber EL ESPAÑOL.
La familiaridad y el desparpajo con los que Juan Carlos I trataba a la dinastía saudí no extrañaba ni a propios ni a ajenos. La relación con el rey de Arabia Saudí era tal que, en cuestión de apenas 90 días, de mayo a julio de aquel verano de 2008, ambos mandatarios se habían reunido hasta en tres ocasiones. La secuencia culminó el 8 de agosto, con la recepción de una aparente donación de 100 millones de dólares enviada en julio de 2008 al entonces jefe del Estado español.
Tres visitas en noventa días
Todo arranca, aquel año, con el viaje de Juan Carlos I y Sofía a la ciudad saudí de Yeda, al oeste de Riad, la capital del país. El encuentro, en el que estuvieron presentes tanto el rey Abdalá como el entonces príncipe heredero (fallecido tiempo después sin acceder al trono), Sultán bin Abdulaziz, se justificó entonces por los “estrechos lazos” que unían a ambas familias. Se buscaba “ultimar acuerdos” entre los dos países.
Lo cierto es que, únicamente diez días más tarde, los saudíes devolvieron la visita. Era 6 de junio de 2008 y la delegación la encabezó el príncipe heredero, Sultán, al que acompañaban los ministros de Exteriores, Fianzas y Estado. La Casa Real española agasajó con diferentes eventos a sus invitados.
Primero, se celebró un almuerzo de la mano del Príncipe de Asturias, hoy Rey, Felipe, al que acompañó su esposa, Letizia. También asistieron el entonces presidente del Congreso, José Bono, y el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo. También tuvo lugar una cena en su honor en el palacio de la Zarzuela. Como en la anterior cita, acudieron representantes de los poderes del Estado, comenzando por el ministro de Asuntos Exteriores de aquel momento, Miguel Ángel Moratinos.
Pero quizás la más relevante de todas las reuniones entre ambos dirigentes en los meses estivales previos a la donación millonaria al rey Juan Carlos I fuera la de la noche del 15 de julio. Con toda la pompa y boato correspondientes, los Borbones agasajaron a la realeza saudí con una cena de gala en el Palacio Real. El despliegue fue amplísimo, dado que apenas unas horas más tarde en la propia capital española tendría lugar uno de los eventos más importantes de aquel año: la Conferencia Mundial para el Diálogo.
La Conferencia Mundial para el Diálogo, auspiciada por el Custodio de las Dos Sagradas Mezquitas, el rey Abdalá bin Abdulazi, y organizada por la Liga Mundial Musulmana, se celebró en Madrid con el plácet del Gobierno de Zapatero y atrajo a numerosas personalidades, como, por ejemplo, Tony Blair.
Aquella noche, bajo los tapices que adornan el Palacio Real, la Casa Real se deshizo en atenciones a los saudíes. Tanto era así que la propia princesa de Asturias, Letizia, epató a los presentes con unos pendientes regalados por la delegación árabe. Era un momento clave en la relación entre ambas monarquías, y, especialmente, entre Juan Carlos I y Abdalá, que se trataban entre ellos de “hermanos”. El ambiente era distendido, jovial.
Nada podía augurar que el aparente regalo entre “hermanos” se convertiría en el mayor socavón en la imagen del que fuera Jefe del Estado español. En la cena, detrás las risas, los brindis y los manjares, se escondían las costuras de la caída a los infiernos de Juan Carlos I.
También estaba presente otra de las figuras imprescindibles para el devenir de esta historia: Adel Al-Jubeir. Entonces consejero de Asuntos Exteriores del rey Abdalá y embajador saudí en EEUU, fue uno de los acompañantes de la delegación, jugando un influyente papel en la sombra que, finalmente, cristalizó en su rol como avalista de la donación para Juan Carlos I.
Una donación pensada y repensada
Días más tarde, apenas dos semanas después, el 31 de julio, se crea la Fundación Lucum, una entidad panameña creada ex profeso para recibir una aparente donación al entonces jefe del Estado español. Finalmente, el 8 de agosto la cuenta número 505523 en la banca privada Mirabaud suiza, a nombre de Lucum, recibe el ingreso de 100 millones de dólares.
Lucum fue el resultado del encargo de Juan Carlos I, desvelado en exclusiva por EL ESPAÑOL, al gestor de fortunas Arturo Fasana y al abogado suizo Dante Canonica. El monarca quería que le crearan "una estructura" en el país helvético para guardar allí, lejos del fisco español, una "importante donación" que iba a recibir del rey de Arabia Saudí. Así lo reveló Dante Canonica en la declaración que prestó ante el fiscal de Ginebra Yves Bertossa.
La donación saudí llevaba tiempo en la cabeza del rey de España, según las palabras de Canonica. A principios de 2008, fue “contactado por teléfono por Juan Carlos I. Me explicó que iba a recibir una donación del rey de Arabia Saudí y quería saber cómo proceder”.
“Fui a Madrid a verle”, prosiguió. “En esa reunión, Juan Carlos I me dijo que el rey de Arabia Saudí quería hacerle un regalo en forma de dinero. Le expliqué que esto podría ser delicado dado su estatus y que necesitaba más información y datos sobre esta donación”.
Finalmente, en el mismo mes de julio en el que ambas Casas Reales se visitaban en sus respectivos países, el enviado de Juan Carlos I viajó hasta Estados Unidos para reunirse con Adel Al-Jubeir, exministro de Asuntos Exteriores y embajador saudí en EEUU. Él era el intermediario para que la donación llegara a buen puerto y quien les iba a decir el monto final de la donación. Recordemos que también estuvo presente en el último encuentro entre ambas monarquías, en torno al 15 de julio en Madrid con motivo de la Conferencia Mundial para el Diálogo.
Canonica y Arturo Fasana figuraban como presidente y secretario de la Fundación Lucum. Fasana era el que administraba los fondos y realizaba los movimientos del dinero. El nombre de Juan Carlos sólo aparece en un formulario depositado en el banco.
Sin embargo, y por mucho que Canonica adujera que Juan Carlos afirmaba que se trataba de un “pure gift”, el fiscal suizo relaciona el dinero con una supuesta comisión pagada en beneficio de Juan Carlos I por el consorcio español que logró la adjudicación del AVE del desierto, el tren de alta velocidad que une las ciudades saudíes de Medina y La Meca. La sospecha es que las empresas habrían abonado una sobrecomisión para pagar la ayuda del rey en la obtención de ese macroproyecto, adjudicado en 2011 por 6.736 millones de euros.
No era la única alarma roja que saltaba durante esta época en las relaciones comerciales entre España y Arabia Saudí. Además del contrato del AVE a La Meca, se creó el Fondo de Infraestructuras Hispano-Saudí (SSIF, en sus siglas en inglés).
Ese fondo, ideado durante el viaje oficial de Juan Carlos a Arabia Saudí en 2006 y finiquitado a finales de 2009 y patrocinado tanto por Juan Carlos I como por su entonces amante, Corinna Larsen, hizo perder casi 21 millones de euros a la veintena de empresarios españoles que aportó el dinero. Fue uno de tantos, que ahora se van revelando poco a poco con informaciones como la desvelada por EL ESPAÑOL sobre el entramado que Zarzuela encargó para ocultar el dinero saudí.
Bandar, el príncipe comisiones
Según ha confirmado EL ESPAÑOL, el llamado “príncipe comisiones”, un alto cargo del Gobierno de Arabia Saudí, gozaba de tan elevado estatus que, durante la mencionada cena de gala en el Palacio Real de Madrid, se sentó al lado del entonces presidente del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero. Lo relataba también el entonces presidente del Congreso, José Bono, en sus memorias Se levanta la sesión. ¿Quién manda de verdad? (Planeta).
“El día 14 [sic: realmente fue el día 15] asisto a la cena de gala en el Palacio Real en honor del rey Abdalá bin Abdelaziz. [...] Me dicen que se han utilizado catorce camiones de mudanza con los muebles y enseres que ha traído este personaje desde Arabia Saudí para llevarlos hasta el palacio de El Pardo, donde pernoctará tres noches. ¡Tres aviones Jumbo llenos para tres noches! Se lo digo a Zapatero antes de la cena y me comenta 'Si los españoles supieran que aceptamos estas condiciones del viaje, nos correrían a gorrazos'.
Zapatero cena junto a un saudí, el príncipe comisiones, al que, según el Rey Juan Carlos, llaman así porque las cobra por casi todo. El presidente le escucha con atención, que presumo meramente protocolaria, y nuestro rey me lo hace notar: 'Zapatero parece estar atento a lo que le dice el príncipe comisiones, pero yo juraría que no le está haciendo ni puñetero caso. ¿Qué te apuestas?'”.
Todo apunta a que el denominado “príncipe comisiones” es el príncipe Bandar bin Sultan. Nacido en Taif (Arabia Saudí) en 1949, es hijo del que fuera príncipe heredero Sultán bin Abdulaziz y una de sus concubinas. Su último cargo fue el de jefe de la inteligencia saudí y el final de su trabajo se llenó de oscuros. Tras él se erigen diferentes polémicas sobre conflictos internacionales, como la guerra de Siria, y planea el fantasma del tráfico de armas.
Fue depuesto de su trabajo como jefe de los espías saudíes en 2014, y la casa real saudí alegó que el movimiento se debía a problemas de salud, pero lo cierto es que no resulta un personaje cómodo. Manifiesta un fuerte odio hacia los chiíes y apoya a Israel. También se le implicó en casos de soborno multimillonarios en los contratos para la adquisición de armas en Estados Unidos, e incluso se le implicó en la preparación de un golpe de Estado en Arabia Saudí, que él negó, según Público.
Bandar, dibujan diferentes textos periodísticos, es aficionado a la caza y ha participado en cacerías junto con el presidente George Bush hijo, del que es amigo personal. Se desplazaba habitualmente en un Airbus-340 privado, fuma y bebe alcohol.
Su influencia en Estados Unidos, donde ejerció como embajador entre 1983 y 2005, es tal que se le considera como uno de los diplomáticos con mejores contactos en el país, aunque su carrera diplomática no estaba prevista como tal. Fue reconocido como hijo legítimo de Sultán bin Abdulaziz durante su adolescencia. Se formó como piloto del Ejército saudí.
También se le considera un playboy, rasgo que comparte, a ojos de la prensa internacional, con Juan Carlos I.