El rey emérito, Juan Carlos, siempre encontró en el regazo de su hermana mayor la rama firme a la que agarrarse ante las turbulencias de su vida, ya fueran fruto del papel que le concedió la historia o fruto de sus correrías.
Doña Pi representaba el sentido común en una familia azotada por las desavenencias y los escándalos. Confidente y paño de lágrimas, fue el contrapeso perfecto para un rey que pasó de ser un referente mundial, por traer la democracia a España, a dilapidar su patrimonio histórico con los avatares que llevaron a su abdicación.
La infancia y juventud de doña Pilar, hija mayor de don Juan de Borbón, estuvo marcada por el exilio de su familia, al igual que la de sus hermanos pequeños, Juanito y Margot, nombres familiares de Juan Carlos y Margarita.
Nació en Cannes (Francia) el 30 de julio de 1936, solo unos días después de estallar la guerra en España. Su bautizo ya estuvo marcado por las desavenencias familiares. Su padrino y abuelo, el rey Alfonso XIII, no acudió a la ceremonia para no coincidir con su esposa, Victoria Eugenia.
De Francia la familia pasó a Roma, donde nacieron sus hermanos. Y de ahí a Estoril, donde inició su educación, una educación para señoritas. Ya se sabía que, pese a ser la primogénita, no estaba destinada a ser reina.
Su abuela Victoria Eugenia, apoyada por dos nanys francesas, la enseñó a sentarse con elegancia, a comer con discreción y las reverencias adecuadas en cada momento.
Acudió a un colegio religioso en Estoril para cursar el bachillerato.
Tras realizar en Portugal la carrera de Enfermería, que tan útil le sería con su familia, completó sus estudios de letras en Lausana. Llegó a hablar con fluidez, aparte de español, inglés, portugués, francés e italiano.
Le costó Dios y ayuda que sus padres le dieran la bendición al enlace con Luis Gómez-Acebo
No pudo disfrutar mucho de su puesta de largo, con 18 años, ya que su padre la convirtió en una gran cumbre monárquica. En pleno franquismo –era el año 1954– miles de adeptos a la Corona se reunieron en Estoril para rendir pleitesía al rey en el exilio, Juan III. La celebración fue recogida por la prensa internacional como un desafío al dictador.
Su padre intentó casarla con el rey Balduino de Bélgica. Pilar se trasladó a Bruselas, acompañada por Fabiola de Mora y Aragón, para conocer al joven rey, pero fue su acompañante la que finalmente sería elegida por el monarca.
Conoció a Luis Gómez-Acebo, quien sería el amor de su vida. Sin embargo, la oposición familiar a que se casara con un plebeyo y la orden expresa de su padre de que primero debía casarse su hijo varón, le hicieron interminable la espera. Las crónicas aseguran que, en ese momento, se produjeron las mayores discrepancias con su hermano Juanito.
Finalmente, llegó la boda de Juan Carlos y Sofía, en la que ella participó como dama de honor de la consorte. Había nacido una amistad íntima con su cuñada, con la que compartía muchas aficiones: desde la literatura al arte y hasta los caballos.
Poco después, el 27 de mayo de 1963, ocurrió un accidente trágico que la marcó de por vida. El techo de la estación de Cais do Sodré, en Lisboa, se hundió dejando gran cantidad de muertos y heridos. La infanta Pilar, que entonces trabajaba como enfermera en el hospital Dos Capuchos, participó de forma activa en el cuidado de los heridos y amortajamiento de los numerosos cadáveres que no cesaban de llegar a la clínica.
Por fin, en 1967, llegó el momento de su boda. Le costó Dios y ayuda que sus padres dieran la bendición al enlace con Luis Gómez-Acebo. Aunque era nieto de un marqués, los condes de Barcelona exigían un pretendiente de sangre real.
Del matrimonio nacieron cuatro varones y una niña, Simoneta Gómez-Acebo. Sus hijos le dieron disgustos, pero nunca se quejó. Al contrario, siempre salió en su defensa. "Soy fuerte sí, a veces demasiado. ¡Tengo un genio de vez en cuando!, pero es lo que hace falta para sacar adelante un batallón de hijos. Y he tenido suerte, son estupendos".
Se quedó viuda muy joven: su esposo murió en 1991 tras años de lucha contra un cáncer linfático
Doña Pilar se quedó viuda muy joven. Su esposo murió en 1991 tras años de lucha contra un cáncer linfático. Ella le prestó todos los cuidados posibles. Pasaron largas temporadas en un pequeño apartamento de Nueva York, donde había acudido en busca de una cura milagrosa.
Según contaría la infanta, cocinaba para su marido, le enseñó a maquillarse y a pintarse las cejas para disimular las secuelas de la quimioterapia. "Cuando alguien tiene una enfermedad larga y pesada -declaró años después-, hay que hacerle la vida lo más agradable posible".
Uno de los episodios más oscuros de su vida se produjo a raíz de la publicación de los llamados Papeles de Panamá. Su nombre apareció en la lista de personas con cuentas opacas en el país centroamericano.
Las informaciones revelaron que la infanta Pilar dirigió durante cuarenta años (entre 1974 y 2014) una de esas sociedades offshore, denominada Delantera Financiera. Incluso llegó a ser investigada por la Hacienda Española para comprobar si el dinero se había declarado. Sólo cinco días después de que su sobrino Felipe VI fuese proclamado rey, la cuenta fue cerrada y la infanta apartada de la nueva Familia Real.
Pese a que sus relaciones con Felipe siempre fueron buenas, según ella, no lo eran tanto con Letizia.
Pero si hay una característica que define la vida de doña Pilar es su locuacidad, su campechanería borbónica, sus buenas relaciones con la prensa del corazón, a la que nunca defraudó.
Juan Carlos le regaló hace veinte años su primer teléfono móvil para poder estar en permanente comunicación
Su espontaneidad facilitó que se pronunciara, a su manera, sobre todos los acontecimientos de la familia. Llegó a decir: “No leo sobre mi familia porque me da la impresión de leer pornografía, desnudan a la gente en público, hablan de cosas que no conoce nadie, nada más que largan conjeturas”.
Estas declaraciones se produjeron después de que un periódico criticara a la entonces princesa de Asturias. "Letizia es mucho mejor y más lista que Lady Di", aseguró rotunda.
No dudó en mostrar su desagrado con la serie de televisión Felipe y Leticia, de 2011, de la que dijo que "se parece a la realidad como un huevo a una castaña". Ella fue la única de la familia que se pronunció sobre su sobrina Cristina tras el caso Urdangarin: “Creo en la Justicia”.
De hecho, sus lazos tanto con las infantas como con sus dos hermanos o su cuñada Sofía eran excelentes. Las reuniones en su chalet de Puerta de Hierro reunían a la familia regularmente, excepto al Rey y a la Reina.
Con el Rey Emérito y su hermana Margarita mantuvo sus comidas regulares en el restaurante portugués Tras os montes, lugar en que rememoraban su infancia y juventud portuguesas.
La muerte de doña Pilar, acaecida este miércoles en la clínica Ruber Internacional de Madrid como consecuencia de un cáncer de colon, agrava sin duda la soledad en la que vive don Juan Carlos. Hace veinte años, el Monarca le regaló su primer móvil para poder estar en permanente comunicación. Ya no tendrá más mensajes de ánimo de su hermana, la fuerte, la vigorosa, el sostén de una familia marcada por la desunión.