Albert Rivera ha tomado la iniciativa en una precampaña que se intuye larga y dura. Su apuesta por Manuel Valls como candidato a la alcaldía de Barcelona y su llamamiento a los barones regionales para que abran las puertas del partido a “independientes” concentran el foco mediático. Sobre Ciudadanos -y sobre sus posibles incorporaciones- se concentran también las invectivas del resto de partidos, azorados además por la escapada del partido naranja que pronostican las encuestas.

Este mismo fin de semana, eldiario.es lo convertía en partido ganador en la Comunidad de Madrid; El País confirmaba que dos tercios de sus votantes en esta autonomía apoyan la moción a Cifuentes; y El Periódico de Catalunya lo aupaba al primer cajón con 114 escaños si se celebrasen elecciones generales. El optimismo se palpó en los pasillos del Fórum Felipe II de El Escorial. El optimismo es fácil de identificar cuando se expresa a golpe de taco sobre un billar muy concurrido, como era el caso. Los problemas llegarán a medida que la estrategia anunciada, la operación fichajes, se vaya traduciendo en la verticalidad de las primarias del primer trimestre de 2019.

Ciudadanos intenta aprovechar su momento

Atención a Valencia

La expectativa apunta hacia Barcelona (Valls se da como atado), Madrid (Villacís) y en buena medida Valencia (Fernando Giner) y Zaragoza porque supondría disponer de bastiones en las principales capitales y porque empujaría a Podemos un poco más cerca de la irrelevancia. Atención a Valencia, entre otras grandes ciudades de la Comunidad Valenciana: por un lado, la coyunda PSOE-Compromís ha mostrado sus flancos con la gürtel socialista y con los problemas de convivencia del gobierno ‘del canvi’, incapaz de retener Alicante, ahora en manos del PP. Por otro, el PP no termina de sacudirse su pasado y ha perdido el apoyo incondicional del empresariado.

Pero a estas expectativas hay que contraponer los inconvenientes de un partido que no ha logrado penetrar en Baleares, País Vasco, Navarra, Galicia y Canarias. En Baleares, la dirección del partido naranja advierte varias vetas por explotar: el espejo catalán genera inquietud en buena parte de la sociedad sin que ninguno de los dos clásicos parezca ofrecer algo distinto de la resignación. Las convicciones y la querencia nacionalista de la socialista Francina Armengol espantan a su propio partido, de donde el pasado día 1 se dio de baja el ex director general de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, Joan Mesquida, para gozo del presidente regional de Cs, Xavier Pericay.

Opar al PP

Por lo que respecta al PP, todo el mundo aguarda una auténtica OPA de Cs sobre una organización dividida y fracturada, entre otras cosas, por los complejos de la actual aparato a la hora de confrontar en materia de política lingüística con el Govern.

En el País Vasco y Navarra -en cuyas Cámaras regionales no logró entrar-, Cs pretende aglutinar el voto constitucionalista con un mensaje nítido y duro contra el nacionalismo y en contra de cualquier privilegio penitenciario para los presos de ETA. En este aspecto no ha parado de insistir Rivera, quien reprocha al PP que pacte con el PNV los Presupuestos que él mismo, “por responsabilidad”, se dispone a apoyar. Asimismo, la presencia de Begoña Villacís y del diputado Miguel Gutiérrez en la concentración de apoyo a los guardias civiles apalizados en Alsasua el pasado martes es una muestra clara de la determinación con que aborda Cs las municipales en Navarra.

Galicia, en cuyo Parlamento regional Cs tampoco tiene representación, es una plaza muy complicada para la formación naranja. El PP tiene honda implantación y, además de ser la cuna de Rajoy, es bastión de uno de los delfines a la sucesión. Sin embargo, el PP acusa ahora un efecto lastre -por el desgaste de Rajoy y por la movilización de los pensionistas- que da opciones. Canarias, donde el partido de Albert Rivera no ha parado de crecer en número de inscritos y tiene también buenos pronósticos, también se le resiste a Cs. En ambos casos habrá que estar atentos al mercado de fichajes.