Un artículo publicado este sábado por Toni Soler en Ara, "Diáleg bilateral inevitable", ha provocado la indignación del exministro socialista Josep Borrell y lo ha llevado a iniciar su discurso criticándolo y asegurando que le ha hecho dejar su tierra y volver a subirse a la tarima y hablarle a los miles de manifestantes de la Sociedad Civil Catalana.
"El bloque unionista se verterá como los buitres se abalanzan sobre un cadáver", advierte Soler en uno de los apartados de su artículo. Y esa es precisamente la frase que ha destacado Puigdemont como la que le ha espetado a volver a protestar contra la independencia.
El artículo continúa que "el bloque soberanista tendrá una seria duda ante sí. Hay que ser muy ingenuo para pensar que unas elecciones teledirigidas por el PP, con la coacción de la presencia policial y los líderes soberanistas en prisión, son unos comicios "con garantías", por decirlo en el término de moda. Pero si los soberanistas no van, el bloque "a por ellos" cantará victoria aunque sólo haya votado el 20% del censo", advierte.
Reproducimos el artículo traducido:
Donde estamos. Esta es una reflexión caduca, porque ni tenemos la información necesaria para opinar, ni la situación tiene garantías de una mínima durabilidad. Por ahora, lo único que parece claro es que los hechos del viernes tienen una consecuencia apenas formal. Ni somos una República ni se ha aplicado de manera extensiva del artículo 155. Es tan cierto que Puigdemont ha desobedecido su cese, como el mayor Trapero ha acatado el suyo. No sé si esto forma parte de un cierto plan o si estamos viviendo un sálvese quien pueda. Tampoco sé qué pasará mañana lunes, es decir, si el gobierno catalán intentará ejercer, si las entidades movilizarán la gente, y si Soraya Sáenz de Santamaría y su equipo de administradores coloniales piensan tomar el control de todos y cada uno de los resortes de la administración catalana-. Cualquiera de estas opciones me parece complicadísima y llena de riesgos. Diría que la parte catalana confía en que estas complicaciones terminen demostrando -como es obvio y inevitable- la conveniencia de una negociación bilateral que parta de cero. Si Rajoy se avengan, el aplauso internacional sería rotundo, y el alivio en Cataluña, ni que decirlo.
Elecciones. En el peor escenario para la mayoría soberanista, nos podemos encontrar con el Gobierno encarcelado (haciendo compañía a los Jordis y a otros presos políticos que, para el grueso de la opinión pública española, no merecen otro destino), y enseguida una campaña electoral. El bloque unionista se verterá como los buitres se abalanza sobre un cadáver. Pero el bloque soberanista tendrá una seria duda ante sí. Hay que ser muy ingenuo para pensar que unas elecciones teledirigidas por el PP, con la coacción de la presencia policial y los líderes soberanistas en prisión, son unos comicios "con garantías", por decirlo en el término de moda. Pero si los soberanistas no van, el bloque "A por ellos" cantará victoria aunque sólo haya votado el 20% del censo. Y si van, tendrán que pedir el voto desencantado de una mayoría que todavía existe, pero que estará desorientada y frustrada. Quizás sólo un frente único con los comunes, que tenga como primer objetivo liberar a los presos -como el Frente Popular, el 1936- tendría suficiente fuerza movilizadora. Y, aún así, ¿dónde nos llevaría una nueva victoria? ¿Haría que España bajara del burro? Lo dudo. No sé ni qué opciones se están discutiendo, ni siquiera qué me gustaría a mí. Todo es demasiado reciente.
Paz. Todos los que vivimos las horas culminantes del viernes hicimos oler la República con todo lo que se deriva -renovación, libertad, derechos, empoderamiento-. Ante la caricatura de un Proceso hecho por tías, el viernes vi muchísima gente joven con la mirada limpia, esperanzada y -por qué no? - ingenua, con muchas ganas de defenderse y de defender el país ante la violencia institucional y policial . Y de hacerlo con la misma fuerza tranquila de siempre, sin violencia, mientras que la ultraderecha apedreaba Cataluña Radio y asaltaba una escuela (políticos y periodistas del PP y Cs: tenéis la culpa). Esta firmeza pacífica es un patrimonio de un valor incalculable, y debemos preservar a cualquier precio. ¿Pero cómo lo haremos, si validamos que la fuerza coercitiva se imponga a la voluntad democrática? ¿Cómo explicaremos a nuestros hijos que la Soraya es la nueva presidenta, y que se lo tienen que tomar con calma, porque la realidad política es así de complicada? (Como lo harías tú, Carlos?) Ojalá sean ellos, los jóvenes, los que nos enseñen a gestionar la realidad y los ideales de otro modo.