A lo Trump, por Twitter. Así anunció este miércoles Cristina Narbona, la nueva presidenta del PSOE, que su su partido no apoyará en el Congreso el Tratado de Libre Comercio de la UE con Canadá, conocido por sus siglas CETA. El quiebro se produce pocas horas después de que los socialistas apoyaran el tratado en la comisión de Asuntos Exteriores del Congreso y cuando está a punto de pasar a ser votado en el Pleno.
Tanto la manera de anunciarlo -mediante las redes sociales- como el fondo de la decisión -que divide a los socialistas- causó profunda sorpresa en círculos políticos. Los representantes del PSOE que llevaron el tema en Europa estaban desolados. Sentían que la dirección del partido les ha dejado tirados.
En el diálogo que sostuvo en redes sociales, Narbona se mostró de acuerdo con la posición de Podemos de que el CETA “no es de izquierdas” y que “los acuerdos internacionales tienen que redefinirse para no concentrar más poder en las grandes corporaciones a costa de derechos”. La nueva posición hace tabula rasa con el debate que ya se había desarrollado en las filas socialistas y que quedó zanjado hace un año por Jordi Sevilla, el ex gurú económico de Pedro Sánchez.
Las ideas de Narbona son mucho más radicales que las de Sevilla y obvian que el otro firmante del tratado es Canadá, gobernada por el socioliberal Justin Trudeau. Se trata de una de las sociedades con mejores estándares globales de protección medioambiental y de respeto a los derechos de las personas. Narbona sitúa así al PSOE en otro de los cuadrantes políticos que hoy monopoliza Donald Trump: el proteccionismo y la denuncia de los tratados comerciales.
El CETA tiene la aprobación formal de los gobiernos de los 28 países y de la Eurocámara, pero falta la luz verde de Canadá. Cuando esta se produzca entrará en vigor en forma provisional. La aplicación definitiva sólo se producirá cuando lo ratifiquen todos los parlamentos nacionales y los regionales correspondientes, lo cual puede tardar años.
Si cualquiera de los parlamentos lo rechaza, el CETA es letra muerta, tal como ocurrió cuando el parlamento valón impidió en octubre de 2015 que el Ejecutivo belga lo ratificara. En España, el voto negativo del PSOE obligaría al Gobierno de Mariano Rajoy a volver a activar la mayoría parlamentaria que formó para aprobar los Presupuestos con Ciudadanos, PNV, Coalición Canaria y el diputado Pedro Quevedo de los Nacionalistas Canarios o a buscar el aplazamiento de la ratificación en Pleno, lo cual le permitiría ganar tiempo. Sin embargo, todo apunta a que los socialistas se abstendrán. La decisión definitiva la tomará la dirección del partido el lunes próximo.
El cambio de postura del PSOE es coherente con la estrategia de Pedro Sánchez de radicalizar al partido para recuperar a los millones de votantes que su equipo cree que se marcharon a Podemos. Superponerse a las posturas de Podemos forma parte de su diseño y eso le obliga a asumir cambios en políticas que ya parecían definidas. Ha ocurrido en el ámbito territorial con el asunto de la plurinacionalidad y ahora con el CETA, que muchos socialistas consideran simbólico.
No sería raro que en las próximas semanas, los socialistas asistan a otros anuncios de este tipo. La pregunta es si el cascarón del partido aguantará el viraje sin fracturarse y sin que su nueva dirección caiga en la tragedia... o en la comedia.