Años de silencio y de ostracismo desde que Luis Roldán, mayúsculo chivo expiatorio del felipismo, salió de la cárcel de Brieva sin un duro, abandonado por casi todos (sus hijos ya ni siquiera llevan su apellido…) y convertido en un hombre nuevo que convencía a pocos o a nadie.
Vertió su verdad en el libro de Fernando Sánchez Dragó La Canción de Roldán (Planeta, 2015) a cuya recta final asistí. Conocí así a un exvillano asombroso, habitante de un minúsculo pisito en Zaragoza repleto de prendas de su antigua gloria (fotos dedicadas por el Rey, condecoraciones, rarezas de esas a las que sólo accede quien mucho mando tuvo en plaza…) donde le acompañan su tercera esposa, bella, digna y abnegada como la Sonia de Raskolnikov (y casualmente también rusa: se llama Natasha) y de la orondísima gata Tracy.
La Canción de Roldán entreabría las puertas de una tragedia política y humana que todavía muchos rehúsan abarcar o entender. Todo el resto fue silencio… hasta ahora, cuando Francisco Paesa vuelve a emerger como personaje de película y como entrevistado de Vanity Fair, Para decir que tanto el gobierno español, como Roldán, como su exmujer (que no se llama Clara pero la llamaremos así, que es como se la llama en La Canción de Roldán…imaginen por qué) todavía le deben dinero. ¿Quién creen ustedes que miente?
¿Cuándo vio usted a Paesa por última vez?
La última vez que veo yo a Paesa es cuando me mete en el avión para entregarme, avión que por supuesto no pilota para nada ese señor que sale en la película.
¿Y cuándo vio usted a Paesa por primera vez?
Paesa era comisionista de Defex, empresa pública del ministerio de Defensa, compraba y vendía armas. Yo le veo por primera vez en mi vida cuando, en plena guerra civil angoleña, se creó una fuerza de interposición de Naciones Unidas y nosotros mandamos a 8 ó 10 guardias civiles. En estas viene de visita el presidente de Angola a España. Pero antes vino el ministro de Asuntos Exteriores, acompañado del embajador de Angola. Jorge Dezcallar, entonces director general de Relaciones con África o algo así, me dice que van a venir porque quieren agradecernos nuestra colaboración...Pues muy bien, les citamos tal día y tal hora. Y ese día y a esa hora entra mi ayudante en mi despacho y me dice, “oiga, que han venido…pero acompañados de Paesa”. Al que yo por aquel entonces conocía de todo el lío que había tenido con aquellas amantes de Amedo y de Domínguez a las que trató de extorsionar para que no declararan por el caso GAL.
También era ya muy famoso entonces a raíz del caso Sokoa.
Sí, bueno, pero de eso habría mucho de qué hablar. Paesa vive de inflar bastante su leyenda, sabe. La operación que lleva a desmantelar el arsenal de ETA en Sokoa empezó con un rotundo fracaso. Primero Paesa vendió a la organización terrorista 50 pistolas Sig Sauer, con transmisores ocultos en las cajas. Pero los etarras abrieron las cajas, las tiraron y adiós. Resultado, se quedaron con 50 pistolas fantásticas y se les perdió todo el rastro. Agua. Luego se volvió a intentar vendiéndoles dos lanzamisiles, y esta vez sí se hicieron las cosas un poco mejor. Se retiró la empuñadura original de los misiles y se metió una empuñadura especial, preparada por la CIA en Alemania, y esta vez sí, se llegó al almacén de Sokoa donde trabajaba Segundo Marey y donde ETA tenía las armas escondidas detrás de un falso tabique.
Y el primer contacto serio de usted con Paesa, ya buscando que él le sacara a usted de ciertos líos.
Mi primer contacto serio con Paesa es en diciembre de 1993, un mes después de que estalle el escándalo…mío. Yo lo primero que hago es ir a Ginebra a ver qué puedo hacer. Llamo a Julián Sancristóbal, que está reunido con Rafael Vera y con José María Barrionuevo, aunque éste ya no era ministro, ya no era nada… Estaban reunidos los tres para analizar toda la escandalera desatada. Y Sancristóbal es el que me dice, hemos pensado que hables con Paesa. Sancristóbal le da mi teléfono a Paesa, Paesa me llama y quedamos en un despacho que él tenía en la calle Ortega y Gasset. Voy. Le conozco. Lo primero que hacemos es intentar cambiar las cuentas, ponerlas a nombre de Ferran Cardenal, el nuevo director general de la Guardia Civil.
La idea era que yo me quedara una parte del dinero y que la mayor parte quedara pues eso, en manos del gobierno, cuya primera voluntad fue siempre encubrir, tapar el escándalo
¿Por qué y para qué?
Como he contado ya y consta en el sumario, la primera idea era que yo pasara mi cuenta en Suiza, donde estaba todo el dinero que yo había cogido, pongamos unos 16 millones de francos suizos, más o menos, a nombre de Ferran Cardenal. La idea era que yo me quedara una parte del dinero y que la mayor parte quedara pues eso, en manos del gobierno, cuya primera voluntad fue siempre encubrir, tapar el escándalo… Así, si se investigaba la cuenta, pues con decir que era una cuenta de fondos reservados a nombre del gobierno, pues ya está, fin del asunto. Y todo el tema mío habría quedado en un delito fiscal con multa y ya está.
Pero no pudo ser así.
Me encuentro con que el banco suizo no permite el cambio de titularidad de la cuenta. Entonces recurro a Paesa. Y él dice que lo que hay que hacer es abrir una cuenta en otro banco suizo. Y yo vengo y se lo cuento al entonces ministro del Interior, el recientemente fallecido Antoni Asunción. Y él me dice, de acuerdo, pero la cuenta la vamos a abrir a nombre de Josep Maria Àngels, su jefe de gabinete y más o menos novio. Era él quien se encargaba de los fondos reservados. Las cosas estaban ya muy jodidas pero todavía teníamos confianza. Yo todavía pensaba que todo podía acabar bien. Asunción acepta abrir la cuenta, recuperar la mayor parte del dinero, dejarme a mí una parte y aquí paz y después gloria. Yo voy al ministerio y le explico personalmente la situación.
¿Cómo y en qué momento cambia usted de idea, renuncia a devolver ni siquiera parte del dinero y decide quedarse con todo?
La situación se complica a finales de marzo de 1994. Cuando se celebra el congreso federal del PSOE. Las cosas ya se habían calentado bastante, yo creo que ya estaba hasta en marcha la comisión de investigación, que a mí me llama Rubalcaba y me pregunta, Luis, tú estás de acuerdo con hacer esto, y yo, pues si se va a hablar de esto y de esto y de esto, sí. Es que la verdad, todo esto es terrible.
Ya. Pero, ¿cómo y por qué se rompe la baraja?
A mí de repente me llama el periodista Carlos Yárnoz, de El País, y me dice: Luis, que han decidido dejarte caer. Porque hasta entonces me habían apoyado. Yo, muy sorprendido, le contesto, pero si estoy hablando con Asunción y él me dice otra cosa… Pero Yárnoz insiste en que en Moncloa la decisión ya está tomada. Y es entonces cuando El País empieza a escribir de mi tema, que hasta ese momento sólo había sido cosa de Diario16. Otra complicación fue que Eligio Hernández, ya fiscal general del Estado, había tenido varios conflictos conmigo. Que si había querido él ser el director general de la Guardia Civil. Que si yo había cesado a amigos suyos, un teniente coronel de la comandancia de Canarias, sin avisarle, etc.
Y Paesa, ¿qué le aconsejaba? Él dice que le aconsejó devolver el dinero, pero entonces, ¿qué ganaba él?
Bueno, él ya me había sacado una comisión de un millón de dólares.
En Vanity Fair él pretende no haber cobrado un duro jamás de usted ni del gobierno español por los muchos servicios prestados…
Yo no sé si le pagaron por aquello de los GAL o no. Yo creo que algo le pagaría Julián Sancristóbal porque luego se hicieron medio socios. Que tuvo muchos problemas, es verdad. ¿Problemas para cobrar? No. Es que como el ministro de Exteriores era todavía Fernández Ordóñez, y este era el más puro de los puros, pues hizo todo lo posible para perseguirle, para que la justicia española actuara contra él, a pesar del escudo protector que le daba su estatus de representante diplomático de Sao Tomé y Príncipe. Tal y como él, Paesa, lo veía, él estaba trabajando para el gobierno español, ayudando al gobierno español, y luego no hacía más que tener problemas con la justicia española precisamente a raíz de esa colaboración…
¿El millón de dólares se lo dio usted a Paesa en mano?
No hombre, en cuanto él tuvo el control de las cuentas, pues él mismo se hizo la transferencia.
¿Y él le rindió cuentas de algún tipo, le firmó algún recibo, algún papel?
Qué va. Yo para entonces ya estoy en París, pierdo el control del dinero y de todo, y acabo metido en la cárcel y en completo aislamiento. Y ahí se acaba la historia.
Paesa afirma que él fue repatriando el dinero a España en forma de transferencias a su entonces todavía esposa.
Mentira. Él al montarme en el avión antes de mi entrega me da en mano, no sé muy bien por qué, 20.000 dólares. Esos 20.000 dólares evidentemente me fueron incautados por la Policía al llegar a Madrid. Supongo, que no lo sé, que los ingresarían en el juzgado. Y lo que sí hizo Paesa el primer mes fue hacer llegar una cantidad no muy grande de dinero para la defensa. Y al romperse del todo la relación, pues ya nada, no llega nada.
Leyendo los Diarios de Brieva, los diarios que usted escribe en la cárcel y que sólo han visto la luz en La Canción de Roldán, trasluce hasta una fase bastante avanzada cierta esperanza, cierta fe, en que al final Paesa no le va a abandonar. Usted persistió durante años en considerarle su “amigo”.
Sí, yo pensaba que él tenía muchas dificultades pero que no me iba a dejar tirado. Yo creo que las cosas entre Paesa y yo pudieron acabar de otra manera, que se estropean por mi declaración ante el juzgado y sobre todo por la de mi abogado, que sin saberlo ni siquiera yo, sin consultarme, le ataca muy, muy duramente. E innecesariamente. Llegaron a abrirle causa por eso.
¿Y su mujer de entonces? ¿Qué opinaba ella de Paesa?
Pero si ella apenas le conoció. Lo vio una vez en su oficina. Es absolutamente falso que, como me dicen que pretende la película, Clara estuviese al tanto de todo. Yo la voy poniendo al tanto de algunas cosas en Brieva... Ella regresó sola desde París para declarar ante la juez porque todavía pensábamos, los dos, que era posible volver. Que era posible arreglar las cosas. Si yo en realidad me había ido siguiendo el consejo de quitarme “unos días” de en medio que me habían dado desde Manuel Cobo del Rosal hasta Antoni Asunción. Pude irme a Venezuela, donde estaba mi madre, y no lo hice.Yo al irme a París no me imaginaba la que se iba a liar.
¿Pero, por qué vuelve Clara sola y no los dos?
Porque yo al enterarme de que el fiscal general Eligio Hernández le ha pedido a la juez que me retiren el pasaporte entro en estado de shock. Entonces escribo una carta, dirigida al presidente del gobierno, que Clara lleva en mano a Asunción, quien siempre ha sostenido que nunca se la dio al presidente. En esa carta yo digo que voy a volver, en principio, pasado el Puente de Mayo. Además de la carta, le dije a Clara que le llevara a Asunción el pasaporte diplomático y las tres pistolas que tenía en casa, que eran legales, con licencia, pero mejor quitarlas de en medio…no vaya a ser que yo mismo me pegue un tiro, pensé. Pero luego todo se precipita, temo llegar a Madrid y que la Policía me esté esperando para detenerme. Concedo la entrevista al diario El Mundo.
Entrevista que era en sí misma una declaración de guerra… ¿o no?
Sí…
(Ha dicho que sí como podía haber dicho tócame Roque, o con esa impresión yo me quedo. Poco a poco se abre camino la idea de que, de todos los remordimientos que corroen a este hombre, el mayor y más infatigable de todos es el referente al desmesurado castigo de su exmujer, encarcelada al principio en su lugar. Sostiene una y otra vez que ella no sabía que se metía en la boca del lobo. Que no sabía de la misa la media y que nunca recibió dinero de Paesa. Clarificar esto parece ser la obsesión de sus días y de sus noches. El rayo de un tormento que no cesa)
Hasta el punto de que cuando ella [mi mujer] va al juzgado, y la juez le pregunta, ella dice que sí, claro, que yo había cobrado todo ese dinero de los fondos reservados…Por eso la juez la acusa de encubrimiento y malversación.
Pero el papel de Clara…
Clara me acompañó una vez, al principio de todo, al despacho de Paesa en Madrid. Al explicarle delante de ella el problema que tengo, Paesa me pregunta de dónde sale el dinero, si es de comisiones, y yo, precisamente porque me lo pregunta delante de mi mujer, le digo que no. Que no es de comisiones, que son todo fondos reservados. Eso es lo que creía ella. Hasta el punto de que cuando ella va al juzgado, y la juez le pregunta, ella dice que sí, claro, que yo había cobrado todo ese dinero de los fondos reservados…Por eso la juez la acusa de encubrimiento y malversación, que claro, tiene cojones, si por eso podían haber mandado a la cárcel a medio mundo, a mi ayudante, a medio gobierno... Subía mi ayudante a principios de mes, cuando Vera mandaba el dinero, y me decía, director, le dejo aquí el sobre. Y venían los sobres para los generales con el nombre de cada uno, para repartir. ¡¿Qué encubrimiento es ese?!
No sería ella la primera, ni la última, esposa encarcelada para presionar al marido, cuando no para putearle, con perdón.
¡Por supuesto! (se sulfura)
¿Ella en sus visitas a Brieva le afeó que usted la hubiera engañado?
Ya lo creo. Con insistencia.
¿Y usted qué le decía?
Pues qué iba yo a decir, pues tierra trágame, pues que ella tenía toda la razón. Todavía me atormenta el lío en que la metí, que la metieran a ella en la cárcel cuando yo estaba fuera. Se pegó un mes allí dentro.
Yo he tenido que acostumbrarme a no tener dinero. A por ejemplo quitar un tubo del fluorescente de la cocina para gastar menos. Y a vivir con mucha austeridad. Procurando ir dignamente vestido pero comprando los calcetines en Primark y no en El Corte Inglés.
¿Tanto le duele el pasado?
Yo fui alguien que tenía poder, que era socialmente apreciado, que tenía dinero…y todo eso desapareció. Yo he tenido que acostumbrarme a no tener dinero. A por ejemplo quitar un tubo del fluorescente de la cocina para gastar menos. Y a vivir con mucha austeridad. Procurando ir dignamente vestido pero comprando los calcetines en Primark y no en El Corte Inglés. He conseguido ser feliz sin dinero, que no es fácil. Con dignidad: la camisa bien planchada y los zapatos limpios y bien abrillantados así tengan un agujero en la suela. Eso lo aprendí de mi abuelo.
Nos vamos acercando por lo menos a un meollo del asunto. Todo el mundo sabe y dice que Paesa es un tipo infame. Pero como le ha salido bien y es rico, goza de la admiración que este país dispensa al pillo triunfante. Con los pillos burlados como usted, en cambio, no hay piedad. ¿Hay una doble vara de medir?
Sí, y por eso trato de aislarme. Es que si no, es un sufrimiento insoportable.
(Yo no tengo corazón, pero Dragó sí, de cascarle a Roldán algunas de las escenas de la película donde su personaje queda más ridículo o ridiculizado, según se mire. Para mi sorpresa el truco funciona y consigue arrancar alguna sonrisa al lloroso. Hasta le suelta la lengua sobre anécdotas divertidas. Afirma que, estando ya en París, Paesa le pidió un tarjetón para donar 10.000 dólares a la campaña electoral del futuro presidente de Guinea Bissau en nombre del director general la Guardia Civil de España, cosa que Roldán ya no era, “pero el guineano no lo sabe”. Roldán incluso sugiere que este expresidente, o quizá el de Sao Tomé, apeado del poder por un golpe de Estado, puede ser el “negrazo” que según Vanity Fair acompaña a día de hoy a todas partes a Paesa, a quien al parecer no se le caen los anillos para reciclar a expresidentes como chóferes, seguratas y chicos para todo).
A ver. Queda una gran pregunta pendiente que nos hacemos nosotros y se sigue haciendo toda España: ¿por qué al final Luis Roldán no tiró de ninguna manta?
¿Cómo? (sorprendido) Si es que es inútil. Digas lo que digas de cierto nivel de responsabilidad no pasas. El poder tiene muchos intereses que presionan. Y encima no pasa nada aunque la corrupción rebose. ¿Cómo puede haber un tío como Rajoy y 8 millones de españoles votándole? Lo que pasa en España sólo pasa en Zimbabwe y en Kosovo. En cualquier país de la Europa democrática este señor habría tenido que dimitir aunque él personalmente no haya robado nada. Por cierto, cobró fondos cuando no podía porque era ministro. Pero mire, hasta eso parece peccata minuta ¡Lo que define al país es que todavía le votan!
Perdone pero hay que insistir: un director general de la Guardia Civil tiene que haberse enterado de mucho. Y no hablamos sólo de dinero.
Sí, sí…
¿Había en realidad manta de la que tirar? ¿O era todo un farol, como sostienen algunos?
Claro que había manta, pero los verdaderos responsables nunca pagan.
Lo más intrigante es que aquí todo el mundo amenazaba con tirar de incontables mantas y a la hora de la verdad, nadie lo ha hecho. ¿Por qué?
Porque todos, si lo hiciesen, tendrían mucho que perder.
¿Y usted qué más podía perder ya?
Yo tiro de la manta… un poquito. Declaro cosas ante Garzón que suponen que a mí (y a Vera) me procesen por aquel secuestro del GRAPO. Luego todo prescribe: Garzón intentó meter mano en lo de los papeles de Laos, pero ante eso el fiscal general del Estado, cuya oficina por cierto había cobrado de los fondos reservados para la policía judicial, se las arregla para quitarle a Garzón el caso con un malabarismo técnico y lo pasa a una jueza que le da carpetazo al tema y lo archiva. Todos esos mecanismos impiden que ninguna investigación llegue demasiado lejos.
Penalmente, puede. Pero hay cosas que basta con que se sepan para hundir una carrera política. Belloch tuvo que despedirse de sus aspiraciones presidenciales precisamente por el pufo de Laos.
Sí, y es verdad que lo que yo digo ante el Supremo remata la carrera política de Narcís Serra. Aún me acuerdo de cuando pretendían negar que no había una caja fuerte (para los fondos reservados, claro) en el despacho del vicepresidente. Y yo empecé a dar detalles de cómo era y de dónde estaba…Enfrente del cuarto de baño, detrás de un cuadrito. O cuando yo en el juicio por el secuestro de Segundo Marey explico cómo llamaba al ministro Barrionuevo por la línea Edison, una línea especial que marcas sólo tres numeritos, con unos te sale el ministro, con otros el presidente. ¡Y pretendían que esa línea no existe! Y yo digo, pero cómo no va a existir, si estaba en todos los gobiernos civiles, el 110 para llamar al ministro, el 111 a su secretaría, el 112 al secretario de Estado…y todo así. Pero te lo negaban todo, los jueces venga a dar carpetazos y nadie hacía ni caso.
Hay que insistir otra vez: ¿de qué tiene tanto miedo todo el mundo para que nadie tire de la manta nunca?
Es que cuando te planteas tirar de la manta lo haces desde una posición de extrema vulnerabilidad, cuando eres muy poca cosa. Mira que ha dicho cosas Bárcenas… y qué. Te dicen que es la tinta del calamar, que sólo buscas ensuciar.
Pero ahora que usted ha salido de la cárcel, que ya ha cumplido, ¿no tendría más credibilidad que antes?
No tengo medios ni dineros para hacer frente a una querella por difamación. Además, ¿qué fe puedo tener yo en el sistema de justicia?
Nadie que conozca a Barrionuevo, cómo funcionaba el PSOE, cómo funciona el gobierno, etc, puede concebir, entender y aceptar que algo como los GAL pudiera hacerse sin conocimiento y sin discutirlo con el presidente del gobierno.
Si tirara de esa maldita manta, ¿nos sorprenderíamos mucho?
No. Hay cosas que caen por su propio peso. Que Felipe González era conocedor del caso GAL, ¿quién lo duda? Grandes sorpresas no, no creo que hubiera. En el fondo todos sabemos lo que hay. Nadie que conozca a Barrionuevo, cómo funcionaba el PSOE, cómo funciona el gobierno, etcétera, puede concebir, entender y aceptar que algo como los GAL pudiera hacerse sin conocimiento y sin discutirlo con el presidente del gobierno. Es imposible. Tan imposible como que Galindo, un comandante de la Guardia Civil, decidiera por su cuenta secuestros y cosas así.
Y con todo esto, Paesa…
Paesa me presionaba mucho para que le diera cosas, le contara cosas para negociar, para presionar. Él me instaba a escribir cuando yo estaba encerrado en el apartamento de París. Empecé a hacerlo, llegué a escribir dos hojas pero las rompí. Comprendí que no podía poner en manos de Paesa instrumentos de presión.
¿Como por ejemplo el informe Crillon?
De repente vi que este informe había llegado a manos de Federico Trillo, que lo sacó en el Congreso, y me quedé atónito. Nadie buscaba ayudarme, sólo enmerdar. El Crillon favorecía a Belloch, hundía a Serra, y Paesa el negocio lo estaba haciendo con Belloch…Belloch estaba convencido de que Felipe iba a caer y él emergería…Que para creer eso Belloch, necesitaba no conocer al PSOE. Allí sin ser pata negra no hacías nada. Belloch no habría tenido jamás ninguna oportunidad.
¿Nunca ha vuelto usted a tener contacto con Paesa?
No.
[A Paesa] le invitaría a subir y le diría cuatro cosas. Y la última cosa que le diría es que, como se quedó con el dinero, que lo ingrese en la Hacienda pública en mi nombre.
Supongamos que de repente suena el timbre de esta casa y es él. ¿Qué hace usted?
Le invitaría a subir y le diría cuatro cosas. Y la última cosa que le diría es que, como se quedó con el dinero, que lo ingrese en la Hacienda pública en mi nombre.
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