Hace años, realizando una estancia de investigación en el Departamento de Gestión de Personas del IESE de Barcelona para profundizar en el origen del conflicto familia-trabajo, un colega mío me habló de John Gottman. Este psicólogo estadounidense, ahora profesor emérito de la Universidad de Washington, es el director del "Instituto para la investigación de las relaciones", bautizado sintéticamente como el 'Laboratorio del Amor'. Gottman ha determinado científicamente por qué fallan las relaciones entre personas: a partir de la observación de interacciones, predice hoy, con un 94% de certeza, si los componentes de un matrimonio estarán juntos y felices, juntos e infelices o bien se separarán.
La crítica destructiva, las actitudes defensivo-evasivas o el desprecio son, al parecer, garantía de fracaso; por contra, la generosidad, la amabilidad y el pensamiento positivo aumentan la probabilidad de unión y, por tanto, ayudan alcanzar la consecución de un objetivo común.
La amabilidad y el pensamiento positivo aumentan la probabilidad de unión y, por tanto, ayudan alcanzar la consecución de un objetivo común
No sé por qué extraña asociación, Gottman me vino ayer a la cabeza. Volvía del acto 'Los retos de los constitucionalistas' desde Bilbao cuando me acordé de las conclusiones del científico. Había sido un evento delicioso: sereno, reflexivo, cabal, en el que personas libres discutimos sobre los retos a los que se enfrenta nuestro sistema de derecho. Un espacio de "reencuentro" (coincidí con dos ex compañeros de partido, Sosa Wagner y Fernando Savater) que fue en realidad un espacio de "encuentro": las visiones de España de Wagner y de Savater son coincidentes con las visiones de España que tiene Albert Rivera y las mías propias.
Podría explayarme en relatar muchas de las cuestiones de calado que se trataron: el valor de la Constitución para la preservación de la libertad, la necesidad de reivindicar identidades líquidas frente a identidades nacionalistas impuestas, el reto de desmontar marcos de interpretación falsos como el de un "derecho a decidir" que es en verdad un "derecho a decidir quién decide" o la importancia del lenguaje en la "reconstrucción falaz de la realidad". No voy a hacerlo.
Mi columna de hoy quiero centrarla en subrayar la generosidad, la amabilidad y la lucidez de Fernando Savater, miembro actual de UPyD, que tuvo la valentía y la altura moral de pedir el voto para Ciudadanos, dado que el partido magenta no concurre a las elecciones en Euskadi. La misma grandeza que Albert demostró en elecciones pasadas cuando hizo lo propio a la inversa.
Creo que estas son las señales que hay que dar cuando es más lo que nos une que lo que nos separa.
La discusión no puede quedarse en los medios, sino avanzar a los fines y la pregunta no puede seguir siendo "quién lo hace" sino "cómo podemos hacerlo mejor”
Hay quienes entendemos la política en una dimensión moral: como una actividad en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por hombres y mujeres libres, tratamos de resolver los problemas que nos genera la convivencia. Tres cuestiones claves, ética, libertad y el servicio público. Con esta concepción, la discusión no puede quedarse en los medios, sino avanzar a los fines y la pregunta no puede seguir siendo "quién lo hace" sino "cómo podemos hacerlo mejor”.
Frente a esto, habrá quienes prefieran entender la política como el ejercicio del poder ante un conflicto de intereses. Con este concepto de "dominación" el juego seguirá consistiendo en controlar y confrontar. Allá ellos (y ellas). Yo les aconsejo que lean a Gottman. Y que piensen lo mucho que se puede lograr si conseguimos que sus "recetas para el amor" se instauren en la política.
**Marta Martín Llaguno es diputada de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados. Participó en el acto de Savater, Rivera y Sosa Wagner en Bilbao.