Un congreso del PSOE se ajusta bien a la definición de democracia que usó Winston Churchill en la Cámara de los Comunes británica cuando decía que es la peor forma de gobierno con excepción de todas las demás. Estos cónclaves socialistas se han demostrado determinantes en la vida del partido y, en algunas ocasiones, lo han sacado del marasmo para situarlo en el camino a la victoria. Son procesos complejos en los que se vuelca toda la formación, que vota para renovar la estrategia y los órganos de dirección. La política y las sillas. Su regulación está llamada a la mejora cuando se aprueben las anunciadas reformas en materia de regeneración democrática. En otras palabras: para los socialistas es el menos malo de los sistemas.
Los estatutos del PSOE fijan en su artículo 31 que el congreso "se reúne ordinariamente entre el tercer y cuarto año desde la celebración del congreso ordinario anterior". La última cita ordinaria se celebró el 3-5 de febrero de 2012. Fue tras las elecciones, como suele ser habitual para renovar el liderazgo y la organización. Entonces, Alfredo Pérez Rubalcaba, que había sido arrollado por la mayoría absoluta de Mariano Rajoy unos meses antes, se impuso ante Carme Chacón como líder del partido por 22 votos. Otras elecciones, las europeas de 2014, precipitaron su retirada de la política y dieron paso a Pedro Sánchez como líder del partido. En ese congreso se incluyó una importante innovación. Hasta entonces, eran delegados de los militantes elegidos en asambleas locales los que votaban por los candidatos en liza. En 2014 se trató de los propios militantes los que, en voto secreto, decidieron quién llevaría el timón socialista.
Más de cuatro años después del último congreso ordinario, nadie en el PSOE tiene la certeza de que el nuevo cónclave se vaya a celebrar. Más bien al contrario. El 30 de enero se dejó convocado el proceso, cuyas distintas fases transcurrirán entre el 11 de abril y el 22 de mayo. Pero desde entonces, la incertidumbre sobre la investidura y el nulo interés de la Ejecutiva de Sánchez en el proceso han alimentado la tesis de un aplazamiento hasta que se aclare el calendario institucional. Si Sánchez llega a la Moncloa, se celebrará con él como presidente del Gobierno sin mucho suspense, ya que tendrá el plus del poder y nadie le hará sombra.
El principal interesado en posponerlo es el propio Sánchez. El congreso está convocado y debería suponer la culminación de una renovación muy profunda del partido. En otras palabras, una puesta a punto y la adaptación del PSOE a la nueva realidad política, donde Podemos y Ciudadanos se mueven a sus anchas. Pero no hay debate. "No le he dedicado ni un segundo de mi tiempo", dijo Sánchez la semana pasada en una rueda de prensa en Ferraz.
"Los tiempos de España" favorecen a Sánchez
En una entrevista publicada por el diario El País puso en duda que el congreso se celebre en plazo. "La fecha de celebración será una decisión compartida que tomaremos todos, y deberá contar con el respaldo mayoritario de todos los líderes del Partido Socialista. Mi propuesta será acompasar los tiempos del partido con los tiempos de España. El PSOE a quien primero se debe es a los españoles", aseguró.
Los "tiempos de España", de momento, incluyen una fase de negociación que llega hasta el 3 de mayo. Es decir, que el que quiera optar a la secretaría general del PSOE tendrá que decirlo como tarde a mediados de abril, cuando la negociación de la investidura todavía podría dar una oportunidad a Sánchez. Por este motivo el candidato quiere retrasarlo. El secretario de Organización y número dos de Sánchez, César Luena, ya ha comenzado los contactos para detener el reloj del partido y retrasar el congreso, una decisión que sólo puede tomar el Comité Federal, donde los barones o dirigentes territoriales tienen mucho peso.
"No podemos volver a obsesionarnos con nosotros mismos cuando tenemos un acuerdo de Gobierno y al candidato a presidente con más posibilidades. ¿Pudiendo llegar a un acuerdo para la investidura vamos a ponernos a mirarnos el ombligo?", explica un miembro del equipo de Sánchez. "Los congresos tienen que servir al partido, no entorpecerlo", señala. En la argumentación de la dirección socialista pesa mucho la imagen dada por el partido justo después de las elecciones generales, cuando nadie miró a un PP que había perdido la mayoría absoluta y se encontraba aislado mientras el PSOE era un festín del disenso.
Ferraz argumenta además que la militancia del PSOE acaba de expresarse muy recientemente, con la consulta sobre el pacto con Ciudadanos. Casi el 80% de los que votaron respaldaron la estrategia de Sánchez. No hubo ni rastro de voto de castigo desde federaciones críticas con el líder socialista La participación fue además más alta de lo esperado para una votación sin suspense, ya que nadie había hecho campaña en contra: más del 50%. "No nos equivoquemos, esa consulta fue en realidad un referéndum sobre Pedro. Y lo ganó", dicen en su equipo.
Los barones esperan una señal de Sevilla
Una dirigente territorial podría acabar con la estrategia de Ferraz: Susana Díaz. A ella miran la mayoría de barones que están descontentos con Sánchez, incluyendo a los presidentes autonómicos de Extremadura, Castilla-La Mancha, Aragón, Asturias o la Comunidad Valenciana. Como adelantó este miércoles EL ESPAÑOL, la investidura fallida de Sánchez ha provocado que se reinicie la conocida como ‘Operación Susana’, un ejercicio a medio camino entre la conspiración de influyentes líderes territoriales y la hasta ahora indefinición pública de la presidenta de Andalucía.
Díaz sigue contando con muchos barones aliados que podrían cambiar la suerte de Sánchez, pero ni éstos hablan demasiado del congreso, paradójicamente. Ocupados más en sus propias dificultades al frente de Gobiernos autonómicos dependientes de Podemos, esperan una señal de Sevilla para ponerse en marcha.
Esa fumata blanca podría reactivar el hambre de un congreso del PSOE que debería afrontar poco menos que el reto de una refundación para recuperar posiciones electorales. Pero un congreso requiere un sinfín de procesos que incluyen el cierre del censo (con fecha del 30 de enero), la presentación de precandidaturas, recogida de avales, redacción de ponencias, campaña electoral interna y el cónclave final, donde se aprueban los documentos clave y se renuevan los órganos de dirección. Para Sánchez, con el melón de la gobernabilidad abierto en canal, sencillamente no toca.