¿Es usted mercenario?
No. Lo que he hecho ha sido trabajar para empresas militares privadas.
Entenderá que muchos vean ese trabajo como el de mercenario.
Entonces, sí. Soy mercenario.
Joaquín es exsoldado del Ejército español. Presume de sus habilidades de combate cuerpo a cuerpo y en el manejo de armas. Toda su vida, asegura, se sostiene en el mundo militar: antes, como miembro de las Fuerzas Armadas; ahora, como soldado de fortuna en el ámbito privado. “Voy donde lo requieren”, apunta, con cierto orgullo mal reprimido, en un bar próximo al Santiago Bernabéu, en Madrid. Es el modo que ha encontrado para ganarse la vida “en un mundo cada vez más violento”.
¿Hasta cuándo seguirá desempeñando esta labor?
Hasta que mi cuerpo diga: “Hasta aquí hemos llegado”.
La inestabilidad con la que algunas compañías operan en ciertas regiones del mundo les ha llevado a contratar servicios privados de carácter armado. Son hombres con un pasado militar o policial, que aceptan una nueva instrucción para adaptarse a las necesidades del sector. Sin este apoyo, les resulta difícil desempeñar su función en lugares como Oriente Medio, África Subsahariana o el golfo de Adén, uno de los principales focos de piratería en las últimas décadas.
“Ofrecemos seguridad y tranquilidad”, apunta Joaquín, que mantiene su nombre en secreto por motivos de seguridad y privacidad: muchos amigos de su entorno más cercano ni siquiera saben que se dedica a este sector. “No es una vida tan bonita como puede parecer en las pelis, pero al menos es un trabajo digno”, reflexiona este hombre, con una edad más próxima a los 50 años que a la cuarentena.
“Claro que temo por lo que pueda pasar”, apunta airado. “Si no lo hiciera -prosigue- sería un loco. O un chulo que presume de algo que no es verdad”. Pero Joaquín lleva esta circunstancia escrita en su ADN. O, al menos, eso afirma. Muchos de sus familiares han sido soldados y, muy joven, él también ingresó en las Fuerzas Armadas. Un cúmulo de motivos personales le empujaron a abandonar el Cuerpo y a buscarse la vida en otro sector. Al principio, en empresas de seguridad comercial, “donde me aburría demasiado”. Un amigo le habló de los servicios militares privados y decidió probar suerte.
“Primero me puse en forma y después me preparé para pasar los test psicológicos”, señala el hombre, recordando lo “oxidado” que se encontraba tras varios años como operario de seguridad comercial. “Pasé las pruebas con una compañía extranjera -evita decir cuál- y enseguida nos incorporamos a una misión”. Joaquín mide sus palabras para no ofrecer más detalles de los pactados: “Sólo puedo decir que fue en un lugar bastante inestable”.
El negocio militar en España
El negocio militar privado también ha echado sus raíces en España. UC Global, con sede en Jerez de la Frontera, cuenta con 40 trabajadores. También tiene oficinas en Ecuador y Estados Unidos. Miembros de Infantería de Marina y Armada arrancaron con este proyecto en 2008 y se definen a sí mismos como “operadores de seguridad, contratistas de seguridad o como asesores para seguridad y defensa”: “El término 'mercenario' no es despectivo, sino más bien desfasado -cuenta un portavoz de la empresa-. Aquellos a los que les gusta darle un carácter novelesco y atractivo emplean ese término, que es más romántico”.
Los escenarios en los que desarrolla su labor UC Global son, principalmente, europeos y sudamericanos, aunque también trabajan de forma esporádica en África. “Todas las operaciones suponen un reto, tanto por la parte de administración y logística como por parte de las operaciones en sí”, explica el portavoz. “Disponemos de acuerdos de confidencialidad con nuestros clientes, por lo que somos limitados a la hora de comentar este tipo de situaciones en detalle”, añade.
Para llevar a cabo estas misiones, la empresa no busca “fantasmas, Rambos, guerreros del tatami, buscadores de experiencias fuertes o a aquellos que busquen dinero rápido”: “Filtramos los perfiles de dudosa procedencia y se realiza una investigación previa del potencial candidato. Si bien las capacidades o instrucción recibidas son importantes, para nosotros lo es mucho más que dicha persona sepa disponer o aplicar el sentido común”.
Según advierte el portavoz de UC Global, existen “muchos mitos” en torno al sector: “Toda esta actividad siempre ha estado rodeada de un halo de secretismo y relacionada con asuntos turbios o no legales”, lamenta, antes de defender la profesionalidad con la que trabajan. “Hoy en día, este sector tiene una mayor aceptación, aunque quizás más en el exterior que en nuestro país -argumenta-. En países como Estados Unidos, a las empresas de contratistas de servicios de seguridad y defensa se les considera el quinto Ejército, llegando a formar parte del organigrama de defensa nacional”.
Condena a un falso mercenario español
Esa profesionalidad de la que hacen gala en UC Global no se traslada a todo el escenario español. El 22 de marzo de 2009, Leticia Moracho puso fin al calvario en el que llevaba viviendo desde hacía tres años. Exactamente el tiempo que su hija Sara, de 11 años, llevaba secuestrada en Irak. Abdel, el padre de ésta, se la había llevado a Basora tras radicalizarse. El caso llenó portadas de periódicos y se llegó a realizar una mini-serie de dos capítulos -Rescatando a Sara, emitida en Antena 3- que protagonizó Carmen Machi.
Moracho había apurado todas las vías diplomáticas. Con las manos atadas y sin saber qué hacer para recuperar a Sara, su vida se cruzó con la de David Rivas, presidente de Hallmark Security Solutions SL. La propuesta que éste le hizo era enviar a hombres de élite a Irak y arrebatarle la niña a su padre, Abdel, que volvería “sana y salva”. El operativo, claro, era costoso: 30.000 euros y 15.000 dólares. Pero eso no fue impedimento para que la mujer depositara en él sus esperanzas.
Pasaron los días y Moracho no supo nada de Rivas. Se había esfumado. No atendía a las llamadas y era imposible contactar con él. Por eso decidió presentar una denuncia ante la Guardia Civil. Él, no obstante, aseguró a un periodista de El Diario Montañés -residía en Cantabria-, que su postura era “ponerse de perfil y que pase la bala”. Pero de poco le sirvió: la Audiencia Provincial de Madrid lo condenó por estafa a dos años de cárcel en diciembre de 2011 y a la devolución de la cantidad que la madre le había entregado. La niña finalmente regresó a Madrid tras la intervención del Ministerio de Asuntos Exteriores y de la Embajada de España en Irak.
La empresa que entrena a 40.000 efectivos al año
En Estados Unidos, no obstante, estas empresas se han convertido en un aliado natural de las fuerzas y cuerpos oficiales. Se calcula que alrededor de 40.000 personas -aunque no todas son contratadas- pasan al año por los campos de entrenamiento de Academi, la mayor empresa del sector y con sede en Virginia. Buena parte de sus divisiones reciben el nombre de Blackwater, denominación con la que la firma es más conocida. De acuerdo a la información ofrecida por la compañía, sus 21.000 empleados están repartidos en escenarios como Estados Unidos, México, Colombia y Londres. Pero la mayoría de las chinchetas colocadas sobre el mapa están en Oriente Medio: cuatro operativos en Irak, dos en Emiratos Árabes, y otros tres en Arabia Saudí, Baréin y Kuwait. También mantiene cinco misiones en África subsahariana y otras dos al norte del continente.
“Creemos que una combinación adecuada de formación y apoyo permitirá a las fuerzas de seguridad de todo el mundo crear y mantener espacios seguros para que sus naciones se desarrollen”. Esa es la descripción que Academi ofrece sobre sus servicios. Precisamente, los que el Ejército de Estados Unidos buscaba en la última guerra de Irak, donde Academi prestó servicios militares al Pentágono. Entre 800 y 900 empleados de la empresa llegaron a estar desplegados en el país árabe.
Aquel escenario, no obstante, derivó en algunos casos marcados por la polémica: según el New York Times, los operarios de Blackwater participaron en labores de detención y en operaciones nocturnas, así como el supuesto asesinato de 17 civiles iraquíes en el transcurso de una emboscada. Muchos de estos datos fueron filtrados por WikiLeaks.
¿Hacia la privatización de las guerras?
Las empresas del sector consideran que su actividad es complementaria a la que los Cuerpos oficiales pueden desempeñar. Sin embargo, esta pregunta está cada vez más en boca de los académicos: ¿Caminamos hacia la privatización de las guerras? “Las ventajas observadas por algunos pueden ser consideradas por otros como una pura infracción de las normas legales y de los mecanismos democráticos de control de la fuerza armada”, defiende el teniente coronel Mario Laborie Iglesias en un informe del Instituto Español de Estudios Estratégicos.
Para Joaquín, el exmilitar español que colabora con una firma extranjera, es "imposible" que llegue el día en el que se dé esa situación: "Pero también se entiende la necesidad de externalizar servicios para ahorrar costes". Él, no obstante, asegura que "siempre" estará dispuesto a desempeñar su trabajo en este sector. "Con ello creo que defiendo, además, unos valores y libertades -argumenta-. Pero sólo es mi trabajo, como podría serlo cualquier otro".