No es la primera vez que me pasa. En más de 30 años ya como periodista es larga la lista de hombres públicos a los que he incomodado. Felipe González; Javier Solana; François Mitterrand; José Manuel García-Margallo, incluso al rey emérito, Juan Carlos I entre otros. Lo que nunca imaginé es que me volvería a ocurrir con Pablo Iglesias, un hombre joven, inteligente, formado y que tanta ilusión ha traído a tantos españoles.
Este viernes en la sala de prensa del Congreso, le he preguntado por su proyecto de Gobierno de cambio y me ha contestado así: “Precioso abrigo de piel el que trae usted”. Creo que le ha sentado mal que me refiriera a lo que puede ser el futuro Gobierno de España como una “coalición de perdedores” porque el PP lo ha usado mil veces para denostarlo. También, que me haya interesado por su “gabinete en la sombra” en referencia a las siete personas que tenía delante. Uno de ellos, Xavier Domènech, acababa de ser nominado algo así como ministro de Plurinacionalidad. Vi que Domènech puso cara de asombro, y creo que Irene Montero también cuando me habló del abrigo.
Me ha sorprendido, la verdad. Ni en mil años imaginé que un ex Erasmus; un profesor universitario que ha vivido en el extranjero; que habla un buen inglés (¡por fin un político español que lo hace!) y al que tengo por altamente sofisticado fuera a dar muestras de dos actitudes que detesto: sexismo y clasismo. Francamente, y sin ánimo de ofender a ninguno de los dos, me ha recordado a Celia Villalobos preguntándose si un diputado con rastas puede pegarle piojos.
Le pregunté por los 10.000 millones que España está obligada a recortar para reducir el déficit, y por la inquietud que genera en Europa la posibilidad de lo que los inversores extranjeros denominan “coalición de perdedores”. Otros muchos lo hicieron. Iglesias, que aspira a ser vicepresidente de España, ha perdido este viernes una magnífica oportunidad de dirigirse al mundo como el hombre de Estado que pretende ser. Había periodistas extranjeros en una sala de prensa a rebosar.
Muchos compañeros se han acercado después para darme ánimos ante lo que han considerado una clara falta de educación. La verdad es que me ha importado bastante poco, dado el colmillo retorcido que se me atribuye. “¡Usted, señorita, usted y su periódico quieren que yo me vaya!”, me gritó el presidente González en una rueda de prensa en Nicaragua junto a una estupefacta presidenta Violeta Chamorro. Años más tarde, y a pesar de la lata que le di en tantísimas ruedas de prensa en las que le pregunté por la corrupción en España, González me dio un abrazo de reconciliación en Abu Dabi. Es uno de mis mejores recuerdos de esa época.
Otros compañeros me han explicado que no es la primera vez que Iglesias ataca a un periodista. Le atribuyen cierto sectarismo. Yo no lo creo. Pienso que a Iglesias le falta experiencia y que pronto aprenderá a aguantarse cuando se sienta- erróneamente- atacado por un periodista o una periodista, por emular el lenguaje paritario del que hacen gala en su formación política.
Mientras tanto, tengo que agradecerle a Iglesias que haya convertido a mi abrigo este viernes en el más popular de la sala de prensa del Congreso de los Diputados. Ya sé que nada más terminar la rueda de prensa Iglesias se dio cuenta que había metido la pata. No bad blood, Pablo! Life´s too short:)) Pero desde aquí, le dejaré con la duda: ¿era o no era de piel mi famoso abrigo?